Paulina Tuchschneider, de escribir contra la mili a defender el Ejército: «Israel no puede existir sin él»
La autora publica 'La soldada', una novela antibelicista en la que narra su paso por el servicio militar israelí
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Iniciar sesiónEsta historia empieza con una llamada de un número desconocido. Una llamada que sabes que va a llegar pero no esperas. «La idea en sí me dejó hecha polvo: el todopoderoso ejército me llamaba a filas y no tendría forma de negarme. Ni las horas ... que había pasado en el salón Mazal [centro cultural anarquista de Tel Aviv], ni todas las hamburguesas de lentejas que había comido, ni las películas censuradas que había visto en el centro Shulamit Aloni me eximirían del aviso de reclutamiento. Al Ejército le gustaban los izquierdistas y también me querían a mí», escribe Paulina Tuchschneider (1987) en 'La soldada' (Periférica), una novela casi sin ficción (ese género) en la que cuenta su paso por el ejército israelí, desde su entrada hasta su crack mental, que coincide con el estallido de la guerra del Líbano de 2006.
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Bruno Pardo PortoTuchschneider jura que no recuerda haber escrito el libro. «Sé que lo escribí porque durante una mudanza encontré un manuscrito con mi letra –ríe–. Supongo que mi mente ha bloqueado esa experiencia, fue demasiado dura». Su paso por los barracones no fue agradable: tenía ansiedad antes de ir, durante, también después. La llegada está narrada con violencia: allí la despojan de su intimidad, de su cuerpo, se siente sucia, mira con miedo a las demás en la ducha, en los dormitorios. La primera noche, al poco de quedarse dormida, una alarma la despierta. Hay que formar en U, coger el fusil, salir con calma de un lugar ardiendo. Era un simulacro. Ya le han hecho saber que en cualquier momento puede pasar algo.
Lo que sigue es una crónica detallada de la vida en la mili, narrada desde la ironía. «Habían colgado un papel con la lista de cosas que no podías hacer mientras estabas de guardia: hablar por teléfono, enviar mensajes de texto, leer, escribir, escuchar música o resolver crucigramas. Como hacer punto no estaba prohibido, algunas chicas de la base habían formado un escuadrón de tejedoras». Hay mucha escatología (la aventura de ir al baño, o de querer y no poder), y una risa macabra. «Tuve un breve romance con la anorexia, pero en tres días quedó claro que no contaba con el autocontrol ni la disciplina necesarias para someterme a un desorden alimentario de ese tipo», escribe, evocando su adolescencia.
«Nadie leería un libro en el que una chica histérica no para de quejarse sobre cualquier cosa que le ocurra», afirma Tuchschneider. «Diría que el humor es una invitación para escuchar mi historia. Y también es un mecanismo de supervivencia, por supuesto. Es el arte que más aprecio, es la mejor manera de conectar con los demás y a la vez de protegerte, y es una distancia para mirar la realidad de otra manera, más cruda. No puedo hablar por Israel, pero creo que el humor es la forma en que nosotros lidiamos con las guerras, con las catástrofes, con el dolor, con la violencia. Es un humor muy negro, pero te mantiene cuerdo».
«Mi último recuerdo es del día que me marché. Cogí todas mis cosas, las metí en una bolsa, me la eché al hombro y me fui sin despedirme de nadie, prometiéndome a mí misma que eso no volvería a pasar», cuenta. Estaban bajo amenaza de bomba. En cambio, a una hora de autobús, en Tel Aviv, la vida era normal, no había guerra, la gente compraba el pan, paseaba. Todo era absurdo.
«Pero todo ha cambiado desde el 7 de octubre. Yo no creo que la guerra sea absurda, creo que es muy extraño que en un país tan pequeño uno pueda estar en el infierno y a cien kilómetros la vida sea normal. Pero esta guerra es diferente, todo Israel está en guerra. Yo vivo en el centro del país, y he escuchado durante meses las sirenas de alarma tres o cuatro veces al día para correr a los refugios... Hamás suele disparar alrededor de las ocho porque así entran en las noticias. También a la hora del almuerzo. Vivimos con esta sensación de que no hay zonas seguras. La noche del ataque de Irán fue una de las noches más aterradoras de mi vida».
—¿Ha cambiado su opinión sobre el ejército?
—Antes tenía una opinión antibelicista más contundente, en cierto modo. No me gusta el ejército, pero ahora tengo claro que Israel no puede existir sin ejército.
—¿Se ha planteado dejar Israel?
—A veces me despierto y me pregunto qué estoy haciendo aquí. Es tan estresante… Los últimos seis meses han sido muy difíciles, y venir a España es recordar cómo era vivir en una zona fuera de la guerra… Pero al mismo tiempo el antisemitismo está aumentando en todas partes, y parece que cada vez más el único lugar que es seguro para los judíos es Israel. Es como una situación imposible.
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