Los 'buquinistas' de París, un patrimonio histórico amenazado
Los JJ.OO. de París, el turismo, las obras públicas y la amenaza terrorista angustian a estos profesionales
La lenta desaparición del centro cultural de París
Corresponsal en París
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Iniciar sesiónTras cuatro siglos de historia, varias revoluciones y numerosos cambios de régimen, los 'buquinistas', inscritos en el patrimonio histórico nacional, corren el riesgo de ser víctimas del turismo, las obras públicas, las amenazas terroristas y la celebración de los Juegos Olímpicos del 2024.
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En francés coloquial, 'bouquin' es libro y el 'bouquiniste', 'buquinista', es un vendedor de libros de viejo, que comenzó a instalar sus legendarias cajas de madera en los muelles del Sena hacia el siglo XVI. Con la imprenta, el florecimiento de la industria moderna y la difusión «masiva» de los libros, con Balzac, los 'buquinistas' conocieron un siglo muy largo de gloria, entre mediados del XIX y finales del siglo pasado.
Mucha de la gran literatura española consagrada a Francia y París pudo escribirse gracias a los 'buquinistas'. Dos grandes clásicos francófilos de nuestra literatura, Pío Baroja y Azorín, fueron clientes empedernidos de los 'buquinistas' parisinos.
Historia feliz que la celebración de los JJ.OO en París y su periferia ha transformado en pesadilla negra, desenterrando el rosario de problemas de fondo que amenazan a una profesión emblemática.
Respeto a la tradición
Preparando con mucha antelación los problemas de inseguridad, el prefecto de París, máximo representante del Estado en la seguridad de la capital, decidió por decreto que unos 600 de los 950 'buquinistas' parisinos deberían cerrar y trasladar sus venerables cajas de madera, razonablemente frágiles, durante la celebración de los JJ.OO. El prefecto justificó la medida como «indispensable» para combatir amenazas terroristas. La noticia se transformó en una crisis de fondo, que Jérôme Callais, presidente de la Association Culturelle des Bouquinistes de Paris (ACBP), resume de este modo: «La prefectura no ha entendido nada. Ha provocado entre los profesionales una crisis de angustia, incomprensión y soledad. Esa medida podría ser el fin de su trabajo. Lo que nosotros pedimos es que nuestras cajas, pequeños armarios donde guardamos buena parte de nuestro peculio, sean preservadas. Los 'buquinistas' somos un símbolo de París, con 450 años de historia. Pedimos comprensión para una profesión frágil y emblemática«.
El SOS público de los 'buquinistas' tuvo un eco inmediato. Un centenar largo de intelectuales, encabezados por Edgar Morin, Mona Ozouf, Pascal Bruckner y Michelle Perrot, publicaron un manifiesto de solidaridad, pidiendo que el Estado reconsiderase el decreto de la prefectura parisina: «En el fondo, se trata de un problema de civilización. La Ley olímpica de excepción se ha transformado en una amenaza para la cultura y la democracia. Francia no puede aceptar un retroceso moral semejante«.
Mientras el Estado, el presidente Macron y su gobierno siguen reflexionando, el decreto prefectoral ha tenido la «virtud» de recordar los problemas de fondo que amenazan el futuro de los 'buquinistas'. Laure Pinot, vendedora en la librería de viejo Gibert Jeune, comenta: «La tienda donde yo trabajo comenzó siendo un puesto de 'buquinista', a dos pasos de la Plaza de Saint-Michel. Luego se transformó en librería, frente al Sena y los 'buquinistas'. Desde hace años, sufrimos el acoso turístico. Estamos rodeados de tiendas de regalos y recuerdos baratos. Las colas de turistas comprando esas cosas han robado clientes de libros tradicionales, que se sienten incómodos«.
Entre las obras públicas de la alcaldía y los trabajos de reconstrucción de la catedral de Notre Dame, varios centenares de 'buquinistas' sufren y son víctimas de las idas y venidas de camiones, sin olvidar el horror del público tradicional. Ojear y comprar libros de viejo, entre grúas y andamios, es un deporte poco o nada atractivo.
Otros negocios
Intentando relanzar su modesto negocio, muchos 'buquinistas' comenzaron a vender recuerdos y objetos de regalos a precios de ganga: los libros comenzaron a estar suplantados por mercancías de muy otra naturaleza. «Nuestra profesión lleva años afrontando varios cambios de fondo. El decretazo de la prefectura ha venido a recordar y agravar otras cuestiones», expresa Ludovic Communier, 'buquinista', y agrega: «Es una evidencia que la gente lee menos. Todos afrontamos esa crisis a nuestra manera. Algunos colegas venden recuerdos. En mi caso, decidí hace años especializarme y escogí el sector del deporte, dando mucha importancia al ciclismo. Tengo una oferta bastante variada, de carteles a revistas, pasando por fotografías y libros. Hay una muy buena literatura ciclista y deportiva, en general, que tiene su clientela. Hay académicos que me compran regularmente«.
—¿Cómo terminará la crisis que ha provocado el prefecto de París?
—Quiero pensar que bien. La profesión está apoyada por escritores y editores. La prefectura quizá no comprendió, de entrada, la gravedad del problema. Todos estamos contra el terrorismo, todos estamos por la seguridad de París, antes, durante y después de los JJ.OO. Pero es necesario que la seguridad de los muelles del Sena sea compatible con el respeto de la cultura, de la tradición y de una profesión muy frágil. Yo estoy especializado y tengo una pequeña librería de viejo en Vincennes. Pero otros colegas llevan hasta cuarenta años con sus puestos. Si se los cierran será el fin para muchos«.
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