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Nick Cave funde a negro el Primavera Sound

El festival se despide con un nuevo récord de asistencia de 170.000 espectadores y el anuncio de Neutral Milk Hotel como primer fichaje para la edición de 2014

Nick Cave funde a negro el Primavera Sound efe

DAVID MORÁN

Se arrancó Nick Cave con «Jack The Ripper», atronadora ventana a un abismo de rock turbulento y torturado, y un par de acordes bastaron para apartar de un manotazo de Blur y Phoenix . Ambos habían pasado por el mismo escenario encabezado las noches de jueves y viernes en el Primavera Sound, sí, pero ninguno había conseguido alcanzar semejantes cotas de intensidad y crudeza. Será que, después de todo, lo del australiano es otra liga y, si me apuran, otro deporte, algo que quedó claro viéndole bramar «Stager Lee» apoyándose en el público de las primeras filas y restregándole la entrepierna por la cara a una chica que no salía de su asombro.

He aquí Nick Cave, caballero oscuro y animal escénico incomparable , exhibiendo la mejor versión de sí mismo y comandando a unos The Bad Seeds salvajes y volcánicos . ¿Qué mejor manera de despedir el Primavera Sound 2013 que abandonarse a ese pozo de oscuridad y electricidad diabólica que el australiano empezó a cavar con «Jubilee Street» y «We No Who U R» y fue perforando a base de detonaciones mayores como «Tupelo» o «The Mercy Seat»?

Incluso las piezas de su nuevo trabajo, el aparentemente calmo «Push The Sky Away», acabaron sonaban extrañamente inquietas y amenazantes junto a piezas de electricidad desbocada como «The Weeping Song» . Una auténtica lección de rock crudo e inflamado que, sin embargo, acabó sabiendo a poco cuando, después de apenas una hora, el australiano bajó la persiana de un modo un tanto atropellado. Seguramente ese era el tiempo pactado, pero dejó al público con ganas de más.

Elegancia y entusiasmo

Antes de que Cave apareciese en escena, el estreno en Barcelona de los remodelados Dexys de Kevin Rowland ya había dejado el listón por las nubes. Pura emoción, el británico firmó una actuación memorable interpretando de cabo a rabo el reciente «One Day I’m Going To Soar» y manejando como nadie la elegancia del soul, el entusiasmo del pop y la elevación de su espléndida voz.

Acompañado por ocho músicos sobre el escenario y adornando las canciones con pequeñas dramatizaciones, el autor de «Let’s Make This Precious» lo hizo realmente precioso y zanjó su pase en el Auditori de forma magistral encadenando una versión latina de «Geno» y una eufórica versión de «This Is What She’s Like». Sensacional e irrepetible.

Con las inoportunas caídas de cartel de Rodríguez y Band Of Horses y la sombra de Nick Cave alargándose por todo el recinto, el resto de los frentes se los repartieron el sábado Wu-Tang Clan, Los Planetas y My Bloody Valentine. Los primeros, toda una institución del hip hop estadounidense, pusieron patas arriba el escenario Primavera y se reivindicaron como imparable apisonadora de rap inflamado disparando versos con metralla y sampleando el «Come Together» de los Beatles, mientras que los granadinos se enfrentaron cara a cara con su pasado para vérselas con «Una semana en el motor de un autobús» quince años después de su edición. De «Segundo Premio» a «La Copa de Europa » del tirón y sin bises –había prisa por llegar a My Bloody Valentine- en un ejercicio de nostalgia que empezaron con cierta desgana pero no que hizo más que crecer entre capas de distorsión, sacudidas rítmicas y picos de intensidad como «Ciencia Ficción».

Despedida y cierre

A My Bloody Valentine les tocó cerrar el escenario Heineken tirando del hilo del reciente «mvb» y desatando un nuevo chaparrón eléctrico que, comparado con la atroz actuación que ofrecieron hace años en el festival, quedó un tanto deslucido. Menos volumen e intensidad matizada para seguir reivindicándose, pese a todo, como grandes artesanos del noise planeador.

Y mientras Omar Souleyman y Hot Chip disparaban la traca final y vestían el fin de fiesta de electrónica exótica y zumbona, el Primavera Sound echaba el cierre a otra edición de ensueño. Y es que, agotadas todas las hipérboles y desactivada cualquier prevención ante una crisis que, durante tres días, se ha evaporado entre acoples y guitarrazos, el festival sigue avanzando imparable como ineludible Meca del pop alternativo en formato expansivo.

El éxito, es cierto, estaba casi cantado desde que los abonos se evaporaron en tiempo récord, pero aún así los responsables de la cita exhibían ayer la cifra de 170.000 espectadores con el orgullo de quien ha vuelto a coronar un nuevo ochomil.

Siempre habrá quien desconfíe de la masificación y añore el encanto doméstico de las ediciones pasadas, pero por el momento el festival consigue mantener el equilibrio entre bullicio y delicadeza, entre la nostalgia y el descubrimiento, entre el bullicio de los grandes escenarios y la fascinación del Auditori. Una nueva prueba de que se puede pensar a lo grande sin perder el rumbo, máxima que vino a confirmar el anuncio de los añorados Neutral Milk Hotel como primer fichaje para la edición de 2014.

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