Casi todo Cuttlas: el libro gordo del vaquero samurái de Calpurnio
Reservoir Books reúne en un único volumen más de 700 páginas del más carismático 'cowboy' de la historieta española
Muere el dibujante e ilustrador Calpurnio, padre de Cuttlas
Barcelona
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Iniciar sesiónUn par de trazos precisos de tinta, un vaquero apenas dibujado «con unos palotes y unos círculos», y toneladas de ingenio para apuntalar el minimalismo expresivo. «¿Cómo va lo de la crisis?», pregunta Cuttlas mientras se precipita hacia un fuego abrasador. «¡ ... Regular!, responde a su lado su compinche Jim. Y así todo. «¿Se ve el fondo?», irrumpe Jim en otra viñeta atravesada por una terrorífica gráfica descendente. «Sí, ¡ahí! Junto a Lucifer», contesta el bueno de Cuttlas. El vaquero existencialista. El 'cowboy' efervescente. El terror de los malos y el más querido llanero acompañado de la historieta española.
«Aunque es de gatillo fácil, resuelve sus duelos con ingenio y cerebro, al estilo de un pistolero samurái», le gustaba decir a Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón, Calpurnio Pisón en la firma y la leyenda, de su esquemático y agudo héroe, monigote al que mató dos veces (una de ellas, ay, precipitándolo sobre Júpiter en una sonda suicida) y que regresa ahora en formato casi integral para despedirse de su creador, fallecido en diciembre de 2022. «Cuttlas es posiblemente la mejor definición que se ha hecho del lenguaje del cómic», resume el crítico y divulgador Álvaro Pons, responsable de la selección y edición 'El Gran Libro de Cuttlas' (Reservoir Books), el mayor compendio jamás publicado del personaje.
Más de 700 páginas que, asegura Pons, bien podrían haber sido 2.000. No en vano, aquí se rastrean y diseccionan casi cuatro décadas de actividad y garabatos; treinta y siete años exactos de Cuttlas, Jim, Mabel, el extraterrestre 37 y Juan Bala en las páginas del fanzine el 'El Japo', ¡Makoki', 'El Víbora', 'El País', '20 Minutos', y 'Revista Plaza'. «Fue una serie muy errática pero muy constante», explica Pons sobre una tira que nació en 1983 como parodia del western y acabó convertido en laboratorio experimental y barra libre de creación secuencial.
El arco narrativo es más que evidente: en las primeras viñetas, Cuttlas salva a Jim de las garras del Ku Klux Klan; en las últimas, el vaquero, pistola humeante y cientos de cherokees muertos a sus pies, ya ni siquiera sabe qué hace ahí. «La verdad, ya no me acuerdo por qué discutíamos», dice. «Cuttlas es posiblemente el mejor ejemplo que tenemos de lo que es una historieta -escribe Pons en la introducción-. Historias de una página que remiten a la tradición de las dominicales de la prensa norteamericana, donde el cómic se popularizó como medio de masas tras siglos formándose como lenguaje, rompiendo convenciones sobre el estilo con una opción tan minimalista como estricta». Ya lo decía el propio Calpurnio: «la narrativa secuencial es poderosísima. Me siento como un director de orquesta pero en casa. Yo dispongo de más armas que las de un escritor porque cuento con letras, personajes, trucos, colores, y números».
Homenaje al creador
Y, sin embargo, nada de esto estaba previsto. De hecho, lo que tenían en mente Pons y Calpurnio era lanzar 'El libro gordo de Calpur', una antología que pusiese en valor todo el trabajo que el dibujante e historietista aragonés realizó al margen de Cuttlas. Un proyecto que, sin embargo, quedó abortado cuando Calpurnio enfermó. Una pena ya que, como explica Pons a ABC, el libro «estaba casi acabado». La alternativa, en cualquier caso, no está nada mal: casi todo Cuttlas como homenaje a su creador y un atracón de gags memorables, guiones exquisitos y mímica poderosísima. O cuando unas escaleras gigantes y un Cuttlas diminuto bastan para resumir el espíritu de cuesta de enero permanente que llega tras cada domingo. A por el lunes, sí. O no.
«Yo lo veo al mismo nivel que Chris Ware en cuanto a experimentación y ruptura», asegura Pons, encargado de aplicar el tamiz y decidir qué entraba y que no en ese colosal volumen a prueba de muñecas delicadas. ¿Los criterios? Fácil: una visión cronológica que permitiese ver cómo evolucionó la serie; una panorámica a través de todas las inquietudes científicas, matemáticas, filosóficas y musicales de Calpurnio; y especial atención a las páginas más espectaculares e innovadoras.
Ahí están, en blanco y negro o todo color, 'crossovers' con 'Juego de tronos' y 'El Principito' («tu cara me suena», le suelta Cuttlas, guasón, al crío de Saint-Exupéry); páginas atiborradas de soldados, de indios en patinete y de arapahoes que nunca se sabe si son amigos o enemigos; escapadas galáctica y zombis asesinos; los Beatles y los Teletubbies. Y, cómo no, también Kraftwerk, obsesión recurrente y el grupo favorito de Cuttlas. ¿Incongruente? Para nada. El propio Cuttlas explicaba en su autobiografía su concepción líquida y mutante del tiempo. «Nací en Ghost City (Texas), a finales del siglo pasado, pero tengo aproximadamente 30 años. Vivo en una especie de agujero espaciotemporal que me permite disfrutar de la última tecnología mientras cuido de mis vacas».
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De ahí que Cuttlas aparezca un día huyendo de los martillos de 'Another Brick In The Wall' de Pink Floyd al grito de «¡Septiembre! ¡Socorro!» y acto seguido comparta unos martinis con Jim y el extraterrestre 37 en los anillos de Saturno. «Las páginas de Cuttlas comenzaron a expandirse en todas las direcciones, convirtiéndose en calendarios, sudokus, recortables, en versiones de obras de arte o de portadas míticas de discos. Todo era válido con una única condición: que la ironía socarrona lo impregnase todo», recuerda Pons. La actualidad y la naturaleza humana, encapsuladas en viñetas de las que Calpurnio intentó despegarse sin demasiado éxito: dos veces mató a Cuttlas y otras tantas resucitó el esmirriado vaquero. ¿Relación amor-odio? «Estuvo cuarenta años con él, así que mucho odio no había. Lo que pasa es que se cansaba de él y lo mataba», apunta Pons.
Entre las sorpresas de 'El gran libro de Cuttlas' destaca una página entera para 'Makoki' en la que el 'cowboy' parece desintegrarse sobre el papel: se trata, según explica el propio Calpurnio en una breve anotación, de la primera ilustración que hizo en toda su vida con un ordenador, «dibujando con el ratón» y acompañando de paso al bueno de Cuttlas a ese siglo XXI en el que también se movió con enorme soltura, bailando como un demente la canción de Rodolfo Chikilicuatre; creando un sentido 'Je suis Charlie' con señales de humo; y solucionando todos los problemas de Gregor Samsa con un poco de café. «Lo que me ha permitido llegar aquí es que, en su aparente sencillez, está su capacidad de transformación», explicaba Calpurnio hace años. Como muestra, estas 720 páginas de pura magia.
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