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música

Haydn, un laboratorio para experimentar

Haydn, Mozart y Kurtág conforman el sustancioso menú que el Cuarteto Quiroga ofrece en el Auditorio Nacional en el ciclo «Contrapunto de Verano», que comienzan este jueves

Haydn, un laboratorio para experimentar josep molina

por stefano russomano

A los del Quiroga se les nota que son un cuarteto de cuerda incluso cuando toman un café. Se sientan a la mesa del bar en semicírculo; para comunicarse entre ellos les basta un simple gesto o una simple mirada; cuando tienen que contestar a las preguntas, se reparten las respuestas de acuerdo a una pauta silenciosa y ordenada. Nadie interviene nunca a destiempo o pisa la entrada de otro. Cuando se lo hago observar, ríen. «Solo nos pisamos en los ensayos -bromea Aitor Hevia, primer violín del cuarteto-. Ahí nos pegamos, nos decimos de todo».

En poco tiempo, el Cuarteto Quiroga se ha convertido en uno de los conjuntos de cámara españoles más activos y pujantes. Precisamente en los próximos días acometen uno de sus proyectos más ambiciosos: dentro del ciclo «Contrapunto de Verano» del CNDM , ofrecerán a lo largo de seis conciertos los Cuartetos opus 20 de Haydn, los Cuartetos «Haydn» de Mozart y la integral para cuarteto de cuerda de uno de los grandes maestros contemporáneos, el húngaro György Kurtág. «El diseño de la propuesta es de Antonio Moral, director del CNDM, quien nos la propuso. Nosotros nos sumamos encantados, porque nos parecía una idea excelente lo de combinar estas obras y estos autores».

Microcosmos sonoros

Algunas conexiones resultan evidentes, otras son más subterráneas. «Las obras de Mozart y Haydn son tremendamente renovadoras, experimentales e incluso radicales en su propuesta para lo que se estaba haciendo en la época. Son muy avanzadas tanto por la utilización que hacen del propio cuarteto de cuerda, un género que entonces movía sus primeros pasos, como por el trabajo que realizan con el material sonoro. Haydn experimenta con todo tipo de forma, algunas heredadas del pasado, otras nuevas. Mozart, admirado por la creatividad de Haydn, escribe seis cuartetos y se los dedica. Los Cuartetos «Haydn» son las obras más trabajadas de todo el catálogo mozartiano. De ninguna otra partitura suya se conservan tantos borradores y tachones. Ambos coinciden en una cosa: utilizan el cuarteto de cuerda como un laboratorio para experimentar las propuestas más radicales».

Desde esta perspectiva, la obra de György Kurtág encaja de una manera muy natural. «Kurtág también bebe de las formas pasadas. Por un lado, está jugando con la tradición (en sus piezas hay referencias a Bártok, Berg, Bach, el folclore de su país, los procedimientos canónicos de la polifonía flamenca...), pero al mismo tiempo plantea una manera de escribir música única».

Kurtág se caracteriza por un estilo inconfundible, basado en una concentración máxima de elementos mínimos: microcosmos sonoros de breve duración, donde cada elemento cobra un relieve expresivo fundamental. Todo ello encierra notables dificultades a la hora de encarar estas obras: «En Kurtág, hay mucha sugerencia no explícita. Como todo ocurre en momentos muy cortos, resulta de fundamental importancia que la gestualidad esté llena de contenido. La escritura de Kurtág tiene una gran complejidad: de hecho, a veces sus indicaciones pueden parecer un poco contradictorias. Esto hace el trabajo del intérprete muy intenso. Puedes llegar a ensayar una hora y media una pieza que dura un minuto. En la música de Kurtág, todo importa: no sólo el sonido, también el silencio, el espacio que hay entre notas».

¿No es algo quimérico hablar de silencio al público español? «Vivimos en una sociedad ruidosa. La gente no soporta el silencio. Cuando en un estadio se guarda un minuto de silencio, a los treinta segundos muchos ya no aguantan. Es fundamental recordarle a la gente que la música nace del silencio y vuelve al silencio. La materia prima de la música es el silencio. Mira a Mozart y Haydn, cómo juegan con los silencios: es increíble. Si uno piensa que la música es solo aquello que es sonido, en cuanto cesa de haber sonido la tensión cae».

Ejercicio radical

La motivación del intérprete es también imprescindible a la hora de crear un canal de comunicación con el público en cualquier tipo de repertorio. « Harnoncourt tiene razón cuando afirma que existe la tendencia a tocar el repertorio clásico como si fuera un florero. Un cuarteto de Haydn es un ejercicio tan radical de comunicación y tan experimental como lo es Kurtág. Si nosotros lo tocamos como si fuera una especie de música de ascensor, entonces el público tenderá a pensar que eso es lo que tiene que escuchar: una música agradable, no un ejercicio de emociones, de intelecto, que te mueve».

El discurso vuelve indefectiblemente a Haydn, un autor que para el Quiroga es la piedra de toque del género del cuarteto. «Haydn es el abecé del cuarteto. A nuestros alumnos de cámara siempre les pedimos que preparen un cuarteto de Haydn, porque en su música todo encaja con una perfección que resulta de lo más pedagógico. Haydn hace que los instrumentos se intercambien los roles: así cada uno aprende cómo se acompaña, cómo se canta, cómo se construye el discurso musical. Los compositores que han venido después han añadido cosas, pero la base está ahí. Y si la aprendes bien, puedes medirte con cualquier autor».

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