Paul Anka, una reliquia de Las Vegas para despedir el Festival de Pedralbes
El crooner canadiense echó el cierre a la cita barcelona con un generoso y nostálgico repaso a más de medio siglo de carrera
david morán
Fue un nostálgico viaje a otra época, a un tiempo en que Las Vegas era el patio de recreo de la música americana y el Rat Pack provocaba desmayos. Una travesía pilotada por Paul Anka, acaso el único intérprete capaz de transformar la canción ligera ... en algo vigoroso y repetir sin desfallecer el mismo guión que viene ejecutando desde hace más de medio siglo.
En Barcelona no se le veía desde una lejana, lejanísima, actuación de 1962, pero el canadiense no necesitó ni treinta segundos para meterse al público en el bolsillo: más o menos los que tardó en aparecer entre las butacas cantando «Diana» y luciendo esa sonrisa inquietantemente perpetua mientras se dejaba agasajar por el público. Acompañado por una banda de catorce músicos, Anka vino a clausurar el Festival Jardines de Pedralbes, que echó ayer el cierre con una ocupación del 77 por ciento y 23.000 asistentes, y acabó exhibiéndose como una reliquia del pasado. Un crooner de rostro museístico y voz a ratos aún potente que echó mano de currículum y credenciales para masajear la memoria de buenas a primeras con «For Once In My Life» y «You’re My Destiny», esta última, como se encargó de recordar, compuesta cuando tan solo tenía 17 años.
Vadeando más de cinco décadas historia, del swing afilado de «My Hometown» al guiño ochentero de «Adam And Eve» y del lamento atmosférico de «My Heart Sings» a ese himno hiperbólico que es «Put Your Hans In My Shoulder», el canadiense paseó enérgico e inagotable por el escenario, compartió su álbum de recuerdos -no faltaron ni las fotos de sus hijos ni posados junto a Elvis, los Beatles y, faltaría más, Sinatra- y se reivindicó como entertainerchapado a la antigua, de esos que pasan casi más tiempo cantando abrazados a la gente y saludando al público de las primeras filas que sobre el escenario.
Con «She Is A Lady» empezó a sobrevolar sobre Pedralbes el fantasma de la verbena y «Do I Love You», con Anka sentado al piano, aplacó un tanto los ánimos, pero justo cuando parecía que la noche iba a torcerse del todo, empezó a revolver el baúl de los recuerdos para llorar a Buddy Holly con «It Doesn't Matter Anymore» y refugiarse de nuevo en Las Vegas con «Crazy Love».
Entre tanto anacronismo -ay, esas proyecciones como de salvapantallas de ordenador-, las versiones swing de «Smells Like Teen Spirit» (Nirvana) y «Tears In Heaven» (Eric Clapton) sonaron a exóticos guiños más o menos contemporáneo de un artista que, sin embargo, se maneja mejor entre los pliegues de «Let Me Try Again», «My Way» y «New York, New York», citas a Sinatra con las que se despidió por primera vez antes de poner el turbo rumbo a Nevada con «Twist & Shout», atropellar el «Proud Mary» de la Creedence y, ahora sí, esfumarse al ritmo de, otra vez, «Diana». Lo dicho: de otra época.
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