Los compositores (españoles) del siglo XXI
En el disco «Visiones» el pianista Mario Prisuelos presenta las obras de una nueva generación de compositores -Parra, Carro, Carretero, Luaces, Minguillón, Magrané-, marcada por una realidad: la desaparición de las subvenciones
Los compositores (españoles) del siglo XXI
Hace unos días la Fundación Juan March, bajo el nombre de Compositores Sub-35 (haciendo referencia a la edad que tenía Mozart cuando falleció), inició un ciclo de conciertos para mostrar el trabajo de las nueva generación de creadores. Retomaba así el espíritu del Aula ... de (Re)estrenos, creada en 1986, en esta misma institución.
La primera cita la protagonizó el pianista Mario Prisuelos , que presentó su disco «Visiones. Compositores para el siglo XXI» (Verso), en el que reúne partituras de Mario Carro (Madrid, 1979), Hector Parra (Barcelona, 1976), Alberto Carretero (Sevilla, 1985), Hermes Luaces (Madrid, 1975), José Minguillón (Madrid,1979) y Joan Magrané (Reus, 1988). A ellos se sumaron, las partituras más recientes de la asturiana Raquel Rodríguez (Oviedo, 1980), Jesús Navarro (Santander, 1980) y Nuria Núñez (Cádiz, 1980). Las obras de algunos de estos compositores ya fueron presentados la pasada primavera en el Festival SON, organizado por MúsicadHoy.
Cuando todavía siguen en activo los senior de la composición española - Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Antón García Abril ...-, y la generación posterior, integrada por Jesús Rueda, Jesús Torres, David del Puerto, Mauricio Sotelo, José María Sánchez-Verdú ..., surge otra que viene pegando fuerte y a la que se ha etiquetado con el nombre de Sub-35 con el fin de aglutinarlos -¿por motivos de marketing?- aunque bajo ese paraguas se agrupen estéticas muy diferentes. «Ya en la generación anterior, en la de Sánchez-Verdú, no existía una etiqueta precisamente por la diversidad de lenguajes. Y en la del 51 se utilizó ese nombre porque les venía bien», indica Hermes Luaces, del que se incluyen tres preludios en el disco «Visiones».
Una grabación que surgió como «una consecuencia natural de un trabajo realizado -explica el pianista Mario Prisuelos -. Llevo mucho tiempo estrenando y tocando las obras de estos compositores, tanto en España como fuera, y personalmente sentí la necesidad y el compromiso de reunir esto y mostrar que existe un grupo o una generación -llámalo como quieras- nueva de creadores que por ciertas circunstancias -la situación económica actual- no esta teniendo la suerte y el empuje que debería».
Para Luaces la precaridad en el mundo de la música contemporánea es anterior a esta crisis. «No es solo una crisis económica, es una crisis cultural», sentencia.
A ellos le ha tocado vivir la resaca de unos años de cierta bonanza -siempre menor que en otros géneros artísticos- a la hora de recibir subvenciones (se multiplicaron con la llegada de Juan Carlos Marset al Instituto Nacional de las Artes Escénicas). Una ausencia, la del dinero público, que debe ser sustituido ahora por imaginación e iniciativas personales. «Nadie lo ha tenido fácil, pero sí es cierto que la política cultural ha cambiado radicalmente. Cuando yo gané el premio Reina Sofía de Composicion tuvo gran repercusión. Fue el principio de todo. Mañana, sería nula», insiste Luaces, que reconoce que su generación, frente a las anteriores, «lo ha tenido más fácil a la hora de salir fuera. Ahora tenemos otras dificultades, tal vez no sean mayores pero son otras. Esa apuesta tan abierta que hubo por los compositores de aquí,en lo que respecta al apoyo público, tengo la sensación que si no ha desaparecido ha decaído mucho».
