'Yo que fui un perro': la anatomía mental de un maltratador anónimo
La nueva novela de Antonio Soler se sirve del diario real de un estudiante de Medicina para adentrarse en el páramo mental de un manipulador obsesivo
El hijo de Salinger trabaja en las obras inéditas de su padre: «Todavía quedan dos años»
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Iniciar sesiónEscritas en un listín telefónico y guardadas durante 32 años, las turbias memorias de un joven estudiante llegaron a manos de Antonio Soler (Málaga, 1956) prácticamente por casualidad. El horror que le produjeron se convirtió rápidamente en fascinación y, por último, en una novela ... aplazada. Bajo el título 'Yo que fui un perro' (Galaxia Gutenberg), el libro adapta el diario real de un alumno de Medicina brillante y trastornado, especialmente esto último. Pronto, el lector lo descubre por su obsesión de gobernar cada aspecto de la vida de su novia, que vive en el edificio frente a su ventana.
«Aquellas cuadrillas contenían un personaje con mucha potencia», recuerda Soler, a quien se las entregó una amiga con olfato literario. Como escritor que se supo desde joven, decidió que merecía la pena conservarlas y contra todo pronóstico, sobrevivieron a varias décadas de mudanzas. Durante mucho tiempo el escritor pensó en construir esta anatomía mental de un maltratador y machista de libro, que bajo el prisma actual gana relevancia y algo de mórbido. El relato, sin moralina, establece un juego de complicidades con el lector que, por su propio bien, deberá observar desde la distancia los excesos de un personaje manipulador y a veces, hilarante en sus delirios.
Tener un material de base hace la escritura más fácil, admite el autor, que recuerda cómo en 'Sacramento' utiliza documentos e información real sobre el cura que hace girar la trama. «Coincide que ambos son tipos bastante obsesionados y se mueven en territorios penumbrosos», concreta el autor, que admite interesarse por «esos lugares donde hay aspectos ocultos de la personalidad que no están identificados con personas depravadas, que pertenecen a parcelas moralmente oscuras como todo el mundo puede tener», un terreno que considera fértil para la literatura.
Durante la lectura, sus personajes turbulentos y marginales, con algo dostoievskiano, aunque la obra también tiene algo de Drácula, por aquello del diario y un hombre que chupa la sangre. Carlos, que así se llama el futuro médico, por momentos es tierno y por momentos espeluznante. A veces da lástima, pero nunca más que su novia, Yolanda, a la que dedica todo tipo de descalificativos ingeniosos. Sus amistades, las de su madre que esconde un secreto, el recuerdo de su padre, el trauma, la conexión con su carrera, su amigo adicto, su amigo muerto. 'El árbol de la vida' es el libro que lee y que cree que habla sobre él, en su fantasía de un mundo que gira en exclusiva a su alrededor.
La novela censura con gruesos tachones negros algunos pensamientos de este tal Carlos, «para indicar que todavía hay un paso más hacia la oscuridad», aclara el autor, que ofrece a la imaginación aquello que el protagonista no se atreve a dejar por escrito. Soler explica que lo hace por varios motivos: «Uno es que lo que está plasmando hasta para él puede resultar desagradable, y otro que vuelva a leer sus escritos pasado un tiempo y se encuentre con un espejo», de los que además rehúye como si fuera Dorian Gray. «Han llegado un par de lectores pidiendo que le cambien el libro porque creían que venía con defecto», comenta asombrado y divertido.
Todavía quedan Rubiales
«Definir su carácter obsesivo y moral retorcida no ha sido demasiado complicado. Hay bastantes pasajes que podrían aplicarse a muchos hombres», subraya el malagueño, que incluso admite haberse inspirado en personas y situaciones que ha conocido a lo largo de su vida. La primera persona de la obra resulta incómoda y ayuda a dar un tono «desinhibido y sincero, con la sensación de que no va a ser leído», aunque con alguna concesión narrativa, según revela el propio autor, a quien las partes más cómicas le ayudaron a «trabajar sin demasiada aridez».
El novelista reconoce que el libro no tendría el mismo impacto si se publicase en 1991, año en que fueron escritas las memorias originales. El joven estudiante «tampoco ahora saldría en los informativos haciendo ninguna barbaridad contra alguna mujer, pero habría amargado la existencia de más de una. Se habría visto como un chico que tiene problemas y es celoso, pero nada más». También coincide en que es un gran avance poder detectar ciertas conductas «que hace 40 años pasarían inadvertidas».
El autor destaca que a pesar de sus facetas dañinas, el protagonista llegará a ser un buen médico, y que su mentalidad todavía forma parte de la sociedad, como sucedió con el expresidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. «Creo que no hay mayor venganza que decir 'pobre chico, necesita ser reeducado', cuando esas mismas ideas las comparten muchos de sus congéneres», expone y admite que le pareció «deplorable ver a alguien que supuestamente representa al país actuar así».
Por otro lado, sí considera «interesante» la reacción social, «porque al principio se le ríe la gracia, hasta que alguien piensa y dice que es una barbaridad, y ya todo el mundo reflexiona». Cree que esta es una época de transición y que «coexisten dos mundos que chocan. Todos tenemos un pie en un mundo y otro». O dicho de otra manera: «Algunos hombres buscan una mujer que ya no existe y algunas mujeres buscan un hombre que todavía no existe».
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