Isabel Allende: «Si reeditaran 'La casa de los espíritus' habría que eliminar la mitad»
La escritora estrena su nueva novela, 'El viento conoce mi nombre', que aborda el drama de la inmigración forzada y la orfandad
Adrián G. Peñacoba
Madrid
Isabel Allende es escueta y certera. Goza de buena salud y además, se la ve contenta. «Tengo una buena comunidad y un propósito», comenta como secreto de su espíritu inmaculado, que ya arrastra 80 años. Dice ser supersticiosa y no habla de lo que ... no ha terminado. Por suerte, acaba de estrenar su última novela, 'El viento conoce mi nombre', que es la que contiene más dosis de actualidad y está deseosa de comentarla.
La autora viva más leída y más traducida en español comienza narrando la historia de un niño judío que huye en la 'Noche de los cuchillos largos' dejando atrás a su familia para siempre. La escritora chilena hila con pericia el pasado y el futuro, y lleva al lector hasta la actualidad, donde su protagonista, la pequeña Anita, ha huido de la brutalidad de El Salvador junto a su madre, de la que obligan a separarse en la frontera de EE.UU. «El título 'El viento conoce mi nombre', lo puse porque a los niños que vienen de la frontera les ponen un número, algo que tiene bastante resonancia con el nazismo en el pasado. La protagonista, Anita, quiere que alguien recuerde su nombre verdadero. Ella no es un número», explica sobre una novela que pone el foco sobre el drama de la inmigración en Latinoamérica.
En esta historia se muestra que la miseria humana se repite si no la recordamos, si no se enfoca por los medios o si no se pone remedio por parte de los gobiernos. Pero encuentra redención en la bondad de los individuos que deciden apostarlo todo en un ejercicio esperanzador: «Este libro es un homenaje a todas esas mujeres que trabajan para ayudar a otros porque ahí no hay ni dinero, ni gloria, ni fama«, explica. »Las trabajadoras sociales son mujeres, las psicólogas son mujeres, las abogadas que defienden a los niños de frontera en EE.UU. son mujeres», defiende Allende.
«Cuando yo nací, nadie hablaba de feminismo. Por muchos años ser feminista era un insulto y ahora es parte de la sociedad», expresa una de las escritoras más aclamadas del mundo. Cree que su primera novela, 'La casa de los espíritus', «pavimentó el camino para muchas mujeres escritoras en América Latina que habían sido sistemáticamente ignoradas o silenciadas». En general, se muestra optimista aunque no cree que el siglo XXI sea 'el siglo de las mujeres': «Ojalá fuera así».
La escritora lamenta que, aunque ha habido muchos avances «hay retrocesos tremendos» que ejemplifica con el gobierno talibán en Afganistán. «En 24 horas, las mujeres que eran médicos, abogados, tienen que encerrarse en sus casas con un burka. Hay que estar siempre vigilante para que eso no ocurra» expresa con vehemencia. También menciona que «en los Estados Unidos ha habido un retroceso desde que se suspendió el derecho al aborto y ahora parece que lo siguiente son los anticonceptivos». También tiene críticas hacia su américa natal: «El feminicidio y el crimen contra la mujer es, en nuestros países, totalmente impune. Matan mujeres, aparecen los cadáveres y ni siquiera investigan a nadie». «Los países más atrasados del mundo son aquellos en que las mujeres están en la peor situación», sentencia.
Censura en la actualidad
El drama migratorio no es su única preocupación de la actualidad: «Yo creo que el arte procura mantener vivo el estandarte de la libertad, por eso en Estados Unidos están quitando libros de las escuelas», argumenta. «Si hicieran una reedición de 'La casa de los espíritus' habría que eliminar la mitad. También de 'Cien años de soledad'. Ahora es todo políticamente incorrecto» y se censuran libros «que son parte de nuestra cultura», plantea. «Que censuren mi primera novela me parece estupendo: así los muchachos corren a leerla», remata.
«Yo vivo en los Estados Unidos donde casi todo es ofensivo. Por el camino se pierde todo sentido del humor. También hay esta cosa de castigar a los autores del pasado, que es lo que ha pasado con Pablo Neruda en Chile», expresa la escritora. Cree que está bien revisar las conductas del pasado, pero que si no se separa el arte del artista, se eliminarían muchas obras. «Tendríamos que revisar a todos los artistas, a los políticos, a los científicos, a los inventores, a todo el mundo. Y si acaso su vida no es perfecta, habría que eliminar su obra, volveríamos a la Edad de Piedra», denuncia.
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