Chucho Valdés: «En 'Mambo influenciado' empieza a nacer el Chucho que Bebo quería»
Pianista, compositor y fundador del grupo Irakere, al artista se le puede considerar la figura más influyente del jazz afrocubano moderno
Alejandro Escribano
Dionisio Jesús 'Chucho' Valdés (Quivicán. Cuba, 1.941) nos recibe en la Sala Manuel de Falla de la Sociedad General de Autores con semblante alegre. Se le ve relajado y feliz. Incluso ameniza la espera sentándose al piano e intepretando un fragmento de la Rapsodia ... sobre un tema de Paganini de Rachmaninov. Pianista, compositor y fundador del grupo Irakere a Chucho Valdés se le puede considerar la figura más influyente del jazz afrocubano moderno . En una carrera que abarca más de 60 años el músico cubano ha destilado elementos de la tradición musical afrocubana, del jazz, de la música clásica y del rock en un estilo profundamente personal. Ganador de infinidad de premios y distinciones, entre ellos seis premios Grammy y cuatro Grammy latinos, Chucho Valdés hace un repaso en esta entrevista a su brillante trayectoria, con un recuerdo muy especial a su padre, el admirado a la vez que añorado Bebo Valdés .
Lo primero de todo ¿cómo se encuentra? ¿cómo ha pasado la pandemia?
De salud, gracias a Dios, muy bien. La pandemia la he vivido en la Florida como nunca en mi vida: casi un año y medio en mi casa, con mi familia. Triste por la pérdida de algunos amigos, por supuesto, y por lo que ha pasado también a nivel global. Y trabajando muchísimo, escribiendo una obra muy larga que hace tiempo que necesitaba hacer. Y esperando la luz al final del túnel, que parece que ya se va viendo.
¿Cómo ha afrontado su regreso a los escenarios españoles?
Habíamos hecho ya dos conciertos en Florida en el mes de mayo pero éste es nuestro debut en Europa. Realmente he escogido lo mejor de nuestro repertorio en cuarteto, inclusive algún tema de mi último disco Jazz Batá 2, que ganó el Grammy. Estamos ansiosos por encontrarnos con el público español porque siempre ha acogido muy bien nuestra música, desde las grabaciones de mi papá con Diego el Cigala, el 'Lágrimas Negras', que eso fue un exitazo, hasta el trabajo que hice con Concha Buika, Estrella Morente...
¿Cómo definiría Jazz Batá 2, su último disco?
Es una evolución del primero, enriqueciéndolo. El primero se grabó en 1.972. Ahora todo ha cambiado, hemos aprendido y estudiado muchísimo y hemos añadido otro tipo de sonoridades que han enriquecido también el trabajo. Por otra parte, los estudios de grabación ya no son los mismos que en el 72 y por eso hemos podido hacer bastantes cosas que pienso que son positivas. Por ejemplo, se han utilizado mucho las voces en canto Yoruba, la lengua Lucumí, que en el primero no se usaron.
Este trabajo como bien dice tuvo un antecedente en el disco 'Jazz Batá' ¿qué recuerda de aquella grabación? ¿qué querían mostrar con ese trabajo?
Realmente lo que queríamos hacer en ese tiempo lo logramos, que era romper algunos conceptos de que un trío de jazz tenía que tener una batería, un 'drums'. Y nosotros decíamos «!Si tenemos una riqueza instrumental en la percusión tremenda! Tenemos tambores batá, tambores yuca, arará, las congas, los güiros, los chékeres, ... ¡Vamos a usar esa sonoridad, que es más rica que la de un 'drums'!» Cambiamos el sonido y el concepto. Eso se logró en el Jazz Batá.
Jazz Batá fue la primera grabación comercial en la que se incorporaban los tambores Batá a un trío de jazz ¿qué es el tambor Batá y qué supuso esa incorporación a su música?
Mira, los tambores Batá son 3 y a través de ellos cada santo tiene su canto y sus toques diferentes. Y como el panteón Yoruba tiene mucha variedad eso te da mucha riqueza para seleccionar un tipo u otro, cosa que no se había hecho nunca en el jazz afrocubano. Eso nos enriqueció porque cambió el concepto total de sonoridad. Y aunque en ese primer disco usamos los batá no usamos la lengua Yoruba, la Lucumí, cosa que en el 2, con más experiencia y tiempo, ya hacemos: cantamos a Obatalá y decimos los rezos... es fenomenal, de verdad.
