Manuel Longares: «La literatura es escribir hacia la nada y quedarse esperando»
El laureado escritor dejó su legado en la Caja de las Letras del Cervantes, incluyendo dos cartas de sus nietos
Longares, la inspiración y el estilo
Jesús Marchamalo
Madrid
Desde el pasado 31 de octubre, la Caja de las Letras del Instituto Cervantes acoge el legado de Manuel Longares (Madrid, 1943), premio de la Crítica en 2001 por 'Romanticismo', premio Ramón Gómez de la Serna en 2008 por 'Nuestra epopeya' y premio Umbral al ... mejor libro del año en 2011 por 'Las cuatro esquinas'. En la caja del Cervantes, la 1091, rodeado de familiares y amigos, depositó el original de su primer cuento, 'En el automóvil de tía Enriqueta'; el manuscrito de su primera novela, 'La novela del corsé', y dos cartas de sus nietos, Pablo y María, cuyo contenido no se conocerá hasta agosto de 2043, cuando la caja se reabra. En mismo acto, se presentó el último número de la revista 'Barcarola', que incluye un dosier dedicado a él.
Llama la atención que en el manuscrito de 'La novela del corsé' apenas se ven tachones. Contó que se debe a que reescribía cada folio hasta que quedaba perfecto.
Claro, en los tiempos en que no existían los ordenadores, había que corregir el original -de una carta, de un documento, de una novela- para que no presentase erratas. No se trataba de una manía, sino de una norma de educación, de cortesía. Y estábamos acostumbrados a repetir la hoja si incurríamos en una falta. Un trabajo cansino.
Me encanta esa palabra, cansino, porque se refirió también a su idea de la escritura, que calificó de tarea enojosa, incómoda …
La escritura es el elemento indispensable del escritor para exponer su trabajo. A unos les parecerá incómoda y a otros no tanto, pero hasta el momento no se ha inventado nada capaz de sustituirla. En ella, el escritor se hace y mide sus fuerzas y es una tarea imprescindible para valorarlo, pero la escritura, el proceso, sí tiene algo de tedio: corregir, reescribir, tachar…
«Hasta que el texto trabajado no se corresponde con la idea que uno tiene hay que modificar lo escrito una y otra vez. En esta tarea de reelaboración, unas veces te pasas y otras no llegas»
Tiene fama de ser un escritor minucioso y muy partidario de corregir.
Hasta que el texto trabajado no se corresponde con la idea que uno tiene hay que modificar lo escrito una y otra vez. En esta tarea de reelaboración, unas veces te pasas y otras no llegas. Ocurre también en otras facetas artísticas, como por ejemplo la música: se trabaja para reproducir la idea sugerida, esa que pone en marcha el mecanismo creativo. Y en esto hay quien no descansa hasta conseguir su objetivo y quien ejecuta una faena de aliño para pasar a otra cosa.
Declaró que el único libro en el que ha disfrutado escribiendo es 'La escala social', una colección de microrrelatos que escribió tras la pandemia.
La relación del artista con su trabajo debiera ser algo reservado, por lo mismo que no se cuenta lo que ha costado limpiar una escalera. ¿Qué le importa al lector si un escritor sufre o se ríe al realizar su obra? Con 'La escala social' ensayé una formula literaria que circula por el mundo con más o menos fortuna -hablo del microrrelato-, y que me resulta más llevadera, menos costosa.
Hay en sus novelas, en todas ellas, una obsesión formal: buscar más allá del argumento un estilo.
Una cosa es lo que cuentas y otra diferente cómo lo cuentas. La obsesión formal es algo inevitable en los escritores que conciben su trabajo como un instrumento para contar de forma original una obviedad o algo mil veces repetido. Benet va por esa línea cuando reivindica la adopción de un estilo. Sugiere que abandonemos la tendencia informativa de la narración y que nos dediquemos a hacer literatura, y estoy de acuerdo.
Fue un escritor tardío, su primera novela la publicó con 36 años...
