Charles Aznavour: «La jubilación es la antesala de la muerte»
El cantante francés, que acaba de cumplir 90 años, actúa hoy en el Gran Teatro del Liceo
Charles Aznavour: «La jubilación es la antesala de la muerte»
Acaba de cumplir noventa años, pero ni siquiera lo ha celebrado. ¿Para qué molestarse pudiendo esperar a los 100, cifra redonda donde las haya, y subir una vez más al escenario convertido en una centenaria leyenda de la chanson?. Esa, por lo menos, es ... la idea. Seguir trabajando sin descanso y retirarse con 120 años. Cualquier cosa con tal de no parar quieto y hacer oídos sordos a cualquier amago de retirada definitiva. «La jubilación es la antesala de la muerte», asegura Charles Aznavour (París, 1924), superviviente de la chanson e icono de la cultura francesa que, tras más de sesenta años de carrera, sigue a lo suyo. Viviendo y cantando. Actuando y componiendo.
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Asegura el cantante y actor francés de origen armenio que escribe cada mañana. No necesariamente canciones, puntualiza, sino cualquier cosa que le ayude a «entrenar ese músculo que es el cerebro». Escribe Aznavour y, de vez en cuando, abandona su refugio en la Provenza para revivir sobre el escenario canciones inmortales como «La Bohème», «She», «Les Emigrants» o «Sa jeunesse». Canciones grabadas a fuego en la memoria de varias generaciones que esta noche volverán a sonar en el Gran Teatre del Liceu, donde Aznavour, aventajado pupilo de Charles Trenet, desembarca para seguir exhibiéndose como embajador de la nostalgia y autodidacta obsesivo. «Es posible que sea el autor con menos estudios. Dejé el colegio a los diez años, pero quiero seguir aprendiendo cada día», confiesa un compositor y cantante que, con medio centenar de discos publicados y más de 100 millones de copias vendidas, sigue sin haber encontrado una canción que le defina perfectamente. O, por lo menos, no una sola. «Todas las canciones sobre el pasado, que son muchas, me definen de alguna manera. De hecho, muchas son la misma canción, aunque escritas de manera diferente. Hace falta talento para que la gente no se de cuenta», asegura.
El amor y el music-hall
Es ese talento el que Aznavour ha venido derrochando durante la últimas décadas, ya fuese para construir su repertorio, escribir canciones para Edith Piaf y Juliette Gréco y, cómo no, bordar sus colaboraciones con Frank Sinatra y Liza Minelli. Aún así, no esconde el francés que quizá su voz empieza ya a batirse ligeramente en retirada. «Al principio tenía mala voz y después mejoró. Ahora la mala voz ha vuelto, pero la gente lo disfruta y aprecia», reconoce.
Nada grave, sin embargo: el poder que impregna sus canciones, esas a las que volverá una vez más en apenas un mes para dar forma a otro disco en francés, inglés «y quizá en italiano», sigue estando más en el fondo que en la forma. «Los temas son lo importante —apunta Aznavour—. Parecen canciones de amor, sí, pero muchas abordas temas como la homosexualidad, el extrarradio, la juventud… El público necesita ser seducido con los temas románticos, pero has de forzarlo con otros temas».
Adicto al trabajo y permanente acompañado por uno de sus cuatro hijos, que ejerce de implacable manager, Aznavour no descansa y, además de girar por ciudades como Barcelona, Italia, Los Ángeles, Ginebra, Londres o Fráncfort, prepara actualmente una comedia musical de la que, asegura, ya se han podido ver los primeros ensayos en Broadway.
Una nueva vía de escape para un artista que supo combinar en su día la canción con la interpretación —ha participado en cerca de 70 películas — y que, por más que considera que «actualmente la mayoría de música es insípida», no cree que con él se acabe una estirpe de creadores. «Siempre dejas una estela a tu paso, un legado. Y del mismo modo que a mí me influyó Trenet, existen jóvenes que retoman la estela de sus antecesores», señala.
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