Como usted bien dice el Batá es esencial en la música ritual de la religión Yoruba y quería saber si usted es religioso.
Yo soy santero. Yo tengo hecho el santo. Soy de los Yorubá, aquí está (y muestra una esclava en su mano derecha)... pero eso es una tradición familiar, viene de mis ancestros y se ha ido transmitiendo de generación en generación. Es como un respeto a nuestra identidad, a nuestra historia. Y además tomamos elementos de todo lo que existe mundialmente, desde la música clásica a otras músicas, tratando de enriquecer lo folclórico para darle una sonoridad y un concepto mucho más actual.
El disco 'Jazz Batá' se abría con una composición titulada 'Irakere', que dio nombre a la histórica banda que usted fundó ¿Qué supuso 'Irakere para' el mundo de la música cubana y del jazz latino?
En lo que respecta a la música bailable popular cubana 'Irakere' fue el primer grupo que introdujo los tambores Batá en la música bailable, eso nunca se había hecho. También fue un riesgo (risas) porque sabíamos lo que queríamos pero no si eso iba a interesar al público. Y tuvimos la gran suerte de que el tema 'Bacalao con pan', que todavía sigue siendo un estándar de la música cubana, cambió el concepto de lo que era la música bailable a lo que hoy llaman 'timba cubana', que es el nuevo modo rítmico y de baile actual. Eso lo creó Irakere con el batá y con 'Bacalo con pan'.
Su padre ya creó con estos tambores un nuevo ritmo, el Batanga.
Sí, mi papá hizo el ritmo Batanga en 1952 en una jazz band, que por cierto fue una tremenda innovación dentro de la música instrumental. Y siguiendo ese camino pensé «¿Y por qué no voy a retomar esto que empezó Bebo y me lo llevo a lo bailable?» La gente nunca había bailado con los tambores batá. Y funcionó. Ya casi todos los grupos de hoy usan esos tambores en su música.
Todo 'Jazz Batá 2' está dedicado a Bebo e incluso hay una composición que usted incluye que Bebo tocaba cuando usted era niño y que creo nunca grabó.
Mira, no te puedo decir si la grabó pero en ningún disco que tengo de Bebo, que los tengo todos, está. La retomé, le añadí una segunda parte y se la dedico. Es una belleza, como un danzón, con una melodía muy linda.
¿Cuál cree que es el legado de Bebo Valdés en el mundo de la música cubana? ¿cuál cree que es su aportación?
Creo que mi papá es uno de los más grandes creadores en la historia de la música cubana y quizá, sobre todo, uno de los compositores más originales. Porque la música de Bebo es Bebo. La forma de tocar el piano de Bebo es única... es él. Yo fui el pianista de su orquesta hasta el último día que estuvo. Y así pude aprender. Él fundó la orquesta Sabor de Cuba que tenía a los 3 cantantes más populares que existían en ese momento: Rolando Laserie, Bernardo Álvarez y Pío Leyva. Yo estudiaba magisterio en aquellos momentos pero al mismo tiempo estudiaba piano y cuando terminaba mis clases iba a Radio Progreso a hacer los programas con mi papá y a grabar también, grabábamos todo... Él me enseñó muchas cosas de lo que es ser un pianista de orquesta porque él era el pianista y el director de Sabor de Cuba, hasta que se quedó de director y yo ya me senté al piano. Me contaba todos los secretos, todos los trucos que tiene que utilizar un pianista para que se sienta más el piano, en qué registro hay que tocar, si es más agudo o más grave... Imagínate, eso lo llevo por dentro. Su forma tan melódica y tan elegante que tenía. He tratado de ser un digno hijo.
Debió de ser difícil dejar a un lado la leyenda de su padre y buscar su propio camino ¿cómo lo hizo? ¿la sombra de Bebo fue alargada?
Mira, cuando yo tenía 9 años ya tocaba a Mozart, Beethoven, ... Y un día mi papá me dice: «Mira Chucho. Si realmente quieres ser músico tienes que tomarlo muy en serio». Hasta me sabía todos los solos que él hacía en las grabaciones porque lo oía cuando iba al estudio y despues me lo aprendía en casa. «También tienes que buscarte a ti mismo. Yo no quiero que seas Bebo Valdés junior, ni Bebito. Quiero que seas Chucho. Y a partir de lo que ya has aprendido conmigo ve buscando tu propio camino y tu personalidad». Y creo que eso lo llegué a lograr cuando tenía 22 años y compuse un tema emblemático que ya es un estándar que se llama 'Mambo influenciado'. Ahí, en 'Mambo influenciado', es cuando empieza a nacer el Chucho que Bebo quería.
