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Alfred Brendel, el semiólogo musical

El pianista checo ha impartido este semana una conferencia en el Auditorio Nacional sobre «¿La música clásica tiene que ser completamente seria?»

Alfred Brendel, el semiólogo musical yolanda cardo

alberto gonzález lapuente

Es inevitable sentirse abrumado ante la presencia de Alfred Brendel, como lo es ante lo grande, lo no alcanzable. A sus 82 años, Brendel pisa los escenarios para explicar que todo aquello que nos rodea, la convulsión diaria, la obsesión por estar y aparecer, por ser el primero, tiene mucho de fútil y poco de importante. Hasta hace muy poco, tocaba el piano, invitando a compartir una ilusión. Al menos eso hacía creer. El intérprete siempre tiene algo de embaucador. Hoy entretiene explicando de forma fácil cuestiones complejas, imposibles de adquirir en la inmediatez de la red, en el titular impactante y anecdótico, en el texto escrito sin tiempo para la reflexión. De cuestiones que requieren estudio, esfuerzo, interés, la sabiduría de años.

Brendel ha estado en el Auditorio Nacional hablando del humor en la música. El asunto es grave (el compositor Benet Casablancas, hombre severo en su arte, tiene editado un libro sobre el asunto), sobre todo porque implica entrar en la intrahistoria del lenguaje musical, trasladarse al presente de las obras, a un tiempo contemporáneo en el que el estilo era una forma de comunicación y no una mero disfraz estético. Por eso sorprende descubrir que un acorde, una articulación, un arpegio o una tonalidad inscrita en la «Sonata en Do mayor» del último Haydn o en la «Sonata opus 31/1» de Beethoven, ese gesto que hasta ahora parecía un mero adorno tenga significado propio en el mundo de la ironía. Lo dice Brendel con voz pausada, otorgando a los silencios el mismo valor que a las palabras, usando breves grabaciones y, a veces, sentándose al piano para glosar el ejemplo.

La presencia de Alfred Brendel coincide con la publicación de su libro «De la A a la Z de un pianista. Un libro para los amantes del piano» en el que de recorre conceptos con la misma cordialidad con la que se expresa en vivo. Un ejemplo: «Humor: …a la música se le concede el suspiro, no la risa…». De ahí el valor que tiene leer una mueca en la cara de Brendel el conferenciante, una ceja levantada, una frase bien entonada.

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