Éxito, traición y caída: la historia de Locomía, el grupo que puso a Freddie Mercury a sus pies
El próximo 22 de junio se estrena en Movistar una docu-serie de tres capítulos sobre la banda que arrasó en la España preolímpica a golpe de abanico
¿Qué fue de la formación original de Locomía?
Nacho Serrano
Cuando Movistar estrene la serie 'Locomía' el próximo 22 de junio, abundarán las voces que la tilden de sensacionalista, de amarilla. Pero los ingredientes de la historia del grupo -romances apasionados, infidelidades, glamour, grandes fortunas en juego, drogas, cárcel, lucha de egos, ... intentos de asesinato…- son tan de guion de culebrón venezolano que rodar un buen documental centrándose en lo estrictamente musical no sólo sería inverosímil. Sería imposible.
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La película está llena de tramas entrecruzadas con grandes dosis de drama, pero la molla está en la lucha entre Xavier Font, creador del grupo , y José Luis Gil, su productor, por hacerse con el control de uno de los mayores fenómenos de la historia del pop español. Cada uno tenía sus motivos para destruir al otro, y en su empecinamiento ninguno de los dos se dio cuenta de que estaban dirigiendo su gallina de los huevos de oro hacia la autodestrucción más estruendosa y lamentable.
Todo empezó en el verano de 1984, cuando Font se marchó de Sant Boi de Llobregat para vivir la vida loca en Ibiza. Nunca había tenido problemas en casa por su homosexualidad y poseía un tremendo carisma, así que se hizo notar enseguida en la noche de la isla y no tardó en hacerse un experto «en lo que ahora llamamos poliamor», dice al teléfono desde Barcelona. Sus amantes «estables», por decirlo de alguna manera, eran un chico holandés llamado Gard Passchier y el jovencísimo Manuel Arjona (quince años por entonces), con los que conectó más allá de lo carnal por su pasión compartida por la moda. Juntos diseñaron una bizarra colección de trajes, zapatos y complementos a los que sólo les faltaba un nombre, una marca. Passchier, en un momento de iluminación mezclada con un español macarrónico, quiso nombrar al colectivo artístico con el logo 'Mi locura', pero le salió 'Loco mía' y a Font le pareció genial. Tan genial, que lo registró a su nombre.
Aquella fue la primera traición de esta historia, aunque a día de hoy, Font asegura que a Passchier no le importó ni entonces ni ahora que le robaran la idea. «Gard se lo tomó como algo normal y prueba de ella es que siguió en el grupo. Luego, supo hacer su vida después de Locomía, montando una agencia de modelos y casándose con un súper maquillador. Siempre ha visto su pasado en Locomía en la lejanía pero como algo bonito, no como les pasó a otros miembros del grupo, que lo pasaron fatal cuando se nos cerraron las puertas del cielo», dice el inefable creador de la banda, un tipo con una imagen imponente (luce un enorme tatuaje en la cabeza y viste cual rock-star) pero un espíritu mucho más sensible de lo que parece.
El cuarteto se completó con el hermano de Xavier, Luis Font, y cuando empezaron a salir por Ibiza vestidos con sus creaciones llamaron tanto la atención que fueron contratados para animar el cotarro en los fiestones de la discoteca Ku (hoy Privilege), una de las más grandes del mundo, cobrando un millón de pesetas al mes. Fue por entonces cuando ocurrió una de las anécdotas más increíbles de esta loca historia. Freddie Mercury , en una de sus visitas a la isla, los contrató para amenizar una de sus legendarias fiestas de cumpleaños, y además le compró a Font varias de sus creaciones más emblemáticas como diseñador de moda, incluyendo unos zapatos de estilo siglo XVI que, atención, años después se calzó para rodar su último videoclip antes de morir . «Para los que les gusta el salseo: No, ninguno de nosotros se lió con él», ríe Font.
Mientras tanto Xavier Font jugaba a mil bandas en el terreno sexual, y sus infidelidades rompieron el corazón tanto a Gard Passchier como a Manuel Arjona. Especialmente cuando llegó a la isla el chulazo de pelo largo Carlos Armas , que sustituyó a Passchier y terminó siendo amante de Font y la cara de Locomía más recordada por el gran público. Unos meses después también se le rompió el corazón a Luis, pero en un sentido fraternal ya que Xavier ordenó sustituirle por el bailarín Juan Antonio Fuentes, provocando otra guerra, la de los hermanos Font, que se agudizaría aún más un par de años más tarde.
En 1989, la segunda formación de Locomía ya se había consolidado como la sensación de la noche ibicenca y sólo era cuestión de tiempo que aparecieran las envidias, pero también las grandes oportunidades. Recibieron amenazas de muerte, les pincharon las ruedas de su furgoneta, y la casa donde vivían al estilo comuna hippie fue incendiada por unos atacantes, que por suerte no mataron a nadie pero quemaron todas sus pertenencias y diseños («siempre he sabido que fue un relaciones públicas de Ku al que no le gustaba que tuviéramos tanto éxito», asegura Font).
No es de extrañar que con ese ambiente, aceptaran la oferta que poco después les hizo el productor José Luis Gil para convertir Locomía en un grupo de música y grabar un disco en Madrid. Gil, que había quedado fascinado por el poder de atracción del cuarteto en una visita a Ku, prometió convertirles en estrellas siguiendo un plan calculado al milímetro. Pero no tenía ni idea del caos al que se iba a tener que enfrentar.
