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Un estudio de la Filarmónica de Viena asegura que es «casi imposible infectarse en el escenario»

«Si se puede jugar un partido de fútbol, también debería poder tocar una orquesta», dice el violonchelista Olaf Maninger, de la Filarmónica de Berlín

Dos músicos de la Filarmónica de Viena, durante el experimento Efe

Rosalía Sánchez

Apariciones en solitario o cuartetos de cuerda, poco más pueden hacer los músicos de las Filarmónicas de Berlín y de Viena, pendientes de decisiones políticas que por ahora mantienen las orquestas sinfónicas en el plano de lo utópico. Incluso los ensayos siguen prohibidos, en Austria hasta finales de junio y en Berlín hasta el 31 de julio. Los berlineses se han dividido en 35 conjuntos pequeños , desde duetos hasta combos de doce violonchelos, e incluso se ofrecen para ir a tocar a los patios interiores de los edificios de viviendas de la capital alemana, que los vecinos pueden disfrutar sede sus ventanas y balcones.

Pero los maestros no se resignan. «Si se pueden jugar partidos de fútbol, también debería poder tocar una orquesta», se queja el violonchelista de Berlín Olaf Maninger , que inmediatamente pasa a cantar las alabanzas de la gran Filarmónica de Berlín, construida por Hans Scharoun, porque cuenta con muchas entradas y está generosamente equipada con salas de ensayo, salas de voz, estudios de grabación y guardarropas que permiten que un gran número de personas pueda circular por el edificio con escaso riesgo de contagio. Y para el peligro de contagiarse en el escenario, donde la distancia a la que es posible colocar a los músicos es limitada, también tienen respuesta los filarmónicos.

Bajo supervisión médica y con los resultados validados por un notario, la Filarmónica de Viena ha realizado un experimento cuya conclusión es que es «casi imposible que los músicos se contagien sobre el escenario». Para poder medir y visualizar el movimiento del aire exhalado y la circulación en la sala, los músicos vieneses tocaron sus instrumentos con una sonda colocada en la nariz que emitía un aerosol, para luego poder visualizar en fotografías de contraluz el aire exhalado mientras tocaban sus instrumentos.

Así han demostrado que en el caso de los instrumentos de cuerda la nube de aire se mantiene siempre estable y reducida , mientras que en el caso de los instrumentos de viento se mueve un poco más. La flauta travesera, de la que sale la nube de aire más peligrosa, alcanza los 75 centímetros, mientras que la distancia de seguridad es de metro y medio. «También en el caso de los instrumentos de viento es mucho menos que lo que se cree », asegura el violinista vienés Daniel Froschauer, que con los datos de este experimento en la mano exige al gobierno de su país una más rápida incorporación de las orquestas a la actividad.

El sector sinfónico considera injustificable ser el último en desconfinar su arte. « El Real Madrid tampoco dirá: prescindimos del contacto físico en el juego y mantendremos siempre la distancia. Si juegan, deben jugar como siempre», argumenta el gerente general de la Filarmónica de Viena, Michael Bladerer , que insiste en que «la necesidad de los músicos de volver a tocar es enorme porque se arriesgan a un descalabro artístico» y lamenta que «una orquesta que existe desde hace 178 años nunca sufrió un paro tan largo».

La Filarmónica de Viena es una asociación privada sin director de orquesta. A diferencia de los berlineses, no tienen su propia sala . Organizan sus conciertos de suscripción en el Musikverein , van de gira y son el conjunto principal del Festival de Salzburgo (aún no cancelado). Sus miembros trabajan en la orquesta de la Ópera Estatal de Viena , que tampoco puede trabajar.

La Filarmónica de Berlín, basándose en las características de su flamante sede, ha elaborado un concepto de seguridad que incluye la aplicación de dos pruebas diagnósticas a los músicos , catorce días y siete días antes de un concierto, medidas extraordinarias de higiene, eliminar el paso por vestuarios y una distancia de 1,5 metros entre los músicos y el director, dos metros entre las cuerdas y cinco metros entre los vientos. «Se trata de todo un reto para el trabajo de equipo», ha descrito el director artístico, Andrea Zietzschmann , frustrado por el hecho de que este concepto no haya sido todavía aceptado y coincidiendo con Maninger en que Europa está sustrayendo injustamente a sus ciudadanos la posibilidad de vivir musicalmente lo que está ocurriendo. «Esta soledad, este impulso especial, este pensamiento sobre lo que ha sucedido hasta ahora, sobre cómo vamos a continuar… Por supuesto, estas reflexiones y sentimientos están profundamente anclados y tiene su expresión en la música».

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