Críticas de los discos de la semana: Jens Lekman, Kae Tempest, Ghost Power y Loquillo

Ahora, aquel ‘You’re so Silent, Jens’ torna en este ‘The Cherry Trees Are Still in Blossom’ (‘Los cerezos todavía están en flor’) pues nuestro antihéroe, aseteado en su persona por una analista musical con plausible relación tóxica con el mecanismo de proyección psicológica, decidió borrar él mismo su disco de estranjis en 2011 , al igual que hizo este mismo año con su recordado ‘Night Falls Over Kortedala’, de 2007, y para el que en este caso, eso sí, hizo una 'listening party' de despedida en Youtube (tranquilidad, este también lo va regrabar al igual que el que nos ocupa; el problema, con ambos, es que no consiguió autorizar los samples utilizados).

« Voy a sonar como Scott Walker. Pero lo haré en mi dormitorio », afirmaba el propio Jens recordando el modus operandi de usar la vieja grabadora de casetes de su padre para fluir del lo-fi al pop barroco en un pispás orgánico, como dice la gente del teatro (del absurdo). Magnetic Fields, Belle and Sebastian, Eels, Josh Rouse, Sufjan Stevens, Arab Strap, Portishead y The Smiths son hologramas vivos e influyentes en este disco orquestal con historias románticas y divertidas, desgarradas y agudas, letrísticamente imaginativas hasta en sus juegos de palabras. Hablamos, quede claro, de los mismos álbumes, pero diferentes, manteniendo la propia lista de canciones, ¡y el alma!, defiende Lekman, completado con antiguas rarezas, inéditos, audios o canciones inacabadas de un artesano de la melancolía, que inicia así un tema cualquiera: «Principios de septiembre y los niños comienzan la escuela. Las hojas flotan en la piscina. Ojalá tuviera una razón adecuada para llorar. Una razón no tan abstracta. Como una cláusula rota en un contrato».

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(American Recordings, 2022)

Por Israel Viana.

Repite estos días Kae Tempest que ya no se «avergüenza de su cuerpo», que «ya no se esconde del mundo». Prueba de ello es que, con 'The Line is a Curve', es la primera vez que la respetada artista londinense se deja retratar para la portada de uno de sus discos . El detalle de su cambio de identidad (de Kate a Kae y de ella a 'elle', hasta calificarse de «no binaria») no ha escapado a ninguno de los periodistas que ha escrito sobre su nuevo trabajo desde que se empezaron a publicar los primeros sencillos.

«Mi mente no está conectada con mi cuerpo», asegura en uno de los versos de ‘Water in the Rain’, pero centrarnos en ese único aspecto para hablar de ‘The Line is a Curve’ sería reduccionista, ya que en él aborda muchísimos más temas que este: la ansiedad, el estrés, el aislamiento provocado por la pandemia, la madurez y el amor, entre otros. Siempre el amor. Y lo hace, como es habitual, dejando el nivel muy alto en lo que a las palabras se refiere .

Por algo sigue siendo considerada una de las grandes poetas británicas… dicho por las grandes figuras de la poesía. Y es que no cabe duda de que, por lo menos, es la que mejor ha conectado con su generación, traspasando la categoría de artista de ‘culto’, y de cualquier otra etiqueta que tienda a restringirla, con sus tres álbumes de estudio, su novela, su obra de no-ficción (‘On Connection’), sus tres obras de teatro y sus cinco colecciones de poemas. El problema con ‘The Line is a Curve’ es que habla del amor y la ansiedad con algunas de las bases más comerciales de su carrera.

Es probable que esto se explique por su necesidad de transparencia y de llegar a un público más amplio… pero menos exigente, por qué no decirlo . Vista la lista de colaboradores (Grian Chatten de Fontaines DC, Lianne La Havas, Assia o el habitual Kevin Abstract), quizá debería haber ido un poco más allá en lo que a las programaciones se refiere. Puede que sea consciente, porque los mejores cortes son precisamente los sencillos que vieron la luz antes de la publicación del trabajo entero: ‘I Saw Light’, ‘More Pressure’ y ‘Salt Coast’, a las que se podrían añadir en la cúspide de esta nueva pirámide del rap la mencionada ‘Water in the Rain’ y la minimalista ‘Smoking’, donde rima junto a Confucius MC.

Sin embargo, mucho me temo que si tu inglés no es lo suficientemente bueno como para pensar en ‘The Line is a Curve’ como un poemario, es probable que algunos pasajes del disco se te hagan un pelín largos. No importa, todavía te quedarán sus novelas, sus obras de teatro o… lo que sea.

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(Duophonic Super 45)

Por Jesús Lillo.

