El rápido ascenso de un mito
Las penurias que hubo de superar Ataúlfo Argenta estuvieron en relación directa con las miserias de un país acostumbrado a mirarse el ombligo
El rápido ascenso de un mito
Con frecuencia se comparó a Ataúlfo Argenta con El Greco y sus figuras desgarbadas. Él mismo entró en la broma fotografiándose junto a «El caballero de la mano en el pecho»: los dos estilizadamente escuálidos, con porte y estilo, de rostro demacradamente español. Añádase ... la simpatía, la listeza, lo inteligente, la perspicacia, la afabilidad y la generosidad y se tendrá el retrato completo. O casi completo, pues ninguna descripción haría justicia al más grande director de orquesta español si se omite la genialidad que, como en el pintor, sólo es posible entender en el contexto de una España tan dada a la gloria de quien venciendo dificultades se consagra como mito.
En el caso de Argenta, las penurias que hubo de superar estuvieron en relación directa con las miserias de un país acostumbrado a mirarse el ombligo. Un ejemplo lo hace evidente. En 1954 la revista «Ateneo» publicó varios artículos sobre «La música española en el mundo», quince años antes y quince después de la Guerra Civil. Argenta explica que frente a los músicos del anterior «movimiento musical importantísimo... demostrativo de que, en España, los compositores tenían sus ventanas abiertas al exterior y caminaban en vanguardia», ahora «la composición musical española atraviesa su punto más bajo desde que empezara a contar con Albéniz y Granados... Nuestros compositores viven de espaldas al movimiento musical actual. Y, por mucho que queramos aupar ciertos nombres y obras, la verdad es que no resisten el contacto con los aires que en el mundo corren.»
Del resultado de la polémica da cuenta el golpe en la mesa del ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez , con una frase muy propia: «Si no quiere rectificar, me da igual. Nosotros somos capaces de fabricar otro Argenta mañana mismo.» Obviamente, Argenta rectificó, tras valorar seriamente la codirección de la Suisse Romande de su amigo Ernest Ansermet.
De pianista a director
Para entonces, ya era director de la Orquesta Nacional de España , el cuerpo vivo de la «música oficial» en España, y estaba en el cénit de una carrera que apenas duró trece años acumulando novecientos conciertos, seiscientos títulos en repertorio e invitaciones de cuarenta orquestas europeas donde fue comparado con Toscanini y Furtwängler. Carrera breve pero de una progresión fabulosa, iniciada como pianista y asentada a partir del encuentro con el director Carl Schuricht en 1941, mentor de sus estudios en Alemania y, como él, gran intérprete del gran repertorio romántico centroeuropeo. De ahí el legado, de Schubert a Schumann, Strauss, Mahler o Brahms , cuyas sinfonías a punto estuvo de grabar con la Filarmónica de Viena. También ante las escuelas nacionales y el repertorio de la primera mitad del siglo. Además del español, de la zarzuela a sus contemporáneos a los que tanto contribuyó a difundir. De todo ello quedan referencias discográficas que hacen valer el sentido práctico antes que el intelectual, la capacidad para dibujar un perspectiva global de las obras, la precisión rítmica, la apasionada expresividad, el brillo, el sonido acabado, la grandeza. La demostración palpable de que no era posible fabricar otro Argenta aunque sí una España musical muy distinta de no haber muerto a los cuarenta y cinco años.
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