BCNEGRA 2023
Geografías del crimen: morir en Barcelona, matar en todo el mundo
Lippman, Márkaris, Manzini y Manotti despliegan en la capital catalana el mapamundi de la novela negra

Esta historia podría empezar en Aosta, tropezando con algún cadáver en las pistas de esquí de los Alpes italianos, y acabar en una tasca de Atenas entre berenjenas rellenas y ternera al limón. O, si se trata de hacer kilómetros y desafiar las más ... elementales leyes de la cinética, en el Baltimore de los sesenta, el París de los ochenta o La Habana de vaya usted a saber cuándo. Porque, si como suele decirse, la derrota es huérfana, tampoco el crimen entiende de lazos y parentescos. De nacionalidades.
Al fin y al cabo, de eso ha ido siempre BCNegra: de morir en Barcelona pero matar en todos lados. En cualquier rincón del mundo. Tanto monta un remoto paisaje helado de la Noruega septentrional que un palacio de justicia de Rennes. Las calles de Tel Aviv o una nave abandonada en las afueras de Barcelona. El brumoso Londres victoriano o ese México salvaje en el que una cantante de folk irlandesa y un marino vasco pueden engendrar un detective abstemio.
Tópicos al margen, si de algo se alimenta el género negro es de atmósferas, paisajes y escenarios. También de etiquetas (¡tartan noir! ¡polar provençal!, ¡thriller mediterráneo! ¡tripa nórdica!), pero sobre todo de escenarios. Espacios que, si creemos todo lo que se dice en cuanto se encienden las grabadoras y se despliegan las agendas promocionales, son mucho más que eso. Son, dentro redoble de tambor, un personaje más. Protagonistas sordos que acompañan, oprimen y condicionan. «La novela negra inventa una realidad urbana ficticia que es amenazante y brumosa», dejó dicho el escritor e hispanista Ian Michael. Y si de algo anda sobrado el programa que BCNegra articula a partir de este lunes es de brumas amenazantes, ciudades con pedigrí negrocriminal y un mapamundi del mal a escala casi real.
Una completa geografía del crimen que, decíamos, podía empezar en la Aosta de Antonio Manzini, terreno de juego del subjefe de policía Rocco Schiavone desde que fue desterrado desde Roma, pero que, galones mandan, lo hace en La Habana. No es para menos. Leonardo Padura, habanero de pura cepa y maestro involuntario del género, patrulla desde hace décadas la ciudad junto a Mario Conde. Trapicheo, cambalache y supervivencia. «La vida cotidiana de los cubanos», como le gusta decir al autor. En 'Personas decentes', última entrega de la serie, La Habana se encuentra con su historia remota y con los efectos especiales del pasado reciente: el concierto de los Stones, la visita de Obama y el desfile de Chanel. 2016. Y de fondo, que no falte de nada, un asesinato con castración. Padura: una isla dentro de otra isla.
«El mundo ha cambiado, se ha convertido en un sitio ideal para la novela negra porque hay mucho que contar», defiende la francesa Dominique Manotti. Y quien dice mundo dice el París de los años 80. El distrito X, tráfico de drogas y corrupción a paletadas. El comisario Denquin, enfrentando en 'Oro negro' con la policía marsellesa por 'parisino y homosexual', y los 'Senderos sombríos' que conducen a la explotación sexual de menores y los talleres clandestinos.
Capitales del crimen
Seguimos. Próxima parada, Baltimore. El gran decorado detrás de 'The Wire' y 'We Own This City' y la ciudad que Laura Lippman retrata en 'La mujer del lago' a través de los ojos de una reportera del 'Star'. «En 1966, Baltimore es una ciudad de secretos que todos parecen conocer, es decir, todos, excepto Maddie», celebra la literatura promocional de una novela que, entre joyeros, periodistas y policías, radiografía la otra cara de la capital del crimen y, dos por uno, convierte al matrimonio Lippman & Simon (porque, en efecto, el marido de la escritora no es otro que David Simon) en cronistas oficiosos de las luces y sombras de la urbe estadounidense.
