Luis Merlo: «Si en todos los tiempos de crisis el teatro sigue subsistiendo, será por algo»
El actor interpreta a Fernando en el 'Método Grönholm', que vuelve mañana al Teatro Cofidis Alcázar
Clara Mollá Pagán
Madrid
Luis Merlo se ha criado entre bambalinas, aprendiendo la importancia del silencio en un lugar «tan ajeno» como es un teatro, donde ha tenido que jugar con sigilo para no molestar a sus padres mientras realizaban giras teatrales por todo el mundo. Ahora agradece a ... sus padres el valor de ese silencio que aprendió de niño al vivir en un mundo «donde todos hablan por encima de todos». El actor ha tenido que hacer castings como cualquier artista para labrarse un futuro en el mundo de la interpretación, aunque alguno ha sido realmente surrealista. Nos recibe en las butacas del Teatro Cofidis Alcázar, donde dará vida a Fernando, un «trepa tremebundo al que quieres odiar pero no puedes», en 'El Método Grönholm', una obra de Jordi Galcerán que arranca mañana su tercera temporada.
—Es bisnieto de actores y ha estado inmerso en el mundo del teatro desde bien pequeño, ¿qué ventajas le ha traído eso?
—Verdaderamente un lugar tan ajeno como un escenario ha sido mi lugar de juego. A mí me han enseñado el valor del silencio desde niño porque había que jugar entre bambalinas en silencio, puesto que se estaba haciendo la función. Ahora que todos hablamos por encima de todos, tener conciencia del valor y del poder de ese silencio es muy bonito y lo agradezco mucho.
—¿Sus comienzos fueron más sencillos por ello?
—Para nada. Yo empecé haciendo pruebas como todo el mundo. No me cogían para nada y era todo imposible, pero al final hice una y me cogieron.
—¿Cuál ha sido la prueba más surrealista?
—Con Fernando Arrabal hice una prueba en la que me senté en una silla y me dijo lo siguiente: «Esa silla es un caballo, vaya usted diciendo el padrenuestro mientras cabalga». Yo cabalgaba y al momento me gritaba: «Ahora es usted un guerrero y tiene que ir rezando el padrenuestro mientras va a la guerra». Luego me dijo que cogiera el caballo y me lo pusiera en la cabeza y así hice, cogí la silla y me la puse en la cabeza. También me metió debajo de una mesa y me dijo: «Está usted en la cárcel, diga el padrenuestro desde allí». Me dijo que era un buen actor, no sé cómo lo dedujo, y para concluir me dijo lo siguiente: «Para quedarme más tranquilo, ¿le importaría ir aullando a cuatro patas desde esa esquina hasta esa otra?»
—¿Ah sí?
—Todo eso yo lo he hecho. Lo absurdo de eso también tiene magia. Siempre digo que es una pena que, cuando empezamos este trabajo, tenemos tantas inseguridades de que lograremos cumplir el sueño que no disfrutamos de algo que, visto con retrospectiva, tiene mucha gracia y mucha vida. Es algo muy bonito de vivir. El deseo siempre está ahí, también aquello que nos limita disfrutar del presente.
—Tercera temporada del 'Método Grönholm', ¿esperaba una tercera?
—Nunca se espera un éxito porque todo lo que hay aquí es material humano, no hay un botón al que le das y aparece algo en la pantalla, no. Una tercera temporada es gloria. Estoy muy agradecido a todo lo que está sucediendo.
—¿Por qué ha triunfado esta obra?
—Si lo supiéramos, las haríamos como tortillas. Es un gran texto, tiene humor y contiene inteligencia. Yo creo mucho en los giros argumentales de la función, en lo de que nada es lo que parece, en la sorpresa que aparece cuando no te esperabas un giro. También estoy acompañado de los mejores actores que podía tener como Jorge Bosch, Marta Belenguer e Ismael Martínez.
—Más ahora en los tiempos de crisis que vienen.
—En todos los tiempos, sin duda alguna. Ha habido un tiempo muy difícil con la pandemia y ahora viene un tiempo muy complicado con la economía. En todos los tiempos el teatro sigue subsistiendo, será por algo. Todo lo que se hace en el teatro solo sucede en ese instante, por primera vez y solo una vez. Aquí el público no puede rebobinar ni puede darle a la pausa, ni nosotros podemos salir a una función y decir: «Corta que me he equivocado». Hay que vivirlo a tope.
Castings
«Arrabal me hizo recitar un padrenuestro a lomos de un caballo imaginario»
—En la obra interpreta a Fernando. ¿Cómo se lleva con él?.
—Fernando es un trepa tremebundo. Es el típico personaje al que quieres odiar, pero no puedes y acabas amándolo. Quizás dice lo que todos pensamos, pero no nos atrevemos a decir, es políticamente incorrecto. Tiene una movilidad y agilidad mental que, a través del humor y de la ironía, te suelta cada perla que el público se enferma de la risa con él.
—¿Se ha encontrado con situaciones o personajes similares a los de la obra en la vida real?
—En pocas ocasiones. He tenido mucha suerte, pero sí que me he encontrado.
—El 'método Grönholm' es una obra que muestra hasta dónde es capaz de llegar el ser humano por conseguir un puesto de trabajo. ¿Existe esta misma ambición en el mundo del teatro y la interpretación?
—Yo no la he vivido. Lo que sí que hay es mucha necesidad de mejorar, hay mucho deseo de ser. Yo he conocido muy poca gente que lo que quiera es estar en la fama. Lo que quiere la gente es ser buen actor, o eso creo yo.
—¿Siempre quiso ser actor?
—Siempre.
—¿Qué se va a encontrar el espectador cuando venga a ver la obra?
—Que nada de lo que se le dice es verdad y que es un juego de mentiras constante y permanente. Hay un cambio argumental brutal y el espectador se va a encontrar que de repente cree que sabe lo que está pasando y al momento hay un giro y se pregunta qué ha pasado. Es el juego del ratón y el gato permanentemente con los personajes y los espectadores. Entre los personajes se generan grandes mentiras y al espectador también se le engaña al igual que al personaje que tienes delante.
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