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Andrés Amorós se embarca en «La vuelta al mundo en 80 músicas»

El nuevo libro del colaborador de ABC viaja a través de ochenta grandes nombres de la música clásica y popular

Richard Wagner ABC
Julio Bravo

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Como Phileas Fogg, Andrés Amorós (1941) se ha embarcado en su nuevo libro en un sonoro viaje que le ha llevado a dar « La vuelta al mundo en 80 músicas » (La esfera de los libros). Pero no le ha movido, como al personaje creado por Julio Verne, ninguna apuesta, sino simplemente «transmitir mi amor a tantas músicas como las que he disfrutado, que me han dado el consuelo y la alegría de la belleza», explica en el prólogo. «Sin esas músicas –continúa– mi vida hubiera sido muchísimo más pobre y más triste».

La singladura de Amorós, que salió de puerto en el programa de radio que él mismo realiza, « Música y letra », es larga, y atraca en puertos muy diversos de cuatro continentes musicales:la música clásica, incluyendo ópera y zarzuela, género del que siempre se ha declarado defensor; grandes intérpretes; música popular y música cinematográfica, por la que confiesa sentir gran debilidad. «Conozco de sobra –explica Amorós– la distancia que va de Bach, Mozart o Mahler , a una copla, un pasodoble o un bolero, pero también sé que todas esas obras me emocionan de veras. Una música popular, sin pretensiones, llega, a veces, al corazón de modo muy directo», Compositores como Tomás Luis de Victoria, Monteverdi, Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Puccini, Chueca, Chaikovski, Mahler, Stravinski, Rodrigo; intérpretes como Andrés Segovia, Yehudi Menuhin o Maria Callas junto a otros como Edith Piaf o Jacques Brel;y las músicas para cine de Charles Chaplin, Anton Karas o Henry Mancini componen las escalas de este viaje musical. En algunas de ellas vamos a detnernos.

Tomás Luis de Victoria

«El músico de Dios» se titula el capítulo dedicado al músico abulense, una de los grandes constructores de la catedral de la Polifonía renacentista. «Para muchos expertos –escribe Amorós–, Tomás Luis de Victoria es el máximo compositor español de todos los tiempos, aunque muchos lo ignoren y crean que la música española nació con Manuel de Falla y Rodrigo». De entre sus obras, destaca el autor «Officium defunctorum», «un impresionante réquiem a seis voces dedicado a la princesa Margarita (hija de doña María de Austria)».

Johann Sebastian Bach

El capítulo dedicado a Johann Sebastian Bach (1685-1750) se centra en su «Chacona en Re menor de la Partita número 2). «La más desgarradora “chacona”», se titula. Amorós confiesa su «debilidad absoluta» por esa pieza, de la que escribe que «es una obra única y misteriosa», y cita a Johannes Brams, que dijo de ella: «Es una de las más maravillosas y misteriosas obras de la historia de la música. Adaptando la técnica a un pequeño instrumento, descubre un mundo completo, con los pensamientos más profundos y los sentimientos más poderosos».

Richard Wagner

«Morir de amor» es el título del capítulo dedicado a Richard Wagner (1813-1883) y a su gran monumento operístico «Tristán e Isolda», una obra estrenada en 1865 y que tardó en imponerse. «Hoy nadie discute la cumbre que supone el Tristán de Wagner –escribe Amorós–. Muchos lo han comparado con las esculturas de Rodin y con los cuadros de Klimt. El elogio máximo lo hizo Nietzsche:“Todos los misterios de Leonardo da Vinci se borran con la primera nota del Tristán”». «Quizá exagera un poco...», concluye el autor.

Federico Chueca

Bajo el título «Veranear en Madrid», habla Andrés Amorós sobre una de las piezas más populares de nuestra zarzuela, compuesta por Federico Chueca (1846-1908). En 1897, fecha del estreno de la obra, y «en visperas del desastre (la pérdida de las últimas colonias) –escribe Amorós– los madrileños se consolaban de la pobreza y de los malos políticos con humor y con música popular».

Joaquín Rodrigo

Imposible no hacer escala en este viaje en Joaquín Rodrigo (1901-1999) y su celebérrimo «Concierto de Aranjuez». «Aranjuez, el mágico paisaje» se titula el capítulo. Amorós recuerda que esta pieza estaba en el primer disco de música clásica que se pudo comprar de chico. Y concluye con otro recuerdo: «Cuando murió Rodrigo, Antonio Mingote publicó en ABC una viñeta; de una guitarra nacía una ola ondulante de notas, que llegaban a tapar el sol. Era el mágico paisaje de Aranjuez, tal y como lo soñó Joaquín Rodrigo y permanece así, para siempre, en nuestros sueños».

Mstislav Rostropovich

«Bach, ante el muro de Berlín» es el título que Amorós dedica al violonchelista y director ruso Mstislav Rostropovich (1927-2007). Recuerda el concierto improvisado que el músico ofreció, al enterarse de la caída del muro, ante el Check Point Charlie de la capital alemana. En él, claro, las «Suites» de Bach. Recuerda Amorós su relación personal con el chelista cuando, en 1977, la Fundación Juan March, de la que él era director cultural, le invitó a Madrid a tocar. «Encajaba en los tópicos sobre la cordialidad rusa. gastó bromas, disfrutó con la comida y la bebida, no se privó de los dulces».

Maria Callas

Andrés Amorós titula el capítulo dedicado a la inolvidable soprano María Callas (1923-1977) «La gran trágica». «No era –escribe– la cantante que tenía la voz más hermosa ni la más perfecta. Sí la que transmitía una emoción más intensa, por su identificación con los personajes, su fuerza dramática y su magnetismo en escena». Y recuerda que quienes la vieron coinciden en que «aunque estuviera callada, en un rincón del escenario, mientras otra cantaba, era María la que atraía inexorablemente, como un imán, la atención y las miradas de los personajes».

Imperio Argentina

«La primera estrella del cine español». Así se titula el capítulo dedicado a Imperio Argentina (1910-2003), la artista de origen bonaerense que triunfó en nuestro país a partir de los años veinte. «No era una extraordinaria belleza, ni cantaba o bailaba maravillosamente, ni era una actriz excepcional –escribe Amorós–, pero tenía algo que solo los muy grandes tienen: llenaba por completo el escenario o la pantalla con su personalidad. Tenía encanto, gusto, finura, distinción...»

Domenico Modugno

Dedica Amorós un capítulo de su viaje musical al italiano Domenico Modugno (1928-1994). Se titula «En el azul pintado de azul», traducción española de una de sus más emblemáticas canciones: «Nel blu dipinto di blu». «Lo que expresa en ella –escribe el autor– es la felicidad de estar ahí arriba, “en el azul, pintado de azul” (no es una redundancia); volando, feliz y cantando, muy lejos del mundo, que se ha quedado allí abajo, mientras escucha “una música dulce que sonaba solo para mi”».

Charles Chaplin

La travesía de Amorós por el continente cinematográfico se detiene en Charles Chaplin (1889-1977), Charlot, «uno de los mayores genios y uno de los primeros mitos creados por el cine». «No son tantos –dice el autor–, quienes le valoran como como compositor, una de sus facetas artísticas más importantes». Y continúa:«Soñaba con componer una ópera; no hacía falta, ya la había hecho. Aunque todo su arte viniera del cine mudo, sus películas perderían muchísimo sin sus músicas, que se nos quedan grabadas en la memoria del corazón».

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