László Krasznahorkai: «El apocalipsis no tiene por qué ser algo triste»
El escritor húngaro, autor de 'Tango satánico' o 'Guerra y guerra', obtuvo el premio Formentor 2024
Recuperamos, tras ser galardonado con el Nobel de Literatura 2025, la entrevista que ABC Cultural realizó a László Krasznahorkai en 2024
László Krasznahorkai, premio Nobel de Literatura
Marrakech
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Iniciar sesiónLászló Krasznahorkai (Gyula, Hungría, 1954) tiene los ojos azules y el humor de los desencantados, aunque hay en su literatura una fe en el hechizo de la palabra, en la persecución de la belleza, que deja tras de sí unas frases largas como ríos antiguos ... que riegan mundos desolados. Su primer libro, 'Tango satánico' (Acantilado, como el resto de su obra), lo convirtió en un escritor de culto. Con 'El barón Wenckheim vuelve a casa', que acaba de publicarse en español, da por finalizada su aventura en la novela. Ha estado muchas veces en las quinielas del Nobel, pero no ha venido a Marrakech a hablar de eso, sino a celebrar el premio Formentor, que recoge este viernes.
—Tiene usted la biografía de un nómada: Hungría, Mongolia, China, Japón, Europa, América… ¿Hasta qué punto el viaje ha marcado su biografía?
—Nunca lo he pensado porque de alguna forma nunca ha sido una elección. Para mí nunca ha sido natural permanecer en un sitio, ni siquiera en el sitio en el que nací. Quitando los viajes de mi juventud, cuando sí tenía la intención de ir a un sitio y conocerlo, lo que he hecho siempre es marcharme de un sitio. Porque donde yo estaba ya no estaba. Cuanto más tiempo paso en un sitio, menos lo conozco.
—...
—Siempre he tenido la impresión de que lo que es muy vistoso de un sitio, eso no es la realidad: es solo algo que me quieren enseñar. Pero cuando crees que ya conoces una cultura, la cultura española, la indonesia, la japonesa, cuando crees que puedes volver y conocerla más, te equivocas: realmente te estás alejando. Yo me fui de Japón cuando entendí que ya no sabía nada de Japón. Es como esta historia de los tres peregrinos que van a visitar al Papa en Roma. Al primero le pregunta cuánto tiempo lleva en Roma. Y dice: llevo ya tres días. «Oh, entonces ya habrás visto mucho, ya sabrás mucho de Roma». El segundo lleva tres meses. «Ah, bueno, habrás visto una que otra cosa, ¿no?». El tercero le cuenta que lleva tres años en la ciudad. «Ah, entonces no sabes nada», le responde [y ríe].
—Esa aceptación de que no sabemos nada es una constante en su obra. En 'Guerra y guerra', el protagonista, Gyorgy Korin, repite que no entiende el mundo. Eso le viene de Kafka, ¿no?
—Si hay una influencia en mi vida, esa es Kafka. Si no es por él no empiezo a escribir. Recuerdo que con once años quería entrar parte del grupo de mi hermano, que tenía dieciséis años. Por supuesto no me dejaban, porque era muy pequeño. Empecé a tocar la guitarra y eso les gustó, me dejaron entrar. Y ellos no paraban de hablar de un libro y un autor: 'El castillo', de Kafka. Entonces, una noche, cuando mi hermano se durmió cogí el libro y lo empecé a leer con una linterna. No me enteraba de nada, claro. Y así sigo hoy [deja una pausa]. Hay algo muy misterioso en esa obra… Es como ese cuento suyo, 'Ante la ley', en el que un hombre de campo llega ante un guardia, el guardia de la Ley, pero este no le deja cruzar la puerta. Intenta por todos los medios entrar, pero no le deja pasar. Pregunta si hay otra puerta, pero le dice que no, que esa es su puerta. Y pasa el tiempo hasta que se hace viejo, y en ese momento, cuando está a punto de morir, le deja pasar y cierra la puerta. Eso está en mi ADN. Ese afán por conocer qué hay al otro lado de la puerta.
—Le han bautizado como el maestro del apocalipsis, aunque sus libros están llenos de humor, también.
—Pero yo creo que el apocalipsis no tiene por qué ser algo triste. Puede ser tan desesperante que ya te ríes. Es como aquella escena de 'Los caballeros de la mesa cuadrada', de los Monty Python, cuando el caballero negro se enfrenta al Rey Arturo. En ese combate pierde un brazo, luego el otro, luego las dos piernas, y cuando ya está como un pez, en el suelo, le grita al rey Arturo, que se está marchando: «¿A dónde vas tú, cobarde?» ¿Esa escena es para reír o para llorar?
—Ya no vive en Hungría, ¿no?
—Me gustaría, pero no puedo vivir allí. Ahora me muevo entre Viena, Trieste y una casa que tengo no demasiado lejos de Budapest, en una colina, donde estoy aislado. Cuando no puedo aguantar en un sitio, me voy a otro [ríe, y vuelve a Hungría]. Creo que Hungría nunca ha estado en una situación tan desesperada. Dicen que intentan recuperar la gran Hungría, pero ese país nunca existió. La historia húngara es horrible, con un montón de pérdidas, de fracasos. Siempre hemos tenido uno o dos héroes que se enfrentaban a la clase soberana, pero no eran héroes victoriosos, sino que eran víctimas de la estupidez, de la ignorancia, del paletismo, de la tosquedad. Y luego hablan del húngaro valiente, pero es que el húngaro es cobarde. Siempre hay jóvenes que salen a la calle a manifestarse para intentar cambiar algo. Pero cuando se dan la vuelta ven que no hay nadie detrás de ellos.
—¿No tiene fe en el futuro de su país?
—Si termina el régimen de Orbán, yo creo que va a ser peor. ¿Qué vamos a hacer con los dos o tres millones de personas que lo idolatran? Para ellos, él es la persona adecuada. Y Hungría tiene 10 millones de habitantes… Me da mucha pena la gente húngara, aunque creo que también son responsables de querer mantener este sistema. No predigo un futuro muy brillante para ellos.
—Ha dicho que 'El barón Wenckheim vuelve a casa', que acaba de publicarse en España, es su última novela. ¿Lo mantiene?
—Es mi última novela, pero no mi último libro. Mi traductor al español, Adan Kovacsics, está trabajando en otro libro mío que no es una novela, sino un relato. Un relato largo.
—¿Y cuál es la diferencia?
—En una novela tienes que representar un mundo entero. En un relato, en cambio, el foco está en una única persona y su entorno. Y tú, como una cámara, vas siguiendo a esa única persona por donde vaya. Si el relato corto o es largo da igual [deja un silencio]. Con 'Tango satánico', 'La melancolía de la resistencia', 'Guerra y guerra' y 'El barón Wenckheim vuelve a casa' ya he dado cuatro versiones diferentes de cuatro mundos diferentes. Y creo que forman una unidad redonda. ¿Qué podríamos añadir al Nuevo Testamento? Después vienen los jinetes del apocalipsis y ya está [y suelta una carcajada]. Por eso no hago más películas con Béla Tarr. Hemos llegado a un punto en el que ya nos repetiríamos.
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