Antony & The Johnsons, entre la intensidad y la complicidad en el Price
No es fácil definir la música que despliega Antony Hegarty acompañado de su banda. Tiene algo de ritual, de místico, de misa profana. Incluso se asemeja al gospel, pero de lo que se trata no es de cantar las bondades celestiales, sino de adorar al ... amor, ya sea al familiar, amistoso o el de toda la vida. El público, además, participa en la ceremonia con recogimiento, silencio sepulcral, y deleite casi espiritual. Es lo que tiene haberse convertido en uno de los personajes más venerados de la modernidad.
Sin embargo, anoche el británico adoptado por Nueva York estuvo más relajado que de costumbre. Era la segunda vez que aparecía por Madrid en poco tiempo, y debió de pensar que más de uno y dos ya habrían asistido a su concierto en mayo, y, con el precio que estaban las entradas en ambas ocasiones, tampoco era plan repetir repertorio. Además, están en la recta final de su gira europea y había que celebrarlo –esto sí lo dijo—. Así que hacia la mitad del concierto decidió que era el momento de abrir la caja de las sorpresas. Entre ellas, hubo un adelanto de su próximo disco, una canción titulada «Christina’s farm», una historia bucólica-pastoril que nos muestra que el camino futuro sigue estando marcado por la sobriedad.
El resto de las novedades consistieron en temas que, según el propio Antony, hacía mucho tiempo que no tocaban en directo, como «Paddy’s gone», que además requería la intervención de toda la banda en forma de coros, por lo que tampoco se podía improvisar así como así. También hubo una versión de Bob Dylan, «I was young when I left home».
Se mostró comunicativo el cantante, pero ello sin menoscabo de esa sobriedad antes citada. Los músicos vestían chaqueta y corbata, al estilo Madredeus, menos la chica, claro, y el protagonista, con una especie de batín gris marengo (pero esta descripción responde más bien a la ignorancia en esas cuestiones del que esto firma). El Teatro Circo Price ofrecía un entorno melodramático ideal para la representación, entre minimalista y colorista. «The crying light» era el disco que venía a presentar y el tema que le da título fue el que dio inicio al espectáculo. Antes intervino Russian Red de telonera, otra mujer capaz de transmitir una buena carga de emociones con la voz –no tantas como Antony, claro— y una bailarina con una performance un tanto absurda.
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