Para empezar, hizo firmar a estos adalides de la modernidad un contrato cuyas cláusulas hoy nos parecerían dignas de la Edad Media , pero que eran más habituales de lo que pensamos en la España pre-olímpica, esa que aspiraba a modernizarse pero seguía dando un trato infrahumano a los gays. Gil prohibió a los Locomía hablar de su sexualidad, regulaba al milímetro su vida social con todo tipo de limitaciones, y además, los llevó por derroteros musicales y estéticos que a ellos no les convencían en absoluto. Para colmo, hirió el orgullo de sus miembros cuando en las sesiones de grabación en el estudio puso él mismo la voz principal de su hitazo 'Loco Mía', alegando que no eran capaces de cantar con un mínimo de solvencia .
De la traición a la conquista de América
A Font todo esto empezó a olerle a chamusquina, y como Gil entendió que su liderazgo podía ser un obstáculo para sus pretensiones comerciales, planeó una jugada maestra para dejar fuera al fundador y capitán del grupo. Le ofreció apartarse de la formación pero seguir cobrando su parte, y le puso una tienda de moda en Madrid para que la llevara a su gusto. A Font, que ya había lidiado con el estrés de ser una estrella incipiente, le pareció bien el descanso remunerado y aceptó. Pero se arrepentiría toda la vida. «Usó la estrategia de 'divide y vencerás', y así consiguió que yo dejara el grupo. Me llevó un tiempo darme cuenta, pero me folló sin avisar, sin condón y sin vaselina . ¿Sabes lo que duele eso?», exclama Font.
En cuanto tuvo el camino despejado, Gil organizó una conquista de las Américas que le salió de rechupete: allí Locomía se hicieron inmensamente grandes, mucho más que en España. Mientras tanto, Font, que fracasó con su tienda, empezó a verlo todo desde la distancia con una rabia incontenible . Así que pasó a la acción acusando a Gil de racanearles dinero a los Locomía. Sus compañeros le creyeron, rompieron con Gil, éste los demandó por incumplimiento de contrato y aquel 1992 de la llegada de la modernidad se convirtió en el año del final de Locomía.
La venganza de Gil (que no puede disimular su ira treinta años después en el documental) fue terrible, ya que formó un nuevo Locomía con otros bailarines incluyendo a Luis Font («para joderme más todavía» dice Xavier), dejando completamente fuera de juego a los originales. Esto cabreó hasta niveles estratosféricos a Font, que ante la primera gira de los «impostores» por América, urdió otra brillante estratagema. «Llamé a todos los clubes de fans americanos y les hice ver que nos estaban robando a Locomía. Me dejé más de mil dólares en llamadas de teléfono», cuenta sin ocultar que aún le dura la satisfacción. El resultado no se hizo esperar. En cuanto aterrizaron al otro lado del charco, los nuevos Locomía fueron recibidos con insultos e incluso agresiones físicas . En España el rechazo fan no llegó a tanto, pero para ese momento, el grupo ya se había convertido en un hazmerreír nacional que hizo nacer incluso una expresión popular: 'Pierdes más aceite que la furgoneta de Locomía'.
Adicciones
Todo esto dejó muy tocados durante mucho tiempo a varios miembros del grupo, que se dieron cuenta de su error, cayeron en adicciones y depresiones y se quedaron «anclados en el pasado» como dice Font, que en 2012 también protagonizó un oscuro capítulo al pasar tres meses en prisión por un menudeo de drogas. En mayor o menor medida, todos ellos se la vieron y desearon para rehacer sus vidas tras los años gloriosos de Locomía, pero «ahora, al hacer este documental y ver lo bien que ha quedado, se han quitado un lastre muy grande», asegura Font, que a pesar de tener un ego gigantesco es el más autocrítico en el documental, y en esta entrevista confiesa estar «arrepentido» por haber roto la baraja acusando a Gil de robar dinero a Locomía cuando no era precisamente cierto. «Si pudiera volver atrás, no haría eso. Me gustaría haber visto hasta dónde hubiera llegado el grupo», dice con sincera tristeza.
«España siempre se mofa de las cosas que no entiende, de las cosas geniales»
Sin embargo Font, que afortunadamente ha hecho las paces con sus excompañeros incluyendo a su hermano Luis, todavía cree que Locomía puede volver a triunfar, y además de haber reformado el grupo con una nueva alineación (Eden Cañadas, Alfonso Pedrazuela, Harold Cala, Félix Montas y Sergi Martínez) lo tiene todo pensado para relanzarlo con las más altas expectativas. «Todavía nos deben 'royalties' desde hace décadas y les van a caer demandas por todos lados, pero también miro hacia delante. Tengo música renovada, un proyecto de película, planes para participar en el próximo Benidorm Fest para intentar ir a Eurovisión , y la ambición de conseguir que la industria que no nos reconoció entonces, lo haga ahora. Gil dice en el documental que un regreso de Locomía hoy en día sería ciencia ficción, pero cuidado con escupir para arriba, porque con Locomía nunca se sabe. Espero que a través de este documental entiendan lo que fue Locomía: un grupo del que se mofó toda España , que siempre se mofa de la cosas que no entiende, de las cosas geniales».
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