El Sónar se despide con 109.000 asistentes
El festival echa el cierre de su XXI edición con la sensación de haber reforzado «la personalidad del festival»
david morán
No ha sido sido posible repetir el histórico récord del año pasado, cuando el XX aniversario y la presencia de Kraftwerk y Pet Shop Boys empujaron al festival hasta los 121.000 visitantes, pero el Sónar ha empezado a despedirse este sábado ... con la satisfacción de haber conseguido reafirmar «la personalidad del festival», en palabras de Enric Palau, codirector de la cita barcelonesa. En total han sido 109.000 personas las que, durante el fin de semana, han desfilado por la Fira de Barcelona y la Fira Gran Via, una cifra que, pese a quedarse algo por debajo de la de 2013, devuelve al festival a su dimensión natural y esconde a su vez un nuevo récord.
Y es que, por primera vez, el Sónar de Día ha superado su techo alcanzado la cifra de 52.000 visitantes, una marca a batir que equilibra aún más las dos caras del festival y confirma la apuesta de sus organizadores por ampliar la oferta diurna con nuevas vías de escape tecnológicas, industriales y artísticas. El cambio de emplazamiento, que ha permitido realizar proyectos antes impensables como la sesión non-stop de Despacio o la gigantesca instalación de Carsten Nicolai , ha ayudado lo suyo, aunque también el esfuerzo de los responsables por combinar la faceta festiva con la de centro de negocios tecnológico. Tanto es así que incluso el alcalde de Barcelona, Xavier Trias , se quedó sorprendido por la dimensión de un festival que visitó el viernes por la tarde por primera vez. El presidente de la Generalitat, Artur Mas , también visito el festival, aunque prefirió pasearse por los escenarios nocturnos para conocer de primera mano lo que se cuece dentro de uno de los ganadores del Premi Nacional de Cultura.
Así, bendecido una vez más con el favor del público y a falta de que Chic despidiera de madrugada esta XXI edición con su festín de clásicos de la era disco, el Sónar ha empezó a despedirse con un Kid Koala que, disfrazado de ídem y acompañado por tres bailarinas emplumadas, ha regado el Village con beats galácticos. La gran protagonista, sin embargo, ha sido Neneh Cherry , quien ha renacido en el Hall encajando su voz en el torrente de ritmos que servían «Rocketnumbernine» y reivindicándose como espíritu libre de la música negra. Ha sido la suya una vibrante sesión de sonidos orgánicos enredados en pespuntes electrónicos, brumas con regusto a trip hop añejo y sacudidas de R&B mutante siempre sometidas a ese torrente vocal que hizo de Cherry uno de los iconos musicales de los noventa.
Otra voz, la de la cotizadísima Sílvia Pérez Cruz , ha protagonizado la sorpresa de la jornada sumándose a una de las presentaciones profesionales de Oval Sound, instrumento de percusión con forma de platillo volante que la catalana ha reforzado con su quejío doliente.
Será por cosas como esta por las que el Sónar presume de ser un festival que gusta de moverse entre los extremos, filosofía que quedó clara el viernes por la noche mientras Robyn y Röyksopp firmaban una vistosa apuesta por e pop sintético en su versión más eufórica y, un poco más allá, Moderat subvertían géneros y deformaban el soul hasta convertirlo en un irresistible desguace de ritmos, bailes quebrados y electro zumbón.
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