Coldplay: como peces en el agua

Había amenazado durante toda la tarde y los meteorólogos se habían encargado de prevenir al personal para que acudiera al concierto convenientemente pertrechado con paraguas y gabardina. Pero finalmente, el dios de la lluvia decidió aliarse con Chris Martin y los suyos y esperó justo hasta el momento en el que, poco después de las diez de la noche, éstos hacían su aparición sobre el escenario para dejar caer una suave capa de agua que dio aún más lustre a un arranque verdaderamente apoteósico.

Y es que, fuera de juego unos REM que ya venían renqueando en los últimos tiempos, y a la espera de lo que puedan seguir dando de sí ilustres secundarios con tantas opciones como Arcade Fire, Coldplay se ha convertido prácticamente en la única banda capaz de tratar de disputar a U2 la condición de la más popular y consistente banda del rock internacional contemporáneo. Y eso tiene mucho que ver con el ligero tono épico, la característica grandilocuencia de muchas de las canciones y del sonido del cuarteto.

Destinada a ser paladeada mejor en medio de la masa (como la que anoche abarrotaba Las Ventas, después de haberse agotado las más de 15.000 entradas puestas a la venta en poco más de una hora) que en circunstancias más íntimas, la música de Coldplay combina bien con esos fuegos artificiales con los que se abría la velada, con los trucos que sin alardes se suceden en el transcurso del concierto, con la carismática presencia de un Chris Martin impecable en su papel de relativamente discreto pero a la postre eficacísimo agitador .

Además de todo ello, Coldplay atesora un repertorio cuajado de grandes canciones. Es cierto que sus discos son un tanto irregulares (particularmente el nuevo, «Xylo Myloto», que anoche presentaban cuando solamente llevaba un día en las tiendas ), pero no lo es menos que una atinada selección da como resultado un repertorio tan notable como el que exhibieron.

Empezaron con «Hearts like Heaven», probablemente la mejor canción de su nueva entrega ; seguro la más ágil y dinámica. Una buena elección, en cualquier caso, para enganchar desde el principio a un público al que lo cierto es que habría reaccionado igual hasta con un réquiem. Ya lo dijo el propio Martin: «Es incuestionable que tenemos los mejores fans del mundo». Y sí, absolutamente entusiasmado, el público conectó con la banda desde el primer instante.

No se anduvo el grupo con chiquitas. Conscientes de que aún había mucho y muy buen material en la recámara, se deshacían al comienzo con pesos pesados del calibre de «Yellow» o «In my place», las canciones con las que echaron a rodar a comienzos de esta década.

La velada transcurrió ágil, emocionante e intensa. Ellos mismos han sembrado unas cuantas dudas en los últimos tiempos acerca de su posible continuidad, pero, por lo visto anoche en Madrid, la sensación es que hay Coldplay para rato.