Pablo Martín Sánchez: «Un prospecto farmacéutico puede ser literatura»
El escritor despliega la filosofía del Oulipo en la reedición ampliada de 'Fricciones'
'Fricciones', de Pablo Martín Sánchez: el cuento es la prueba del algodón

Pablo Martín Sánchez es un 'oulipiano'. No hay que precipitarse ni asustarse. El Oulipo (Taller de Literatura Potencial) no es una secta destructiva, sino un grupo constructivo fundado en 1960 por escritores y matemáticos franceses como Raymond Queneau y François Le Lionnais ... . Escritura creativa y recreativa. El Oulipo, subraya el autor de 'Fricciones' -título inequívocamente borgeano-, está en la base de su poética: «Textos que engendran otros textos. Literatura para seguir haciendo literatura». Advierte Martín Sánchez que demasiado a menudo se confunde el Oulipo con la vanguardia literaria. «Antes de 'El secuestro', de Georges Pérec con su escritura sin la letra E, tuvimos en el siglo XVII al hispanoportugués Alonso Alcalá Herrera y sus cinco novelas cortesanas. En cada una de ellas suprimía una de las cinco vocales», explica.
Estas «Fricciones» de 2024 (Acantilado) componen una nueva edición ampliada y revisada de la primera entrega de aquel libro que Martín Sánchez publicó en 2011. En el prólogo o exordio Sara Mesa anuncia «un espectáculo de fuegos (o juegos) artificiales» y en su apostilla Eduardo Berti cierra el volumen con cincuenta greguerías a lo que denomina «Ciencia Fricción». Martín Sánchez describe un beso con el gélido lenguaje de un prospecto farmacéutico: el ósculo se toma por vía oral y suele presentarse en forma de músculo bilabial. Recrea un encuentro con Roberto Bolaño que le refirió un amigo y lo recicla en un relato. Narra un suicidio desde diversos ángulos, a partir de la pirámide invertida del periodismo: ¿qué, quién, cuándo, dónde, cómo, por qué? Lenguaje de medicamento y esquemas de noticias de agencia. Literatura nacida de un manual de tanatopractor, «el que maquilla a los muertos» y un homenaje a la obra 'Exitus', de Diego Lorca y Pako Merino. «Un prospecto farmacéutico puede ser literatura. ¿Por qué la literatura gris no puede adquirir color?», inquiere Martín Sánchez.
La fricción es también «autofricción». De un escueto anuncio por palabras puede surgir una historia de amor. Cuando Martín Sánchez (Reus, 1977) cumplió veinticinco años le regalaron un ejemplar de La Vanguardia del día de su nacimiento. Después de curiosear entre las noticias de aquel 18 de marzo de 1977 se detuvo en los anuncios clasificados con la descabellada idea de llamar a los teléfonos de aquellas ofertas de pisos, empleos y un intercambio de conversación francés-español. «Saltó el contestador y colgué. Pero luego, no sé por qué, volví a llamar y dejé un mensaje con mis datos y mi número de teléfono». Y es aquí cuando comienza la magia literaria de las 'fricciones'. «Al cabo de tres días me despertaron de la siesta. 'Hola, soy Faustine', dijo una voz femenina con acusado acento francés, 'llamo por lo del intercambio'…»
Traductor y escritor -su longseller 'El anarquista que se llamaba como yo' ya va por la octava edición- el 'oulipiano' Martín Sánchez, urde sus fricciones con las artes de la intertextualidad: «No escribimos desde la nada, sino con el roce y el frotamiento con otras culturas y tradiciones literarias», señala. El oficio de traducir ayuda al roce del que surge el cariño por otras voces de otros ámbitos: «La traducción es una fricción. Traducir es interpretar, hacer tuyo un texto ajeno. Volverlo a escribir en otra lengua. Como decía Saramago, si las literaturas nacionales las hacen los escritores, la literatura universal es de los traductores».
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