Alondra de la Parra: «En la música clásica seguimos en modelos del siglo XIX»
La directora mexicana vuelve a ponerse este fin de semana al frente de la Orquesta Nacional de España
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Iniciar sesiónQuien tenga una imagen estereotipada de los directores de orquesta, seguramente no se creerá que Alondra de la Parra (1980) pertenece a ese colectivo. Algo que seguramente divertiría a esta distinguida mexicana nacida en Nueva York y de porte aristocrático, que huye de estereotipos y ... cree que el mundo de la música clásica («por llamarla de algún modo», puntualiza) necesita un lavado de cara. «No se trata de ponerle batería a Beethoven o a Mozart, sino de presentarla de otra manera al público del siglo XXI», dice.
Tendrá Alondra de la Parra una oportunidad de hacerlo este fin de semana, en que se va a poner al frente de la Orquesta Nacional de España (a la que ya dirigió hace dos años), en su segundo concierto de este 2021. En 2020, tras la declaración de la pandemia, solo pudo dirigir en tres ocasiones, en dos de ellas sin público. Y este año solo se ha puesto hasta ahora al frente de una orquesta en Luxemburgo, ante unas cien personas.
«¡Estoy muy emocionada! -confiesa ante su cita con el público madrileño- Creo que estoy yo más emocionada de ver al público que el público de vernos a nosotros. El público es parte de todo lo que hacemos. No solo recibe, nos da mucho. Hay un ciclo circular: de la partitura al director, del director a los músicos, y de los músicos al público; y éste nos lo regresa».
¿Y cuando se tiene un concierto sin público, qué ocurre?
Es mucho más pesado a la hora de mantener la atención... Se siente un poco como un ensayo. Mantener la energía arriba, la intención, saber que es para nosotros solos aunque haya un público que te esté viendo a través del streaming u otros medios. Pero hacer un concierto en silencio fue una experiencia interesante. Por ejemplo, cuando hicimos 'Apalachian String', de Copland; la obra termina con un final muy sutil, en el que solo hay tres notas que se van como un lucero que desaparece en el firmamento. Es espectacular. Y que después de eso no hubiera nada, solo silencio, fue genial, porque así debe ser. Sin embargo, en un concierto se interrumpe ese momento con los aplausos, algo muy lindo pero que no está en el carácter de la obra.
¿Usted es de los que piensan que el streaming ha llegado para quedarse o que ha sido un parche?
Ha llegado para quedarse, sin duda. Pero no puede ser un reemplazo. Este año tuvo que serlo porque no teníamos otra. El streaming es un hecho, y me parece fantástico que podamos hacer conciertos para que los puedan disfrutar en todo el mundo... Pero de otra manera, porque nunca va a ser igual que estar en un auditorio. El streaming es un instrumento maravilloso para la difusión de lo que hacemos y para que crezca el impacto de la música y del arte, pero jamás va a reemplazar el vivo.
Estar en casa todos estos meses me pareció fenomenal en muchos sentidos, me ayudó a pensar por qué hago lo que hago, cómo lo hago, qué es realmente lo que quiero hacer... Y también pude empujar varios proyectos que tenía en el tintero
Durante todos estos meses, ¿qué ha sacado de positivo personal y artísticamente?
Han sido meses de mucha reflexión, de hacer un trabajo de escritorio en casa con mis partituras, de pensar, de trabajar; un momento en el que los viajes no interrumpen esa rutina y esa disciplina. Estar en casa todos estos meses me pareció fenomenal en muchos sentidos, me ayudó a pensar por qué hago lo que hago, cómo lo hago, qué es realmente lo que quiero hacer... Y también pude empujar varios proyectos que tenía en el tintero y que no había podido desarrollar por mi trabajo como directora de orquesta. Entre ellos, un proyecto escénico, en el que yo coescribí el guion, voy a producir y a dirigir la escena; es un proyecto precioso que vamos a sacar a finales de este año y que combina repertorio sinfónico, clown, video mapping... Es una experiencia sin palabras, un viaje para el espectador a través de la música y la emoción. Llevo cinco años trabajando en él, y la pandemia me ha dado el espacio para desarrollarlo. Voy a estrenar también un festival de música y ballet en la Riviera maya en el mes de julio, que llevo planeando varios años... Y más proyectos, que están por anunciarse, en los que he podido colaborar con artistas muy interesantes que me encantan.
Entre ellos el de la Orquesta Imposible...
