Milo Manara: «Hay menos libertad ahora, la censura es más de izquierdas que de derecha»
El dibujante italiano firma una novela gráfica de 'El nombre de la rosa' en una reivindicación del erotismo como creación cultural con mayúsculas

Si corren malos tiempos para la lírica, para el erotismo directamente lo que son es catastróficos, y también muy confusos. El gran maestro del cómic erótico, Milo Manara, confiesa a sus 77 años que según el día ya no sabe si es «lo suficientemente ... moderno o demasiado moderno». Sus mujeres ruborizadas y sonrientes, de cuerpo demasiado heteronormativo, que tienen sexo solo porque se quieren divertir tienen cada vez peor encaje en una sociedad donde no hay una sola religión censora, sino una multitud de ellas, trabajando para que nadie enseñe mucho ni se tome nada a la ligera. Justo lo contrario que lleva toda la vida dibujando el italiano.
En el alambre que separa a un lado a los ultraconservadores de toda la vida y al otro a un feminismo rampante igual de puritano mantiene su marcha imperturbable el autor de obras como 'HP y Giuseppe Bergman' (1978) y 'El Clic' (1984). Su muñeca y su imaginación no han cambiado a pesar de la edad y las canas, pero sí una sociedad que ya no sabe distinguir la pornografía del erotismo o, lo que es lo mismo, la mercancía de la cultura. «La pornografía es hacer y vender, sin que la elaboración sea importante. Nuestra sociedad está perdiendo la cultura», lamenta a ABC durante una visita promocional a Madrid. Su nueva creación es una adaptación de 'El nombre la rosa', de la que Lumen publica su primer volumen, donde se distancia de la película de Jean-Jacques Annaud y vuelve a la esencia de Eco.
—La Edad Media que usted dibuja es luminosa, sensual, arriesgada, muy lejos de esa abadía oscura y miserable que aparece en la gran pantalla.
—Mi punto de partida es la novela y las famosas marginalia medievales que aparecen allí. Para tener esta visión un poco más compleja tenemos que pensar en una época bastante posterior a la Edad Media, la propia del siglo XVI. Pintores como el Bosco nos muestran una época devorada por la fantasía. Entre tanta crueldad, violencia y con la humanidad vagabundeando por el mundo sin rumbo, el único alimento era una fantasía febril que, a falta de ciencia, lo suplía y lo explicaba todo. Hasta el Descubrimiento de América por Colón no empezó a cambiar la visión de las personas. El mundo no se conocía, sino que se imaginaba a través de la fantasía.
—Usted, para distanciarse de la adaptación cinematográfica, ha sustituido el rostro cinematográfico de Sean Connery por el de Marlon Brando. ¿Por qué tantas precauciones?
—Precisamente porque sé la fuerza que tiene en el imaginario el Guillermo de Baskerville que hizo Connery lo he reemplazado por un rostro también poderoso, pero evitando, como ocurre en la película, que el protagonista termine siendo el maestro y no el discípulo. Eco quería que el protagonista fuese Adso de Merck, el chico novicio que descubre durante el viaje la otra mitad del universo a través de una muchacha que él describe con las palabras del 'canto de los cánticos'. Con ella vivirá un remordimiento muy doloroso. Mi objetivo es que fuera ese Watson y no Sherlock Holmes el protagonista de esta historia de detectives y, a la vez, de formación.
—Basta una búsqueda en Google para encontrar cualquier cosa a nivel de desnudos y sexo. ¿Dónde queda el erotismo, la insinuación?
—El erotismo cada vez tiene un lugar más reducido porque la pornografía se está extendiendo a más sitios y adquiriendo más importancia. Pero nuestra visión del sexo solo es un síntoma de un fenómeno que va más allá. Nuestros conocimientos, la visión que tenemos del mundo, es cada vez menos elaborada culturalmente a causa de cuestiones económicas. No hay una visión cultural y poética del mundo, sino las que marca la economía. Es el pensamiento único que lo inunda todo. El sexo es cada vez más una mercancía, una cosa que se compra y se vende. Hasta la cantidad de amigos se traduce en ganancias, en número de seguidores en redes….