En una edición dedicada a la doble vida y al canturreo compulsivo del 'I Wish I Had An Evil Twin' de los Magnetic Fields, no podía faltar el Londres victoriano en el que Stevenson urdió las idas y venidas del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, leitmotiv de buena parte del programa, y tampoco ese otro Londres lisérgico y sesentero que el escocés Graeme Macrae Burnet retrata en 'Caso clínico', intriga cuyo argumento gira alrededor de, bingo, la identidad. En este particular juego de quién es quién (o, mejor dicho, quién es dónde), también encontramos el Buenos Aires de Claudia Piñeiro, la Roma de Donato Carrisi (pese a que su reciente 'El hombre del laberinto' huye del anclaje geográfico), el París ocupado de Romain Slocombe, la conexión Glasgow-Bilbao de Dolores Redondo…
En Atenas aguarda un viejo conocido. Cada vez más viejo y también cada vez más conocido. Eso sí: en las dos últimas novelas de Petros Markaris, la ciudad de Kostas Jaritos ha cambiado. Sí, otra vez el dichoso covid y sus trágicas circunstancias. «Ya en el primer día de nuestro aislamiento domiciliario me di cuenta de que yo era un extraño en mi propia casa», se lamenta Jaritos en las primeras páginas de 'Cuarentena', último caso publicado del más mediterráneo de los comisarios aún en servicio. Porque la pandemia, en efecto, lo ha trastocado todo. Tanto es así que 'La conjura de los suicidas', próxima entrega de la serie, presentará una «Atenas inédita»; una ciudad clausurada y confinada en la que, sin embargo, el crimen no descansa.
Más allá de las apreturas del guion del festival, una rápida escapada y, alehop, hacemos pie en Glasgow. Estamos en 1974 y una bomba hace saltar por los aires un piso de un barrio pobre de la ciudad. «Glasgow es como Belfast pero sin bombas», sentencia el agente Harry McCoy. Y a llenar de significado tan llamativo eslogan dedica Alan Parks la nueva entrega de su particular almanaque criminal, 'Muerte en abril'. En la misma ciudad y casi en la misma década espera también Jack Laidlaw, personaje legendario creado por William McIlvanney al que Ian Rankin acompaña ahora en 'Solo en la oscuridad'. «En todas las ciudades hay delincuencia a mansalva», leemos en la primera página. Y donde hay delincuencia suele haber, no demasiado lejos, un escritor tomando notas.
Safaris humanos
Sin salir de Europa, Copenhague es el lugar escogido por Steffen Jacobsen para poner en marcha 'La cacería', thriller salvaje y gélido sobre una suerte de safari humano en el ártico, mientras que en Rennes se desarrolla 'Mujeres de armar tomar', novela con la que Mathieu Menegaux se adentra en el laberinto judicial junto a una mujer acusada de haberse vengado brutalmente de dos hombres que abusaron de ella.
En la meta espera Barcelona pero, antes de llegar, unos cuantos desvíos: el Ourense asfixiante y encapotado de Diego Ameixerias; los valles de Turín en los que el detective Corso Bramard, creación de Davide Longo, recibe los versos de una canción de Leonard Cohen que le envía un asesino en serie; la fantasía 'vintage' y antropomórfica en la que Díaz Canales y Guarnido enmarcan las aventuras de Blacksad; las calles aparentemente pulcras del barrio de Holon, en Tel Aviv, por las que se mueve el Abraham Abraham de Dror Mishani…
Asoma ya la ciudad condal, una de las capitales del 'noir' mediterráneo y vivero del que han salido obras tan diferentes como 'Todos habían dejado de bailar', de Alberto Valle, y 'Nadie salva a las rosas', de Youssef El Maimouni. De los pasos torcidos del jazz y el crimen de la década en la Barcelona de los 60 a la hostilidad de una ciudad-decorado que expulsa a quien no puede pagar tochos a precio de lingotes de oro. Ya lo escribieron Àlex Martín y Jordi Canal cuando pasaron revista al género en 'A quemarropa': «Buena parte de los autores retratan las diferentes ciudades como si fuera un atacante más. Están muy lejos de ser escenarios pasivos». Además, añaden, se antojan espacios ideales para reflexionar sobre la pérdida de la memoria, el paso del tiempo, la inmigración y el crimen organizado. La ciudad como espejo y refugio del mal. El paisaje como altavoz en el que crimen se amplifica y encuentra su propio eco.
Y mientras tanto, en Las Palmas de Gran Canaria, nada de nada. Sólo banderas a media asta mientras Eladio Monroy acaricia el lomo de un bolsilibro y piensa en qué andará metido Leo Caldas allá en Panxón.
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