Es el proyecto central para mí. Surgió al comienzo de la pandemia; me sentía preocupada de perder la actividad, los ingresos... Como todos. Y sentía que si me quitan los conciertos, los viajes, el contacto... me vuelvo cero, me anulo. No quería ¿Y cómo podía evitar esta situación? Me di cuenta de que todos mis compañeros estaban igual que yo. A esto se unió mi enorme preocupación por la violencia contra las mujeres y los niños en México, mi país. Antes de la pandemia mataban a diez mujeres al día, y cuando llega el Covid pasan a ser once; y también crece el índice de asesinatos a niños. Yo ya estaba que no podía más con este tema, y pensé qué podía hacer, cómo podía contribuir. Hablé con solistas como Maxim Vengerov, Rolando Villazón, Emmanuel Pahud, Sarah Willis, con muchos músicos de la Filarmónica de Berlín. Y les conté que quería hacer un proyecto para recaudar dinero para esta causa. Para mi sorpresa, todos estaban disponibles, todos tenían tiempo. Empecé a reunir esta orquesta virtual; yo quería que fuera de alta calidad, que no fuera un zoom como tantos se han hecho con más voluntad que resultados por el sonido o la imagen... Quería hacer una obra de arte en tiempos de pandemia, algo de alto, alto nivel. Grabé a treinta artistas en seis ciudades distintas, con la misma calidad de imagen y sonido, e interpretamos el 'Danzón número 2', de Arturo Márquez, que es una obra que me ha acompañado toda mi vida; trabajé, todo por zoom, con el propio maestro, para cambiar cosas -un solo de clarinete por un solo de dos chelos, porque teníamos a Alisa Weilerstein y Jan Vogler-. Luego sincronicé las grabaciones, de manera que parece que estamos todos juntos. Tiene que ver usted el resultado final; fue un trabajo minucioso de edición... Nunca había dirigido más que en este proyecto: tuve que dirigir cada nota a cada músico. Pero no solo quería crear conciencia sobre el problema de la violencia en México, sino recaudar fondos para combatirla: logramos 400.000 euros, que donamos a través de dos fundaciones, Fondo Semillas y Save the Children. Está todo en la página web, www.laorquestaimposible.com. Christopher Wheeldon creó una coreografía para Elisa Carrillo, que está en Berlín... Fue un proyecto muy bonito que, además de ayudar, me permitió comprobar que todos estos colegas maravillosos no solo eran grandes músicos sino grandes personas también, y que estaban dispuestos a dar su tiempo, su nombre y su talento. Esto es lo que he hecho durante la pandemia.
En estos meses, se ha hablado de la música, el teatro, las artes, como un bálsamo que ha mantenido emocionalmente a la gente. Y así es. Pero proyectos así demuestran que se puede ir más allá...
Esa era exactamente mi idea. Para mí era importante preguntar dónde estamos los músicos de la llamada 'música clásica' cuando hay problemas importantes. Nos volvemos como un lujo, una comodidad, que se olvida cuando estamos mal. Para mí no; quería decir que cuando se pone fuerte la cosa aquí estamos, y hacemos algo. Nosotros somos solo treinta, de muchos que existimos. Los músicos debemos demostrar que también somos esenciales, y que lo podemos ser mucho más. No podemos crear una vacuna, pero podemos crear mucha más conciencia y llegar al corazón de la gente. Tenemos la capacidad, y por tanto la responsabilidad, de mover a esa gente, y no solo conmover.
Los músicos debemos demostrar que también somos esenciales, y que lo podemos ser mucho más. No podemos crear una vacuna, pero podemos crear mucha más conciencia y llegar al corazón de la gente. Tenemos la capacidad, y por tanto la responsabilidad, de mover a esa gente, y no solo conmover.
Y que no están fuera del mundo.
Yo llegué a sentir que lo estaba, que no podía hacer nada y que lo único que tenía que hacer es quedarme en casa con mis hijos, algo que evidentemente me encanta y es muy bonito. Pero llega un punto en que piensas que no existes, porque te han quitado la forma en que contribuyes y a la que estás acostumbrado.
Volviendo a la violencia contra las mujeres en México... ¿Es un asunto que va más allá de la violencia de género?
