Muere el filósofo Alasdair MacIntyre, el último moralista
Su libro 'Tras la virtud' (1981) fue un misilazo a la línea de flotación de la ética contemporánea
El filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025
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Iniciar sesiónAlasdair MacIntyre (1929-2025) ha muerto un día de Santa Rita, patrona de las causas imposibles, fecha más que apropiada para el filósofo que defendió la virtud cuando ya nadie creía en ella.
Militó de joven en el marxismo y ya cincuentón se convirtió ... a la religión católica y abrazó el tomismo. En Oxford, Boston y Notre Dame filosofó en la intersección entre sentido común y metafísica. Su libro 'Tras la virtud' (1981) fue un misilazo a la línea de flotación de la ética contemporánea. Allí defendió que sin virtudes cultivadas en una tradición compartida el lenguaje moral no es sino palabrería vana. De ahí su célebre crítica al universalismo abstracto de los derechos humanos, que comparó con las brujas y los unicornios: todos creen en ellos, pero nadie puede verlos.
Su crítica a la concepción liberal del individuo, continuada en 'Justicia y racionalidad' (1988) y en 'Animales racionales y dependientes' (1999), no fue menos contundente. Denunció que el individuo contemporáneo era una ficción ontológica ajena a la criatura humana, que por definición es dependiente y se encarna en costumbres y tramas comunes que le dan sentido. Para MacIntyre, el ser humano era un animal narrativo: el yo es un hilo que se anuda en el telar de las prácticas comunes; Difícilmente puede un individuo proclamarse autónomo cuando su identidad se teje con los hilos de una lengua heredada y una cultura compartida.
Con casi noventa años publicó el espléndido 'Ética en los conflictos de la modernidad' (2016), su último gran libro, donde cargó contra el Estado moderno, que retrató como una maquinaria burocrática desvinculada del bien común, y contra la «legitimación performativa», farsa elegante que hace que creer que las instituciones son racionales porque funcionan, aunque hayan olvidado hace mucho tiempo para qué. También ajustó cuentas con el utilitarismo y el emotivismo: el primero, por reducir el juicio práctico a un ejercicio de contabilidad; el segundo, por rebajarlo a mera preferencia emocional.
MacIntyre fue un filósofo excepcional en todos los sentidos: una rara excepción en un panorama dominado por el especialismo y un maestro del pensamiento encarnado. No solo revitalizó la ética de la virtud, sino que transformó nuestra forma de entender la moral. Supo escarbar entre los escombros de la tradición sin empantanarse en la melancolía, dando aliento contemporáneo a la vieja eudaimonía aristotélica. Entendió que la comunidad no se reconstruye con grandes teorías, sino por medio de costumbres virtuosas. En una época de fragmentación, anomia e identidades deshilachadas, nos recordamos que solo hay moralidad donde hay virtud tejida en lo común. En tiempos cínicos, su exhortación a buscar «nuevos San Benitos» resulta con más urgencia que nunca.
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