La descolonización no puede ser, y además es imposible
«La corona española protegió, desde Felipe II en 1558, hasta la regente María Cristina en 1898, la difusión científica y el desarrollo tecnológico, en la España europea y en las Españas ultramarinas. ¿Destruimos el pasado y el futuro científico?»
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Iniciar sesiónLa posibilidad de descolonizar (decolonizar no aparece en el Diccionario de la RAE) los museos nacionales ¿y los autonómicos? españoles (¿o deberíamos decir hispanos?) encubre una forma de autonegacionismo cultural. El hecho de que iniciativas de este tipo vengan envueltas en neologismos o anglicismos ... importados o, peor todavía, se pretendan justificar porque las van a practicar (ya veremos) en países donde no dejaron indígena o nativo vivo, no cambia lo fundamental.
En primer lugar, se trata de una tarea imposible por definición. España nunca tuvo colonias, así que no puede descolonizarse. Los territorios ultramarinos que formaron parte de la monarquía española global fueron reinos, provincias y señoríos. Jamás colonias. La metrópoli fueron ellos: Manila, La Habana, México, Bogotá, Nueva Orleans y Buenos Aires.
Ha señalado el historiador hindú Baij Nath Puri que los términos imperialismo, colonialismo y expansión europea se originaron a finales del siglo XIX. En el primer caso, la palabra comenzó a ser usada en Francia, en referencia al imperio fracasado de Napoleón III. Cobró un contenido específico con la publicación en Gran Bretaña, en 1902, por John A. Hobson, del libro 'Imperialism. A Study', que lo relacionaba con la explotación capitalista. «Colonialismo» se usó por primera vez por el socialista francés Paul Louis en 1905, para denominar el control de una población. «Expansión europea» designó las interacciones y encuentros a escala global que caracterizaron, indicó el británico John Seeley en 1884, la expansión inglesa. Le quedaban apenas catorce años de existencia a la España ultramarina.
En segundo término, objetos, cuadros, esculturas, herbarios y animales disecados, se hallan depositados (la palabra debería significar algo) en nuestros museos nacionales como resultado de una política científica multisecular. La corona española protegió, desde Felipe II en 1558, hasta la regente María Cristina en 1898, la difusión científica y el desarrollo tecnológico, en la España europea y en las Españas ultramarinas. ¿Destruimos el pasado y el futuro científico?
Finalmente, los proyectos institucionales inmediatos, comenzando por el Salón de Tronos del Museo del Prado, implican un repaso a la historia global de España. Con todo lo que tanto molesta: batallas, ciudades, mestizaje, traducción cultural y permanencia hispana. De ahí las razones, y algunos escandalosos silencios.
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