El corazón de Morente, en la garganta de Estrella
La cantaora granadina abrió el Flamenco Festival de Londres con un emotivo recital
julio bravo
«Allí en el barrio de Triana ya no hay pluma ni tinteros pa' yo escribirle a mi padre, que hace tres meses que no veo...». Estrella Morente, con una deslumbrante bata de cola roja de Vitorio y Lucchino, abandonó la lejanía del micrófono y ... al borde del proscenio, alumbrada por la mirada arrebatada del público, recordó —no había dejado de hacerlo en todo el recital— a su padre, Enrique Morente. Fue «la penúltima», porque los espectadores, en pie y con la sala iluminada, reclamaron «una más». Y en ella, otra vez, la muerte, que estuvo rondando por todo el concierto.
Le ha costado mucho a Estrella Morente, dicen en su entorno, superar la angustia de la muerte de su padre... Recordar su imagen ante el féretro, entonando aquella desgarrada «Habanera imposible», resulta todavía estremecedor. Por eso en el aire del imponente Sadler's Wells, habitual templo de la danza londinense y sede del Flamenco Festival, había en las horas previas a este concierto un singular perfume de recuerdo y nostalgia. También, claro, una emoción especialísima, que fue creciendo conforme transcurría el recital.
Elegantemente vestida de negro, con un traje de chaqueta, el pelo recogido y rodeada de sus músicos —su familia, en realidad—, apareció Estrella. La recibieron aplausos tímidos, casi como si el público quisiera respetar su dolor. Y sonó una grabación con la voz de Enrique Morente. Sobre ella vertió Estrella sus primeras notas, sus primeras lágrimas sonoras, con forma de martinete. «Empieza el llanto de la guitarra...». Enrique Morente, no podía ser de otra manera, fue tan protagonista del recital como la propia Estrella.
La cantaora tenía previsto centrarse en su disco «Mujeres», pero su cante discurrió por caminos diferentes; y entre ellos, Estrella transitó por el repertorio de su padre; primero acompañada de todos sus músicos; después, en la intimidad de su diálogo con Montoyita, más que su guitarrista su cómplice. Una guitarra doliente, que lloró con emoción en su intervención solista. Desde el martinete inicial, Estrella Morente no dejó de crecer; su canto es diamantino; brilla con luminosos destellos y es capaz también de cortar el aire con su desgarro.
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