Maipi, qué lugar, Valencia en barra
Crónicas herrerianas
Venza usted sus prejuicios absurdos y dese un baño en su playa, atúsese en su turismo de salud o coma y beba en sus rincones secretos
El mejor bar para almorzar de Valencia y su bocata estrella

Alguna vez he expuesto una teoría compartida por muchos y que viene a decir que los bares, los bares habituales de nuestra vida, son prolongación de nuestras cocinas y salones, siendo las barras lugares más confortables incluso que nuestros propios «sofases». Un bar favorito ... es algo irremplazable en nuestra vida cotidiana, una cita diaria con la costumbre y los sabores, aunque sea el de un maldito cacahuete, una conversación de lugareños, aunque sean intrascendentes, y un pulso al entorno, con su casquería incluida.
En Valencia, ciudad de buenos bares, he pasado más tiempo en ellos que en cualquier otro sitio, en los que cerraron y en los que siguen en el tajo, en los que fueron condenados a desaparecer por el signo de los tiempos y en los que han aguantado estoicamente las duras y las maduras. Recuerdo con arrobo la barra de Amorós, a la vera del Ayuntamiento, con sus inigualables bocadillos y fritos; recuerdo Barrachina, centro del centro de los bares valencianos, de la mano de mis padres, que pareciera nunca fuera a morir; recuerdo Las Palmeras, junto a la Plaza España, de cuando los hermanos Paco y Pedro crearon su imbatible bocadillo 'Juan Brevas' que contenía huevo, patatas y jamón… Pero los bares, como las mercerías o las fruterías, cierran cuando sus propietarios se jubilan y no tienen quien les sustituya, sea porque los hijos tienen otros quehaceres o sea porque nadie quiere heredar un negocio que exige no pocos sacrificios: hay que controlar los gastos, hay que comprar en los mercados, hay que echar horas y horas, hay que aguantar a más de un tonto, y hay que comprender que uno no se hace multimillonario con un bar. Pero sí se llevan en el zurrón el haber sido indiscutibles foros de animación social y, muchos de ellos, ser símbolos de identidad colectiva, sea de barrio o de ciudad.

Maipi es un ejemplo de lo que digo: en la frontera entre Ruzafa y el Ensanche, su larga barra y sus pocas mesas han sido una referencia indudable en la Valencia comestible. Para este peregrino de taburetes y viejas maderas, uno de los mejores acudideros de España. Lo fundaron y regentan –por poco tiempo– Gaby y Pilar. Abrió sus puertas en el 83, después de que ella dejara de ser administrativa y él empleado en diversos trabajos –incluido el mesón de su padre en Requena–, y se ha llevado cuarenta años ofreciendo unos estándares de calidad difícilmente igualados: lo que hicieran, estaba bueno, desde un calamar a un champiñón. Cualquiera en Valencia sabe de lo que hablo. Ahora, tras esos años, creen que les corresponde descansar y el 31 de agosto traspasan el Maipi a unos nuevos propietarios que desean conservar la esencia del lugar y a los que deseo suerte, porque no siempre se consigue.
Hay ejemplos de que sí se puede hacer: en Sevilla, La Alicantina ha sido incluso capaz de superar su mítica marca anterior, pero no es lo más común. Nunca hay que llorar sobre la leche derramada, pero sí reconocer que con el cierre de un bar, por mucho que se rían algunos «cejas altas», se va algo de nosotros, de nuestras horas vividas –y bebidas–. Otros que están naciendo ahora crearán de nuevo leyendas y marcas imperecederas, y sin ser impacientes las podremos disfrutar, pero lo de Gaby y Pilar no va a ser fácil igualar.

No obstante, Valencia está repleta de grandes lugares. Quien más quien menos conoce la excelencia de Casa Ricardo, un gran clásico, o de Rausell, otro de mis favoritos. O de Císcar 26, el hacedor de las que posiblemente son las mejores patatas bravas de la ciudad –equiparables a las del mago Tomás en la calle Mayor de Sarriá, Barcelona–, además de una carta sencilla y completa servida con una amabilidad que ya casi está en desuso. Me gusta el sabor antiguo de la cervecería Aquarium, otro clásico de la ciudad con camareros de baby blanco, o la amplitud de oferta de La Pascuala, de estilo complementario y totalmente diferente. O la barra de Aragón 58, donde me he zampado yo solo una paella, o de Era Joma, creado sobre el anterior llamado Joma. Y así podría seguir…
Valga este repaso rápido para equilibrar el traspaso de poderes en Maipi, meca de la peregrinación constante de los buscadores de joyas inmortales. Derramo mi lágrima y atisbo con esperanza lo que nos depare el devenir, incluido, espero, el éxito de sus continuadores.
Bares, qué lugares…
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