juguetes rotos
Marcelino Orbés, el payaso que conquistó América
Tras triunfar en Estados Unidos y convertirse en un ídolo popular, se suicidó en la miseria en 1927
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Iniciar sesiónHay pocas cosas más tristes que la decadencia de un payaso, de las lágrimas de quien se ha ganado la vida haciendo reír a los demás. Es el caso de Marcelino Orbés Casanova, que se suicidó en un modesto hotel de Manhattan en 1927. Tenía ... 54 años había sido el ídolo de los niños británicos y estadounidenses durante casi 15 años.
«Era el mejor, Londres enloquecía con él», afirmó Charles Chaplin al conocer su fallecimiento. Orbés, nacido en Jaca en 1873, pasó en un breve lapso de tiempo del todo a la nada. De llenar los mayores aforos en los teatros de Broadway a la miseria y la soledad más absolutas. En los últimos años de su existencia, vagaba sin rumbo por las calles de Nueva York. Era un mendigo más en la gran urbe sin que muchos de quienes habían visto su espectáculo reconocieran al que había sido el payaso más popular de América.
Hasta sus últimos meses, se ganaba la vida en locales de poca monta que le pagaban unos céntimos por entretener a la clientela. Pero, solo y abandonado, con diez dólares en el bolsillo, alquiló una habitación y se disparó un tiro a bocajarro. Se sabe que el 5 de noviembre de 1927 vendió a una casa de empeños su más preciada posesión, la única que conservaba de sus tiempos de esplendor: un alfiler de corbata en forma de herradura con un diamante. Un regalo de sus admiradores cuando actuaba en el Hippodrome de Nueva York.
Con la suma que le dieron por la joya, Marcelino alquiló una habitación en el hotel Springfield, en el mismo escenario que había sido testigo de su carrera y su fama, y se despidió de este mundo. Ni siquiera se molestó en dejar una nota para su segunda esposa, que le había abandonado al comenzar su declive. No todos le habían olvidado: el New York Times publicó en primera página la noticia de su suicidio. En España, su defunción pasó inadvertida.
El payaso de Jaca es una de las pocas personas del mundo del espectáculo que consiguió crear un verbo en inglés: 'to marceline', que significa realizar una actividad frenética sin ningún efecto práctico. Marcelino Orbés había inventado, a principios del siglo XX y antes que Chaplin y Keaton, la figura del personaje despistado y desastrado que comete un error tras otro.
Nunca emitía ni el menor sonido en sus actuaciones. «Niños y adultos estaban fascinados con él. Gritaban y saltaban cuando le veían tropezar y enredarse en la pista», escribió el crítico Ronald Smith.
Nacido en el seno de una familia muy humilde, ya que su padre era peón caminero y su madre, una campesina analfabeta, Orbés comenzó a trabajar cuando era adolescente en un espectáculo ambulante. Siempre había querido ser payaso, pero inició su carrera como acróbata. Era muy ágil y flexible. Finalmente logró fichar por el circo Alegría antes de emigrar a Inglaterra.
Orbés había gozado de una gloria efímera cuando pudo salvar la vida al rey Alfonso XIII, que había acudido a una exhibición en su honor en Madrid. Según su versión, tal vez una leyenda alimentada por su ego, un elefante se enfadó y se dirigió al monarca con la trompa levantada en actitud muy agresiva. Marcelino arrojó su sombrero a la cara del animal y distrajo su atención, subido a un trapecio. Al día siguiente, fue condecorado en el Palacio Real.
A principios de siglo, Marcelino inició una gira por las principales capitales europeas con singular éxito: París, Amsterdam, Liverpool y Londres, donde Eduardo VII fue a ver su número. Su fama era tal que decidió cruzar el Atlántico tras ser contratado en 1905 por el Hippodrome para actuar en una sala con más de 5.000 espectadores en Broadway. Tenía un sueldo de 1.000 dólares semanales, una cantidad fantástica para la época.
El payaso aragonés llenaba una noche tras otra el local. Su nombre aparecía en las noticias y en las tiras cómicas de la prensa. Y los magnates rivalizaban por sentarle en sus mesas. En 1907, protagonizó su primera película, de la que se conservan algunos fotogramas.
Tras ganar cantidades fabulosas de dinero, Marcelino optó por convertirse en empresario de circo y de teatro, realizó importantes inversiones inmobiliarias y montó una cadena de restaurantes. Pero a partir de 1915, coincidiendo con la eclosión del cine mudo, todo le empezó a ir mal. Ni siquiera sabemos dónde fue enterrado.
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