—¿Le cuesta comprender todos estos cambios?
—No entiendo casi este mundo. Me cuesta comprender en lo que se ha convertido las relaciones hoy. Mira, hace muy pocos días estaba en un festival de cómics en Catania lleno de 'cosplayers'. Había dos chicas hermosísimas vestidas de no sé de qué serie o videojuego, prácticamente iban desnudas con esos trajes por la calle y, lo que es asombroso, nadie se daba la vuelta para mirarlas [ríe]. El erotismo y la relación entre los géneros ha cambiado profundamente. Las chicas valoran más que nadie se de la vuelta para mirarlas, pues el deseo masculino no les gusta. Yo, sin embargo, soy incapaz de ignorar una visión tan hermosa. Puedo hacer que ellas no me vean, pero no puedo evitar mirarlas. Tengo ya mis años, pero trato de mantener la libertad mental.
—¿Cómo sobrevive a estos tiempos Milo Manara dibujando aún mujeres desnudas? No sé si usted se siente menos libre que cuando empezó.
—Sí, hay menos libertad. La diferencia está que mientras que antes la censura era de derechas ahora es más bien de izquierdas. Lo políticamente correcto, y la cultura de la cancelación son una forma de censura como consecuencia de una nueva composición social hecha por muchas etnias y muchas religiones. A más religiones, más censores que no aceptan otras visiones y pensamientos. Definitivamente somos bastante menos libres que cuando yo dibujé, por ejemplo, 'El Clic', donde no había límites. O, al menos, yo no me puse ninguno. Hoy en día no podría publicarlo.
—En alguna ocasión ha presumido de que, a pesar de tener ciertos desencuentros, las feministas han absuelto su obra. ¿Cómo ha logrado salir airoso?
—He diseñado mi visión del erotismo, mi postura sobre la mujer, viniendo de una familia donde mi madre era maestra de primaria y tenía un sueldo más alto que el de mi padre. Por lo tanto, los papeles en mi casa eran totalmente intercambiables e incluso había paridad entre hermanos: tres chicos y tres chicas. Nunca se me pasó por la cabeza que las mujeres fueran inferiores. El erotismo que yo dibujo, como me gusta a mí, como me divierte, respeta eso y muchas mujeres se reconocen en él; se lo pasan bien con los dibujos y no se ofenden por esas representaciones.
«Me parece que las relaciones entre chicos y chicas se están volviendo más directas, más brutales y casi más violentas»
—Pero, ¿nunca le ha pasado de refilón las balas de la cancelación?
—De tanto en tanto oigo algunas frases por aquí y por allá... En esta ocasión, si alguna mujer se pregunta por qué Manara ha tenido que poner también a una mujer desnuda en 'El nombre de la rosa' le diré que estaba en la novela, que dibujo simplemente lo que leí. Pero, en general, si alguien me acusa de que soy un maníaco sexual me gusta acordarme de una frase que John Le Carré usa en boca de uno de sus personajes: «De acuerdo, soy un maníaco sexual, pero como todo el mundo» [ríe].
—Usted dibuja a mujeres alegres, desinhibidas, sin complejos, que quieren tener sexo porque sí. ¿La razón está matando la naturalidad en la concepción de las relaciones sexuales?
—Solo soy un dibujante de cómics, no soy un sociólogo, ni un psicólogo, ni siquiera un sexólogo. En mis dibujos expreso mi parecer, mi opinión, pero no podría dar una respuesta a cuestiones tan complejas. Lo que sí veo es que estamos perdiendo la poesía, el erotismo. Me parece que las relaciones entre chicos y chicas se están volviendo más directas, más brutales y casi más violentas. Muchos varones no están listos para aceptar el nuevo papel de la mujer en la sociedad y, por lo tanto, reaccionan de la única forma que conocen: con violencia. Estos son problemas realmente graves que caracterizan esta época y que llevan a un conflicto entre los géneros. No solo entre el masculino y femenino, sino también los demás, que tienen derecho a que se reconozcan y a vivir su vida de forma serena. Son problemas que no me pertenecen y de los que no hablo en mis obras ni doy batalla, pero no quiere decir que no los reconozca.

—El año pasado se puso en España de moda una canción sobre el pecho femenino que cantaba una mujer con nombre italiano y decía en una estrofa que 'no sé por qué os da tanto miedo nuestras tetas'. ¿Da miedo aún el cuerpo femenino?
—En 'El nombre de la rosa' hay una frase bellísima sobre el cuerpo de una mujer: «Brilla como la luna. Resplandeciente como el sol. Terrible como un ejército desplegado en batalla». El cuerpo femenino sigue siendo un arma perfecta y claro que da miedo, pero también lo da la falta de él. Lo peligroso es que muchos intentan enfrentar este miedo destruyendo a la mujer… La teta, el seno, el pecho, es un símbolo de la maternidad y de la vida. Las primeras Venus que se esculpieron tenían unas pechugas enormes como representación de las madres. Personalmente no soy favorable a esta clase de representaciones ni me han parecido muy eróticas, por ejemplo, esas actrices italianas que tenían físicos tan redondos, me parecen más atractivas las actrices de hoy en día que no tienen un pecho muy desarrollado, casi son cuerpos andróginos. Me gusta más ese modelo de belleza atlética. Son cuerpos maravillosos.
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—El miedo no a las tetas, sino al futuro sobrevuela Europa y, según usted, los políticos no pueden hacer nada. ¿La salvación está en la cultura?
—Según Dostoievski, tan solo la belleza salvará el mundo y me parece que la interpretación amplia de esta frase es correcta. Respetar la belleza de la naturaleza, de las personas, de las relaciones, son la única manera de salvar el mundo. Aunque también creo que el poder de dibujar el futuro no lo tienen ni siquiera los políticos, sino la economía. El mundo tiene un pensamiento único basado en las ganancias y el dinero. En consecuencia, creo que no tenemos futuro.
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