Kevin Costner, sesión de fotogenia rock en Barcelona
El actor estadounidense exhibe perfil rockero en su actuación en el Festival Jardins de Pedralbes
Kevin Costner, sesión de fotogenia rock en Barcelona
Hasta no hace mucho, Kevin Costner tenía que conformarse con juntarse con unos cuantos amigotes para dar rienda suelta a sus filias musicales o, en el mejor de los casos, colgarse una guitarra en incluso cantar ante la cámara en películas como «Swing Vote». ... Ahora, sin embargo, el actor estadounidense puede presumir de haberse codeado, aunque sea en la distancia, con supervivientes del show bussines musical como Tom Jones, Simple Minds, Paul Anka o George Benson.
Como ellos, Costner apareció anoche en el Festival Jardins de Pedralbes dispuesto a aparcar su faceta de intérprete y reinventarse durante hora y media como rudo y a ratos tierno rockero de alta cuna. Una maniobra a la que propio autor quiso quitar hierro, bromeando a propósito de la cantidad de maridos que habrían seguido a regañadientes a sus mujeres al concierto y sorprendiéndose incluso de haber oído una de sus canciones por la radio al llegar a Barcelona.
Así que bajó Costner del Olimpo de celuloide al barrizal del country-rock y, en el trayecto, algo se acabó quedando por el camino. Su carisma seguía ahí, engrasando las largas –a veces demasiado- presentaciones de casi cada uno de los temas, y desparramándose sobre el escenario entre bromas y chistes, pero su voz parecía haberse dado a la fuga, resistiéndose a entrar en las canciones y rebotando contra ese muro de guitarras –cuatro en escena, alineadas junto a un violinista letal- que le fabricaba su banda, Modern West. Su presencia escénica lo llena todo, sí, pero en cuanto se enfrenta piezas como «Never Losing You», su garganta se convierte en un campo minado.
Se mira Costner en el espejo de Mellencamp y Springsteen, sí, pero el reflejo le devuelve una versión borrosa, lineal y apelmazada del rock de raíces, esa música americana de toda la vida a la que le busca las cosquillas ya sea con las recias «Ashes Turn To The Storm», «Turn It On» y «Red River» con remansos acústicos como «Down In Nogales». Un ejercicio de estilo resultón y voluntarioso que si se salva es precisamente por el interés –o, mejor dicho, el morbo- de ver a una estrella de Hollywood fuera de su hábitat natural y a ras de suelo.
A eso fue precisamente parte del público, que se entretuvo en fotografiar desde todos los ángulos posibles al actor cantante y, muy educado y sin perder la compostura, se acabó apelotonando frente al escenario mientras Costner y su banda atacaban y desfiguraban «Mr. Tambourine Man», despedida y cierre de una noche con más flashes que canciones. Una velada muy fotogénica pero algo coja en lo musical.
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