«Los premios no son la panacea»
Raquel Rodríguez, por su parte, que se gana la vida dando clases -en el Conservatorio de Música de Avilés- como muchos otros colegas, considera que «para que te estrenen una obra es preciso ganar un premio». Sin embargo, esto no asegura que la partitura perviva en el tiempo y vuelva a ser programada, un síntoma claro de que muchos estrenos se hacen de cara a la galería para cubrir cuotas y no por un compromiso a largo plazo con la creación.
«Ganar un premio no debe ser el fin sino que debería de servir de escaparate del talento y convertirse en el principio de algo», contesta Luances. «Los concursos ya no son la panacea».
«Solo si encuentras un director o un intérprete que le gusta tu música, tienes una pequeña garantía de que retome tu obra y te vuelva a llamar».
Prisuelos: «Como intérprete me considero en la obligación de abrir mi alma en canal»Ese ha sido el papel de Prisuelos, que ha servido de nexo de unión para esta grabación, y posterior presentación en la Fundación Juan March. «Tengo formación clásica pero tuve la suerte de entrar en contacto con Humberto Quagliata, un pianista que siempre ha realizado una gra difusión de la música que le tocó vivir. Yo lo he hecho con la de mi generación, la del siglo XXI. Algo que me parece muy bonito -continúa- es conocer de primera mano lo que quieren hace sentir los compositores con su música, lo que quieren comunicar. A Beethoven ya no le puedo preguntar nada», bromea. Y, subraya, que su labor no acaba con la interpertación de la obra una vez, «sino que la incluyo en mi repertorio, junto a Granados o Falla, y las dejo que vayan creciendo conmigo mientras hago una labor de difusión. Para mí es un deber moral y de satisfacción personal. Como pianista miro si la música es buena o mala, si es comunicativa, y, sobre todo, como intérprete me considero en la obligación, cuando subo a un escenario, de abrir mi alma en canal», confiesa Prisuelos.
Una cualidad «que se nota», apunta Raquel Rodríguez. «Hay que hacer un gran esfuerzo intelectual y físico para llevar adelante algo como eso», elogia la compositora asturiana.
Lenguajes muy diferentes
En cuanto a la estética musical de este grupo de jóvenes, Prisuelos asegura que los lenguajes son muy diferentes «algo que se puede apreciar en el disco. Hay quien sigue apostando por el ruido, otros por otro lenguaje más abierto a la melodía... Bien utilizando unos recursos u otros, lo que me llama la atención es el interés especial por comunicar».
Una de las principales preocupaciones de este grupo de compositores es precisamente la de comunicar con el público, algo que dejaron al margen de una manera premeditada algunos de sus predecesores a mediados del siglo XX. «Aquello se entendió como una necesidad histórica. Ahora estamos en otra fase», matiza Luaces, que este fin de semana presenta en Alcobendas, junto a Prisuelo, su espectáculo «Bitácora», un proyecto multidisciplinar, con música, danza, proyecciones y poesía, pensado «en un público general que puede tener o no formación clásica».
Comunicarse con el público
«Si las subvenciones no llegan, tendrás que contar con el público», reconoce Luaces. «El factor humano está tomando una gran relevancia a la hora de aunar esfuerzos para sacar proyectos adelante, no por empatías personales -subraya Prisuelos-. Ahora hay un interés mayor por llegar al público quizás porque sabes que no tienes detrás el encargo institucional con el talón preparado». Un aspecto, que al contrario de considerarlo negativo, el pianista madrileño, que ha llevado la música española del siglo XX y XXI a escenarios como el Carnegie Hall, donde ha sido recibida entre ovaciones, lo contempla de manera positiva, al igual que la compositora asturiana que cree que ahora «se valorará más la calidad de la obra, ya se trate de un proyecto de grandes dimensiones -una obra sinfónica- que de uno pequeño -música de cámara-, que muchas veces presenta mayores dificultades». Es el momento de apostar por el talento y por la audacia a la hora de crear proyectos.
Ver comentarios