Es violencia de género porque están matando a once mujeres al día y no a once hombres al día. Y en todo el país. No hay impunidad porque no hay consecuencias graves inmediatas para los asesinos y se van sin ser castigados; porque hay mamás desesperadas preguntándose qué pasó con sus hijas, y no obtienen respuesta; porque no hay un sistema de Justicia que ponga orden. Pero si me pregunta por qué existe esta violencia, es algo para lo que no tengo respuesta. Habría que preguntar a los expertos en el tema... Pero yo no me dedico a eso, hago lo que sé hacer para llamar la atención sobre el problema y pensar por qué existe esa violencia. Es algo que me da mucha rabia. Creo que es momento de analizar patrones de conducta que vienen de muy atrás, que tienen que ver con violencia de género que no es necesariamente extrema como un homicidio: hay frases, comentarios, donde ya está la violencia. Hay un ecosistema en que eso se permite, y es así como aparecen esas atrocidades. Pero no me gustaría seguir hablando del tema, porque estoy aquí para hacer música.
Hablemos de música entonces. Tengo la sensación de que a usted no le interesa tanto hacer carrera como directora de orquesta que hacerla como música, de que el podio se le queda pequeño.
Primero hay que pensar qué es la 'carrera de director de orquesta', lo que ha sido tradicionalmente. De entrada, la gran mayoría son hombres, y siguiendo un patrón de que el líder -estoy hablando de una imagen y un concepto ya viejo del director- es un ser distante del grupo, ensimismado... Estoy hablando de todos los clichés en torno a esta figura; los directores de hoy no son así para nada, pero sí lo fueron en el pasado. Se regían por el miedo, por un liderazgo mal entendido; no solo en la dirección de orquesta, pasaba en todo. Pero yo jamás entendí así mi trabajo. La 'carrera de director de orquesta' se ha ido creando de manera circunstancial; por ejemplo, se cree que para ser un gran director de orquesta hay que volar por todo el mundo y dirigir en todas partes. ¿Por qué? Y yo lo he hecho, he dirigido a más de cien orquestas en veintiséis países de todo el mundo. ¿Pero qué ganamos moviéndonos por todo el planeta y dirigiendo mucho? ¿Nos hace mejores? No, sin duda. Nos da experiencia, eso sí, pero esas carreras son una locura. Y no digamos para la vida personal, tanto en los hombres como en las mujeres; pero si eres madre, como yo, es imposible. Y yo lo he hecho, me he llevado a mis hijos, desde que nacieron, a todas partes, he volado embarazada... Pero esta pandemia ha hecho evidente que hay muchas cosas que tenemos que replantearnos. Para mí, la dirección de orquesta es una herramienta para desarrollarme como artista, que es lo que soy. Soy una artista que dirige orquestas. Esa es mi máxima destreza, lo que más he hecho y lo que mejor hago, y a través de la batuta y del podio me puedo expresar mejor. Pero no es mi única habilidad; también escribo historias, dirijo, produzco, genero, vinculo... Muchas cosas. Es lo mismo que un artista visual: puede ser pintor, escultor, escritor, filósofo... Puede contribuir a la vida social y política.
Con la violencia contra las mujeres en México no hay impunidad porque no hay consecuencias graves inmediatas para los asesinos y se van sin ser castigados; porque hay mamás desesperadas preguntándose qué pasó con sus hijas, y no obtienen respuesta; porque no hay un sistema de Justicia que ponga orden.
Nos colocamos muchas etiquetas, ¿no?
Tal cual. Y a mí a veces me estorban mucho.
¿Y tiene suficiente para todo con 24 horas al día?
Uno va desarrollando destrezas con la experiencia. Sin duda, los quince años de no parar, dirigir muchas obras y muchos conciertos, tiene sus retornos. Ahora me resulta más fácil discernir entre lo que vale la pena hacer y lo que no, y es importante saber decir que no. Enlazando con la pregunta anterior, ¿es tan relevante ir de aquí para allá repitiendo una y otra vez la fórmula obertura-concerto-sinfonía, una sinfonía que han hecho miles de personas antes que tú? Si eso es lo único que haces... Es como si un pintor no hiciera otra cosa que réplicas exactas de un Van Gogh. Eso no es un artista, hay que tener una mayor dimensión... Lo interesante es lo que haría Picasso repensando un Van Gogh. En todas las artes escénicas pasa lo mismo, pero a los directores de orquesta nos obliga el sistema a seguir repitiendo la misma cosa, de la misma manera, con la misma solemnidad, con el mismo ritual, sin cambiar nada... No hay que cambiar la música; pero sí hay que repensar el contexto en que se ofrece, el orden, cómo se invita al público a recibirla. La experiencia de vivir la música tiene que cambiar, porque el mundo ha cambiado. La música clásica ha vivido no ya en el siglo XX, sino en el siglo XIX. Estamos en modelos del siglo XIX.
