'Tendría que mejorar un poco', el testamento de Jürgen Habermas
En su nuevo volumen de conversaciones, el gran filósofo alemán repasa su vida y su obra con aroma de despedida
De los viejos a los nuevos totalitarismos
Corresponsal en Berlín
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Iniciar sesiónA sus 95 años cumplidos, Jürgen Habermas hace balance de sí mismo y de su propia obra, en una entrevista con su antiguo alumno y profesor emérito de Sociología de la Universidad Carl von Ossietzky de Oldemburgo, Stefan Müller-Doohm, y con el asistente ... de investigación del Departamento de Filosofía de la Universidad de Wippertal, Roman Yos, en un nuevo volumen de conversaciones que publica en Alemania la editorial Suhrkamp Verlag.
El filósofo proporciona en la conversación abundante información sobre los motivos de su pensamiento, a lo largo de toda su obra. También da explicaciones sobre las circunstancias en las que se desarrolló y los cambios que experimentó a lo largo de las décadas, observando su obra desde la perspectiva del proceso.
Queda expuesta una red de relaciones que configura en buena parte el mapa intelectual europeo del siglo XX y hasta nuestros días. Podría considerarse el testamento de Jürgen Habermas si no fuera porque nadie pierde la esperanza de que todavía siga escribiendo. Y lo cierto es que muchos de los recuerdos que comparten destilan cierto aroma a despedida. En todo caso, un broche final que, sin embargo,arroja cierta sombra sobre su obra.
Habermas defiende la reacción de Israel contra Hamás
Rosalía SánchezEl filósofo alemán firma una breve declaración junto al abogado y teórico del derecho Klaus Günther, la politóloga Nicole Deitelhoff y el filósofo social Rainer Forst
En la entrevista, Habermas insiste en sus críticas al enfoque de Occidente hacia la guerra en Ucrania. Considera que «la conciencia de las élites políticas occidentales está siendo cada vez más absorvida por la lógica de la guerra» y advierte contra una «recaída en una mentalidad belicosa», que depende solamente de medios militares y diplomáticos. Poco después del inicio de la guerra, Habermas ya expuso este punto de vista y fue duramente criticado.
Su insistencia ahora ha suscitado un distanciamiento más profundo, hasta el punto de que, en las páginas de 'Frankfurter Allgemeine Zeitung', el premio Erik Reger Marcos Siemons se ha preguntado si «el pensamiento que representa Jürgen Habermas ha quedado obsoleto como consecuencia del punto de inflexión», que es como en Alemania se denomina al giro hacia la defensa ocasionado por la agresión rusa, «o si realmente tiene razón en su crítica sobre un Occidente aferrado a una idea anticuada de sí mismo».
En la entrevista, Habermas reconoce algunos errores, aunque se justifica alegando que es sociólogo además de filósofo, alguien para quien el pensamiento puro no llega a ser suficiente y que tiende a pasar a la acción. Se dibuja como un ingeniero social, en busca de las condiciones para una convivencia exitosa que siempre persiguió la misma idea básica: cómo el individuo puede hacerse oír en la sociedad sin que esta libertad tenga que ser garantizada por la autoridad moral o religiosa.
Pesimismo
El joven Habermas, en particular, estaba convencido de que primero debía movilizar el «potencial racional» de la sociedad y agotar realmente el nivel de las instituciones democráticas recién creadas de la República Federal Alemana. Durante los años de Adenauer, se reconoce conmocionado por su realidad, por políticos que no habían sentido la necesaria ruptura con la era nazi, y se instala en el papel de agente de cambio. Así es como pasó de la filosofía a la sociología. Y finalmente a Frankfurt, a Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, buscando liberar la comunicación de las ataduras de las pretensiones de poder.
Habermas se arrepiente del carácter fragmentario de su obra y admite también que la densidad y espesura técnica de sus excritos los convierte en agotadores. Lamenta, desde la autocrítica, que su obra principal, la 'Teoría de la acción comunicativa', no haya llegado a más lectores por ese motivo. Resulta mucho más ameno cuando relata las innumerables anécdotas que atesora: discutir con Ratzinger, tomar un café en Nueva York con Hannah Arendt y el escritor Uwe Johnson, visitar a Gershom Scholem en Jerusalén, intercambios con Richard Rorty, Hilary Putnam, Jacques Derrida o Charles Taylor. Habermas habla de lo que lo conectó con ellos en su momento y también de lo que lo separó.
«Su conclusión es pesimista: el derrotismo incuba en la razón», juzga Wilm Hüffer, crítico de SWR. La historia sólo proporciona «rastros de razón» de los que la filosofía, «sin confianza, puede sacar el estímulo para afrontar las crisis del presente de manera ofensiva con el fin de superarlas después de todo». El título del libro también deja entrever ese cierto pesimismo: 'Es musste etwas besser werden' (Tendría que mejorar un poco)…».
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