Estrella Morente hechiza al público de La Unión con «El amor brujo» de Falla

La cantaora salía sola al escenario con el Pregón del «Niño de las Moras» y ante un silencio absoluto, recibía al terminar los primeros aplausos. A continuación con su grupo que forma parte de su familia:, le acompañaba la guitarra de Montoyita, y las palmas de Antonio Carbonell, Angel Gabarre, y Victoria Carbonell «La Globo», comenzaba a cantar, como si estuviera en casa, los fandangos del Albaycín, con el clásico de Frasquito Yerbaguena: «Plaza de los Herraores/a las puertas de Grana/Plaza de los Herraores/está la Virgen del Triunfo con veinticinco faroles».

Proseguía por caña, para pasar a una serie de tarantas, con los aromas de Vallejo y Almadén y unas granaínas, al estilo de Antonio Chacón: «Fue porque no me dió gana,/Rosa, si no te cogí/fue porque no me dió la gana,/y al pie de un rosal dormí/y rosas tuve por cama,/por cabecera un jazmín», que no dejaban de ser un homenaje muy sentido a su padre, también por la forma de cantar y el manejo de los melismas en los tercios, de manera muy especial cuando sonaba el fragmento de «El pequeño reloj», que de forma tan magistral interpretaba el gran Enrique Morente. Una muy buena actuación, muy sentida y emotiva, sin estridencias, que fue de menos a bastante más; con unas excelentes siguiriyas y un cierre por bulerías con donosura, siendo muy aplaudida.

En la segunda parte con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Católica, dirigida por Emilio Fenoy, a Estrella Morente aún le quedaba por mucho por cantar. La Orquesta comenzaba muy bien con la ejecución de la «Danza del Molinero» de Manuel de Falla. Y a continuación Estrella Morente salía al escenario para cantar las «canciones Españolas», en la versión de Joan Albert Amargós, con aquellas letras que García Lorca hizo para la Argentinita: «Hacia Roma caminan dos peregrinos,/a que los case el Papa,/mamita,/porque son primos, niña bonita,/porque son primos,/niña». O con mucha gracia, la sevillana clásica: ¡Viva Sevilla! /Llevan las sevillanas /en la mantilla/ un letrero que dice: /¡Viva Sevilla!/¡Viva Triana! /¡Vivan los trianeros, /los de Triana! 

¡Vivan los sevillanos /y sevillanas! Hasta llegar a la puesta en escena, del estreno de Estrella con la Orquesta formado por 58 músicos, de «El amor Brujo» de Manuel de Falla, con la versión que estrenó el 15 de abril de 1915, un espectáculo ideado para poner de manifiesto las cualidades de la gran Pastora Imperio como cantaora, actriz y bailaora.

Y Estrella Morente, salía con vestido rojo y mantilla negra, narrando con susurros, cantando e interpretando con pasión a esa gitana enamorada hasta las cachas a la que no le corresponden y a acude a la magia; se transformaba en hechicera hechizando por momentos al público, y acudía a la brujería, se contoneaba, se abanicaba, bailaba de cintura para arriba, cantaba: “Lo mismo que el fuego fatuo,/lo mismito es el querer/que huyes y te persigue,/le sigues y echa a correr./Nace en las tardes de agosto/cuando aprieta el calor/y va corriendo por los campos/en busca de un corazón.

Y en el máximo in crescendo musical, bajaba por las escaleras del escenario recorriendo los pasillos ante el asombro del respetable. En esos instantes se oía una voz femenina, que exclamaba: ¡Guapa! ¡Flamenca! Y Estrella corría al ritmo frenético de la música hasta caer rendida en la escalera, ante el escenario.

La orquesta proseguía y se anunciaban el amanecer con el toque de las campanas, la gitana había triunfado. Y allí estaba radiante Estrella Morente recibiendo los aplausos con un público rendido, también ante la buena puesta en escena de la Orquesta, con los nimios desajustes que lleva consigo un estreno.

La cantaora cumplía su sueño, otra vez más, de poder interpretar al personaje de Candela, ya que para la artista «El amor brujo» forma parte de su niñez y de «su manera de correr por el Albaycín» desde niña. Decía Falla, entonces: «Hemos hecho una obra rara, nueva de la que desconocemos el efecto que pueda producir en el público, pero que hemos sentido».

Maestro De Falla, don Manuel, el tiempo pone cada uno en su sitio. Y usted es muy grande.