Cuando uno de los valores es que obras escritas en 1700 nos sigan hablando a los espectadores de hoy.
La música es preciosa y no hay que cambiarle nada. Pero tenemor que pensar cómo programamos, qué obras se ponen la una a la otra... La curaduría musical. Por ese lado, me gusta mucho el programa que vamos a hacer este fin de semana: 'Le bœuf sur le toit', de Milhaud; 'Apalachian Spring', de Copland; y 'Homenaje a Federico García Lorca', de Revueltas. No es el programa que habíamos pensado, para una orquesta grande y con piezas robustas; con el Covid hemos tenido que reducir la orquesta y hacer una hora de concierto sin intermedio. Es un programa corto con tres piezas relativamente cortas ero que hablan de mucho. Tenemos tres compositores distintos: Revueltas, mexicano; Milhaud, francés; y Copland, estadounidense. Los tres de principios del siglo XX, más o menos de la misma época, y con muchas conexiones entre ellos, aunque parezcan tan distintos. Y en un tiempo en que no había internet ni posibilidad de viajar como ahora. ¿Cómo se comunicaban? Es verdad que el ritmo de la vida debe haber sido más favorecedor para la creatividad, porque no había tanta prisa. Mi papá me dijo un día: «Nos viene correteando la prisa». Y en esa época había cartas, tiempo de trabajo, no sonaba el celular todo el tiempo, estabas en paz. Imagínese el París de tiempos de Darius Milhaud, con esas reuniones de artistas maravillosos. Su obra tiene influencias de Brasil; ¿cuál era su visión de Brasil y por qué agarró choros brasileños que, si ahora nos parece exótica, cómo se vería entonces? Y la adapta a su música, en un París lleno de artistas. La música, por cierto, iba a ser en principio para una película de Chaplin. Es fenomenal imaginarse ese momento histórico y artístico, que a mí siempre me ha fascinado. Al mismo tiempo está Aaron Copland en Estados Unidos abriendo brecha y afirmando el sonido americano, y colaborando con una gran coreógrafa, Martha Graham, para hacerle un ballet a su compañía con esta obra para trece músicos. Está basado en melodías de los shakers, en Estados Unidos; toma una canción que se llama 'It's a gift to be simple', 'Es un regalo ser simple'. Piénselo hoy. Es un regalo la simpleza. Y sigue 'It's a gift to be free', 'Es un regalo ser libre'... Esa frase adquiere hoy otro sentido, porque todos nos hemos sentido prisioneros. Y Copland ya estaba pensando lo que quería decir con esa pieza: 'It's a gift to be simple. It's a gift to be free. It's the gift to come down where you ought to be'. Es un regalo ser simple, es un regalo ser libre, es el regalo de regresar a donde perteneces'. Y cuando llegas a ese lugar al que realmente perteneces y donde te sientes bien, entonces llegaste al lugar del placer. Y en tercer lugar está Silvestre Revueltas en México, violinista y compositor, que está siempre haciéndole la segunda a Chaves, que era el gran compositor y figura musical, el patriarca de la música mexicana. Él era el rey. Y Revueltas, más joven, era concertino en su orquesta y profesor en su conservatorio, y estaba un poco a su sombra. Pero era más talentoso, sin duda. Y más frágil. Tenía ideas revolucionarias, socialistas, le parecía importante usar la música como una herramienta de demanda social, de exigencia a los gobiernos, de replanteamiento de las estructuras, de pelea contra las injusticias. Y se vuelve parte de un consorcio de artistas -en los tres hay espíritu de reunión, de colaboración- que se llamaba LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios); era básicamente un grupo socialista de artistas, y con ellos viaja a España, a Cuba... Él sabía de García Lorca, y le parecía lo máximo; tenía muchas ganas de conocerlo, y vino a España unos meses después de su asesinato. Quedó muy afectado y escribió su 'Homenaje a Federico García Lorca'. Revueltas también quería conocer a Copland, pero Chaves no lo permitió. Chaves y Revueltas se unieron para tocar una serie de recitales juntos, y ¿qué música tocan? Darius Milhaud: 'Le bœuf sur le toit'. Parece que las tres obras del programa no tienen nada que ver, pero tienen todo que ver, porque pertenecen a un momento de la historia muy delicado, como ahora; no estamos en una guerra, pero sí se están moviendo muchas cosas. Y si le preguntara a Milhaud, a Copland y a Revueltas si son compositores o director de orquesta, le contestarían lo mismo: soy artista y sé componer, dirigir, convocar... Y hemos perdido esa visión más renacentista del artista.
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