No todo fue desparrame en los años noventa. Como en cualquier promoción académica, también había gente que no salía de fiesta, iba a clase, estudiaba y sacaba notas, personas en su mayoría despreciables y cuyas pretensiones están en el origen de tanto desvarío intelectual como padecemos. Stereolab eran de los más aplicados. Se interesaron por los clásicos alemanes, por los teclistas norteamericanos que le metieron mano a los primeros sintetizadores para hacer música maravillosa para gente maravillosa, sintonías de ascensor articuladas por la mecánica y la pretecnología, un ‘muzak’ deslocalizado en el tiempo, contrahecho en el taller del fin de siglo y acaramelado por la voz de Laetitia Sadier, que ejercía de cantante. Les quedó aburridamente precioso .

Además de reeditar la obra de Stereolab, Tim Gane, que ya se distrajo en su día con proyectos como Cavern of Anti-Matter o Turn On, entre otros, ha formado un nuevo grupo, ahora de la mano de Jeremy Novak, que por la misma época que Stereolab y a través de Dymaxion hizo más o menos lo mismo, pero desde Nueva York, con menos concesiones melódicas y sin el toque francés que Sadier aportó a la mezcla sintetizada por Gane. La resulta de esta confluencia se llama Ghost Power y su primera obra, homónima, puede entenderse como un autohomenaje, realizado a distancia, de Berlín a Nueva York, y en un diálogo no ya de sordos, sino de obsesos, de gente que solo oye lo que quiere . Autorreferencial, el debut de este dúo representa una radicalización, en el mejor sentido, y a través de piezas que asumen la métrica del pop y un cortometraje, ‘Astral Melancholy Suite’, mucho más ambicioso en su estructura, de los trabajos exploratorios que Tim Gane realizó con Stereolab. Nada más. Nada menos. Ya quisieran muchos, gente sin estudios.

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(Warner)

Por Fernando Rojo .

Lo primero que habrá que reconocerle a José María Sanz es que haya logrado llegar vivo a la primavera de 2022. Muchos de su generación, expuestos a los mismos riesgos físicos y emocionales, hace tiempo que crían malvas. Loquillo, en plena forma y asiduo a La Sexta Noche, puede dar mil lecciones de supervivencia al mismísimo Inda . Otro tanto cabe decir de Sabino Méndez e Igor Paskual, los autores de la mayoría de las canciones de este disco. Por eso sorprende (o quizás no nos sorprenda tanto) que la conclusión de esta supervivencia sea un conjunto de clichés tan previsible e intercambiable con las vivencias de cualquier mortal.

De Loquillo, a estas alturas, uno espera que nos cuente cómo ha logrado llegar hasta aquí, y lo que nos encontramos es lo de siempre: que se convirtió en 'el rey' siendo un chico de barrio, cosa que ya sabíamos desde que en 1986 nos cantó aquello de 'No nací en los USA, nací en el Clot' en 'Chanel, cocaína y Dom Pérignon'. Por aquella época, aún se atrevía a meterse hasta con los críticos de rock («una lástima lo del bourbón...»). Ahora, ya ni eso. Todo se queda en una sucesión de lugares comunes que suscribiría el conjunto del arco parlamentario, de Vox a Bildu , lo que convierte a Sanz, Méndez y Paskual en el triunvirato perfecto del Gobierno de concentración que necesita España.

Viniendo de gente que ha sobrevivido a experiencias salvajes, decepciona que el único momento peligroso de este viaje que va de Dionisio Ridruejo a Dickens surja en la canción 'La Libertad', cuando se nos invita a abrir todas las ventanas. Pero rápidamente tranquiliza saber que no es para que nos lancemos al vacío a través de ellas, no, porque «es hora de crecer y soñar, cambiar el ayer por el mañana, libertad, libertad, libertad», escribe Méndez, quien más adelante añade que «rendirse no es una opción», algo en lo que coincide plenamente con Paskual, quien en 'Somos la furia' aconseja a los oyentes, al más puro estilo Ancelotti: «Si algún día vas perdiendo, no te quedes en silencio, que la vida está llena de remontadas al extremo». Florentino, fíchalo.

La máquina de agradables melodías y rimas está plenamente engrasada en 'Sonríe', donde dolor rima con adiós, canción con rock y amor con dios. Y se sublima en 'Todo tiene su sabor': los volcanes riman con los huracanes y la fiesta con la gesta. Gobierna el tono optimista, que únicamente se quiebra en la canción final cuando en 'Voluntad de bien' se pone dramático y pide repetidamente que le dejemos morir . Pues no, no te dejamos morir, Loquillo (no al menos antes de tu gira). Porque tú eres inmortal, el rey, libertad, libertad, libertad.