La literatura ucraniana, lo único hermoso que dejó al descubierto el dolor
Tras la ofensiva militar de Putin, el mundo Occidental se acerca a las voces de la literatura ucraniana
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Iniciar sesiónLa invasión rusa a Ucrania solo ha ocasionado destrucción, muerte y sufrimiento, pero, incluso bajo los escombros, es posible hallar belleza. Este terrible episodio ha servido para acercar al mundo Occidental la literatura ucraniana, traducida a contrarreloj a lo largo de los diez meses ... de asedio del ejército de Vladimir Putin contra ese país. Un personaje ya destacado en el panorama narrativo contemporáneo como Andréi Kurkov alcanzó el elogio unánime con su novela 'Abejas grises', traducida al español por Alfaguara y también en otras lenguas, como el francés, el inglés y el alemán. En sus páginas se narra la historia de Serguéi Sergueich, un inspector de seguridad retirado que se dedica a la cría de abejas en un pueblo de apenas dos calles en el Donbass, lugar de enfrentamientos entre las fuerzas ucranianas y los separatistas prorrusos, una metáfora del hombre postsoviético.
Aunque nacido en San Petersburgo, Kurkov ha pasado media vida en Ucrania. Habla y escribe en ruso. Él mismo se explica como un hombre hecho de retales: creció en un régimen soviético del que discrepa, pero se reconoce como náufrago de una democracia que no acabó de cuajar y que él describe desde su singularidad. Sus libros están prohibidos en Rusia y en Ucrania no se le considera lo suficientemente patriota. Es alguien que escribe con humor en un lugar en el que no existe motivo alguno para reírse. Reconocido hace unas semanas con el prestigioso premio Femina en Francia, acaba de publicar 'Diario de una invasión', en cuyas páginas narra en primera persona cómo se hornea el pan y se vive el día a día en medio de un bombardeo.
Las grandes cabeceras, referentes del canon en su sentido más estricto, desde 'The New York Times' o 'The New Yorker' hasta 'The Guardian' o 'The Atlantic', han incluido 'Abejas grises' entre los libros del año. Las historias de Kurkov, desde aquella 'Muerte con pingüino', así como sus opiniones en el debate público, aportan matices sobre una situación cultural, histórica, geográfica y política hasta ahora percibida desde la ignorancia o la confusión. Puede incluso que sus paradojas biográficas o las contradicciones de sus propios personajes hayan conseguido hacer en la ficción lo que no consiguen los ensayos o los análisis de actualidad. También Oksana Zabuzhk, cuya obra desató la polémica entre críticos y lectores a finales de la década de los noventa hasta convertirse en una de las más influyentes y traducidas en el mundo, es otra de las coordenadas indiscutibles de la literatura ucraniana.
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Karina Sainz Borgo
Voces conocidas
La invasión rusa tomó por sorpresa a Europa, aunque las claves de una sociedad amenazada ya venían dadas desde el fracaso de la revolución del Maidán y la posterior anexión de Crimea, en 2014, un tema al que Margaryta Yakovenko dedicó su primera novela 'Desencajada' (2020), publicada por Caballo de Troya durante el año de la pandemia y que sirvió de prólogo, al menos en España, de todo cuanto estaba por ocurrir, y que ya aparecía descrito en manuscritos como 'Mi madre era de Mariúpol' (Libros del Asteroide), en el que Natascha Wodin rastrea la vida de su madre ucraniana y que, aunque fue publicado en español en 2019, se convirtió en uno de los más vendidos en España en 2022.
La recuperación de voces, narraciones, novelas y relatos también ha marcado este año. En las páginas de ABC Cultural, Mercedes Monmany señaló la importancia de autores como Serhiy Zhadan, filólogo y poeta nacido en Lugansk, la región donde surgieron las Repúblicas Populares separatistas. 'Orfanato', su novela publicada por Galaxia Gutenberg, narra la travesía de un maestro descreído y apolítico, Pasha, en busca de su sobrino, internado en una escuela bombardeada en plena línea del frente. Zhadan, junto a Kurkov, Yuri Andrujovich o las poetas Lyuba Yakymchuk y Marianna Kiyanovska, amplían una fotografía de conjunto de una literatura que ahora cristaliza empujada por la urgencia de comprender.
Así lo demuestra la reedición de 'Mi Leópolis', un libro del escritor Józef Wittlin, a quien los nazis persiguieron por judío a comienzos del siglo XX, y que dedicó el volumen a aquella ciudad en la que creció, entonces bajo el dominio polaco. Una lectura histórica sobre los clásicos literarios arroja hoy nuevas claves; por ejemplo, la recuperación que ha hecho Zenda Edhasa del clásico de Nikolái Gogol, 'Tarás Bulba'.
Nuevas miradas
Además de la recuperación de autores del siglo XX, la urgencia de contar y entender Ucrania ha hecho visible a escritores como Victoria Belim, la escritora nacida en Kiev y asentada desde hace años en Bélgica, que acaba de publicar en Lumen 'Mi Ucrania', unas memorias donde desgrana la complejidad de una sociedad mestiza, un lugar entre fronteras, siempre a merced de imperios y de conflictos por la tierra. A raíz de la invasión rusa, se ha hecho visible también el trabajo de la artista, escritora y fotógrafa ucraniana Yevgenia Belorusets, quien comenzó a publicar desde Kiev un 'Diario de guerra', donde aportaba detalles sobre el avance de las tropas rusas. Obligada a refugiarse en Berlín, ha dejado de escribir en ruso para asumir como propia la lengua alemana.
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