crítica de música
Riccardo Muti, la voluntad de un ideólogo
La rotunda ovación con la que la noche del lunes se recibió en el Teatro Real la interpretación del «Réquiem» de Verdi ha sido la definitiva culminación de un viejo deseo
alberto gonzález lapuente
Por fin, Riccardo Muti ha mostrado su verdadera faz en el Teatro Real. Se le había visto al lado de Mercadante e «I due Figaro» , de Donizetti y «Don Pasquale» , interpretaciones que por mucho que se elogiaran en su momento, no pasaron de ... ser trabajos menores para un director de referencia que ha protagonizado grandes empresas al lado de músicas de mucha mayor enjundia. Había, por tanto, expectación ante la visita a Madrid junto a Verdi y la «Messa da Requiem» . Las entradas agotadas desde hace tiempo, en contra de lo que está siendo habitual esta temporada, era un primer síntoma de curiosidad; la rotunda ovación con la que la noche del lunes se recibió la interpretación de la obra ha sido la definitiva culminación de un viejo deseo. Muti mostró ayer la razón de su prestigio, de ahí los muchos aplausos que se le dedicaron y que él evitó recibir en solitario, compartiéndolos, una tras otra salida, con los solistas, el Coro de la Comunidad de Madrid, el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, y los miembros de la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini.
Pero no sólo el prestigio antecedía a Muti. Además de hacer música, al director le gusta explicarla y son muchos los lugares donde ha procurado describir lo que representa Verdi en su trayectoria artística. En colaboración con Armando Torno firmó hace dos años el libro «Verdi, l’italiano» del que merecería la pena hacer una edición en castellano. Allí recorre la «Messa da Requiem» negando la mayor ante una partitura que dice sentir de forma reflexiva y tan llena de trampas, tan peligrosa , que «se sabe como comienza pero nunca como acabará». Esta es una frase brillante, entresacada de entre muchas que demuestran que Muti puede ser genial, hablando y dirigiendo : desde el mismo comienzo en el que se coloca en el atril y sin aparente esfuerzo convierte el arranque del «Réquiem» en una sugerencia, tan sutil, tan exacta en el fraseo y en los silencios, que de inmediato surge una tensión ambiental que sólo alguien como él es capaz de mantener hasta el final.
Entre medias, muchas cosas y buenas pasaron en el transcurso de la interpretación y no todas en correspondencia con la teoría. Por ejemplo la elección de un cuarteto solista particularmente robusto , resistente y con autoridad: ya sea la soprano Tatjana Serjan , dramática en el carácter y espesa en el timbre; el fornido tenor Francesco Meli, colorista en la emisión y más cercano a lo heroico que a lo lírico; el bajo Ildar Abdrazakov , de presencia más mesurada, y la mezzo Ekaterina Gubanova de estupenda línea y calidad. Con esta colaboración el «Réquiem» bordeó lo atlético, lo rotundo y lo definitivo , alcanzando momentos grandiosos y apabullantes . Y junto a ellos algunos particularmente expresivos, a la cabeza el «Lacrimosa» con el «tempo» curiosamente retenido y la cuerda articulando de forma jadeante. Profundidad de concepto, pero muy particular pues Muti es siempre director que prefiere el rigor a la fantasía , lo firme a lo balanceado… la reciedumbre con la que es capaz de construir un «Réquiem» como el escuchado la noche del lunes en el Real.
Riccardo Muti, la voluntad de un ideólogo
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