Hubo en mí algo de escritor secreto casi desde adolescente. Terminé Derecho, no veía ninguna salida y me marché a París con el pretexto de ver películas de Buñuel; en realidad, quería quedarme en París para siempre, exiliarme, vaya, aunque tres meses después estaba en Madrid de vuelta. Y había un grupo de amigos que tenía una revista, 'Gaceta Universitaria', y me metí ahí. Así comencé la vida literaria primero como periodista y, años después, con mi primer cuento, que publiqué en 1969 en 'Revista de Occidente'.
«Uno queda reflejado en los libros que ha leído. Al escribir, el creador reproduce lo que ha asimilado como lector. Así funciona el mecanismo literario y yo hago lo mismo que han hecho mis antepasados y que harán mis sucesores»
Tiene fama de rehuir eso que se llama 'el circo literario', de no asistir a actos, premios, fiestas…
En la vida cotidiana todos aceptamos unos entretenimientos y rechazamos otros. Suelo asistir a las presentaciones de libros de mis amigos. Y cuando los amigos convocan un almuerzo o una tertulia, suelo estar porque me distrae del trabajo cotidiano. Ahora, ser asiduo de esas cosas tampoco me apetece, porque estoy mejor en mi casa. Lo que no suelo ser es cotilla o lenguaraz. Por lo general, no hablo de mí y mucho menos de mi trabajo de puntos y comas.
Se ha dicho que 'Romanticismo' es la novela de la Transición, ¿sigue siendo su gran novela?
'Romanticismo' es la novela que mejor han aceptado los lectores porque adopta una máscara de novela realista que, de todo lo que he publicado, es la más fácil de comprender. El lector está acostumbrado a entender las cosas de una manera determinada y si se las das con ese ropaje las admite mejor.
Se le cita como el gran escritor de Madrid, en la estela de Baroja, Galdós, Azorín, y es cierto que en muchas de sus novelas Madrid es un personaje más: sus calles, sus rincones…
Uno queda reflejado en los libros que ha leído. Al escribir, el creador reproduce lo que ha asimilado como lector. Así funciona el mecanismo literario y yo hago lo mismo que han hecho mis antepasados y que harán mis sucesores. Respecto de Madrid, lo que suelo decir es que, cuando escribo, no voy buscando la ciudad de Madrid, ya que se me entrega de forma espontánea y con poco esfuerzo al salir de casa. Por eso no necesito elaborar un paisaje que se me concede de forma tan natural.
¿Y el humor, la parodia, la ironía?
Soy partidario de alimentar la escritura con este tipo de adornos. Todo lo que sirva para enriquecer el trabajo literario debe ser bienvenido.
Es un escritor de grandes amigos: Clara Sánchez, Antonio Soler y, sobre todo, Luis Mateo Díez y Juan Eduardo Zúñiga. Háblenos de ellos.
Bueno, poco se puede decir de una amistad entre seres humanos, excepto lo consabido. A lo largo de la vida, uno se rodea de personas afines o atractivas en el trato, de ellas aprendo mucho y con ellas procuro ser generoso. El contenido de esa amistad o sus recorridos o costumbres es algo que compartes con tu amigo y no debe divulgarse. A nadie más le interesa lo que dos personas comparten. Así pienso desde hace tiempo.
Tiene fama de ser generoso con jóvenes escritores que lo admira: Ernesto Pérez Zúñiga, Use Lahoz, Ricardo Menéndez Salmón, Pilar Adón...
Por esos jóvenes escritores siento la misma predilección que pude despertar de joven en las personas mayores. Es un proceso natural en la vida. En todo caso, no me considero su maestro, soy su lector, atento, contento y agradecido, y la ventaja que tienen los jóvenes es que tienen más años de vida que los mayores.
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En el legado incluyó también dos cartas de sus nietos que no ha leído, y que no se abrirán hasta dentro de 20 años…
Las cartas no se abrirán hasta agosto de 2043, que es la fecha que coincide con el centenario de mi nacimiento, y la literatura de algún modo es eso: escribir hacia la nada, mandar un mensaje, como un náufrago, y quedarse esperando con la esperanza de que esas palabras lleguen a un lector.
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