Volvamos a usted ¿qué balance Chucho Valdés hace de su carrera? ¿qué cree que ha aportado al mundo de la música en general y en el del jazz y la música afrocubana en particular?
Creo que mis grandes aportaciones han sido mi primera etapa, con Chucho Valdés y su Combo, la segunda, con Jazz Batá, y la más importante, que se llama Irakere. El aporte que hicimos todos con Irakere ha quedado marcado en la historia de la música cubana porque se habla de un antes y un despues de Irakere. Ahí está todo.
Me gustaría que habláramos del piano, de las influencias que usted ha tenido y de los pianistas que más ha admirado, tanto del mundo del jazz como de la música cubana.
Empezaré por la cubana. Por supuesto mi papá, que era un número uno pero anteriormente también estaban Ernesto Lecuona, Antonio María Romeu... Después en otra etapa había un pianista del que no se habla mucho y que era el pianista de Cachao que se llamaba Jesús López, el más grande pianista de danzones que yo pude escuchar. También Lilí Martínez, el más grande de los soneros, Peruchín, que fue el hombre que, para mí, inició el camino del latin-jazz en el piano a finales de los años 40, Frank Emilio (Flynn)..., me van a faltar muchos! Y de los jóvenes Emiliano Salvador, Gonzalo Rubalcaba... aquí en España están Melón Lewis, Pepe Rivero, Caramelo... son genios esos 'chama', nosotros decimos 'chama' en Cuba a los muchachos más jóvenes, Rolando Luna, Harold López-Nussa hay muchos grandes pianistas, David Virelles... que me perdonen los que faltan, Tony Rodríguez, Cucurucho mi sobrino, mi hija Leyanis... hay un diccionario enorme.
¿Y del mundo del jazz?
Empecemos por Ellington y Art Tatum, que me los ponía mi papá cuando yo era muy niño. Por supuesto Thelonious Monk y después ya seguí por mi cuenta: Horace Silver, Wynton Kelly, ... Más tarde me sorprendió mucho Bill Evans, seguí con McCoy Tyner, Chick Corea, que por suerte pude hacer unos conciertos a dúo con él antes de que falleciera, Herbie (Hancock), mi gran héroe, Jarrett, Oscar Peterson, ... la lista es enorme. Y si hablo de los jóvenes de ahora, ya tú sabes. Éstas son mis grandes influencias.
Juntos para siempre, el último disco que grabó con su padre en 2007, fue grabado como un dúo de piano, padre e hijo juntos por primera vez en casi 50 años ¿qué recuerdos tiene de esa grabación?
Uff. Mira, ésa es una de las cosas que más me han hecho sentir porque mi papá y yo estábamos haciendo lo mismo que hacíamos en nuestra casa cubana en los años 40 y 50. Ahí todo fue toma única, toma única, toma única, toma única, ... ahí no hubo que repetir nada. Y realmente nosotros ni sabíamos que Javier Limón estaba grabando ni nada, era como si estuviéramos en Cuba, en nuestra casa, conversando, dos pianos que dialogan: uno dice una historia y yo te cuento la mía, y a veces nos reímos... éso fue el disco. Ése es uno de los pocos discos que he hecho que ha ganado todos los premios: ganó el Grammy latino, el Grammy americano y el Premio de la Música en España. Un disco demasiado íntimo. Ese disco es amor.
En ese disco cada uno tocó en un piano diferente, Bebo tocaba en el canal derecho y usted en el izquierdo ¿tenía alguna significación política aquello o fue pura casualidad?
En absoluto. Yo no sabía qué piano estaba tocando ni en qué canal, ni Bebo tampoco (risas). Nada que ver.
Para terminar ¿qué proyecto le queda por hacer? ¿qué sueño le queda por cumplir?
Ahora mi gran obra se llama 'La Creación', que es la historia de África en América, desde los esclavos hasta el desarrollo musical actual. Es una obra de 90 minutos que resume todo lo aprendido hasta hoy. Eso no quiere decir que con esto termine mi carrera, porque pienso seguir componiendo, pero para mí es una tremendísima obra. Se estrena el 5 de noviembre en el Arts Center de Miami y despues vendrá a Europa.
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