La alianza tropical de Gilberto Gil y Caetano Veloso enamora al Liceu
Los dos músicos brasileños celebraron su amistad con un espléndido viaje a través de medio siglo de música
david morán
Ocurre en ocasiones que la magia no necesita de grandes exhibiciones ni fastos desmedidos. Es más: a veces basta con poco, muy poco, para que prenda la chispa. Anoche, sin ir más lejos, dos guitarras y un par de sillas fue todo lo ... que necesitaron Caetano Veloso y Gilberto Gil para centrifugar su leyenda de trovadores intergeneracionales y reunir al público que abarrotaba el Gran Teatre del Liceu alrededor de una cálida y acogedora fogata tropical. Así, a solas con sus guitarras pero perfectamente acompañados por unos repertorios que no han hecho más que crecer y enriquecerse desde ese lejano y rompedor «Tropicalia» que grabaron en 1968 con Os Mutantes, Gal Costa y Nara Leäo, Veloso y Gil renovaron sobre el escenario los votos de una alianza que suma ya más de medio siglo de fidelidad.
De hecho, la gira que les trajo anoche a Barcelona, la primera que ofrecen juntos desde 1994, llegaba presentada bajo el lema de «Dos amigos. Un siglo de música», y a eso se dedicaron precisamente los dos músicos: a celebrar entre canciones suavemente acunadas una amistad que nació en 1963 en la Universidad de Salvador de Bahía y que creció aún más cuando ambos músicos tuvieron que exiliarse en Londres entre 1969 y 1972. Desde entonces, sus carreras han discurrido por latitudes algo diferentes -inquieta y panorámica la de Veloso; algo más conservadora y con vistas al reggae la de Gil-, pero ambos hicieron anoche un alto en el camino para cruzar cancioneros y desnudar magistralmente sus composiciones.
Alternándose en la voz cantante pero con ayudas constantes en los coros y saltando del arrullo balsámico de «Coraçāo Vagabundo» y «Sampa» al frenesí contenido de «Back In Bahia», pieza inaugural de la noche, o una «Tropicalia» deliciosa en su reconversión acústica, Veloso y Gil empezaron elaborando un retrato esencial de la música brasileña coloreado con trazos finos y sobrios y, e ntre ovaciones de gala después de cada interpretación, acabaron construyendo un emocionante y cercano homenaje a su propia historia. Una historia que reescribieron juntando los puntos de la exquisita samba «É luxo só», realzando la belleza de una «Terra» que Veloso cantó con ayuda del público, sobrecogiendo con «Tonada de luna llena», abrazando las esencias brasileñas de «Eu vim da Bahia», planeando sobre «Come Prima» y «Esoterico» o revitalizando las contagiosas «Nossa Gente» y «Filhos de Ghandi».
Normal que nadie quisiera volver a casa y, después de un exquisito tramo en el que Gil ganó protagonismo para rescatar «Expresso 2222» y «Toda Menina Bahiana» y de esos primeros bises acunados por «Desde que o samba e samba» y «Domingo no parque», los dos brasileños tuvieran que volver a salir hasta en cuatro ocasiones ante la insistencia del público. La veintena larga de canciones no había sido suficiente, así que acabaron bordeando la treintena mientras la gente se agolpaba frente al escenario para no perder detalle de «O Leãozinho», el «Three little birds», de Bob Marley o una «Palco» que con ese fora daqui repetido insistentemente parecía decir muy sutilmente que había llegado la hora de volver a la realidad. Historia en mayúsculas. . Un siglo entre los dos. Y que dure.
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