Mónica García vs. Alberto Casero: el cara a cara de la pifia

Revivamos la magia. Alberto Casero es un señor gordito del PP que se equivocó de voto permitiendo sacar adelante al Gobierno de Sánchez su fundamental reforma laboral que, sin su inestimable error, podría haber supuesto incluso la caída de la actual vicepresidenta Yolanda Díaz. Todo hubiera cambiado, quizá Pablo Iglesias seguiría con coleta. Otro futuro.

Pero no. En una entrevista reciente en el 'El Mundo', el exdiputado cuenta que sigue con ayuda psicológica desde entonces, recuerda que votó enfermo y que, no olvidemos, ahora en campaña Feijóo ha dicho que ya no iba a derogarla. El birlibirloque da para conspiranoia tuitera. El arte de la política, lo llaman.

Por otro lado, «está médica y madre», doña Mónica García, que tuvo unas horas el 15 de marzo de 2023 en las que no le tosía ni Toni Genil de setas. Por la mañana, exigió la dimisión del vicepresidente madrileño Ossorio por ser beneficiario de un bono social térmico para calefacción y agua caliente destinado a «paliar la pobreza energética en los consumidores más vulnerables». Señalaba: «Resulta que cobra el bono social térmico, esas paguitas de las que hablan y luego ellos se benefician». Y remató a lo Haaland: «Dimita hoy por vergüenza, por saltarse todas las líneas de falta de ética pública». Pero la Policía del karma (o el genio de la mofa) llegó imprevistamente raudo. A media tarde de ese glorioso día, se descubrió que su marido, ejecutivo de una multinacional, también había sido beneficiario de ese bono social térmico destinado a «paliar la pobreza energética de los consumidores más vulnerables». Algunos no queremos abandonar nunca esas horas en donde cualquier cosa podía suceder.

¿Con cuál quedarse? En principio, y sin duda, la trascendencia del fallo de Casero es muy superior, e incluso afectó a Pablo Casado que pocos días después dimitía tras su pulso con Ayuso. Pero es un error sin querer. Sin embargo, la obra maestra de Mónica García es en tiempo y forma perfecta y pone sobre la mesa todas las hipocresías de los que hace gala la sobreactuada clase política que no tiene problemas en jugar con el tiempo para que todo pase, salvo Casero que aún es la burla de España aunque Feijóo quisiera ahora salvaguardar aquello que él, entonces, permitió. En conclusión, el teatro cómico vive buenos momentos en España y ha resuelto con solvencia la retirada de Albert Rivera. ¡Bravo!