Adiós a Cormac McCarthy, el escritor de la sociedad implacable
El escritor, ganador del Pulitzer y uno de los más influyentes de la narrativa estadounidense, ha fallecido a los 89 años
Muere el escritor Cormac McCarthy, ganador del Pulitzer por 'La Carretera' y autor de 'No es país para viejos'
El territorio de Cormac McCarthy es el salvaje oeste, sus paisajes, su épica, sus horrores, sus horrores. Es un oeste que no se parece al de los westerns clásicos, desde luego, un oeste inusitadamente violento y cruel. Nadie que haya leído Meridiano de sangre ... podrá olvidar la figura del Juez Holden, un hombre inmensamente corpulento, mortalmente pálido, completamente lampiño de la cabeza a los pies, que dirige a un grupo de «cazadores de cabelleras» que se dedican a masacrar a nativos americanos por el puro placer sádico de matar. La novela puede parecernos sospechosa de ese esteticismo de la violencia que a veces parece deleitarse en eso mismo que pretende denunciar, pero está basada, por increíble que parezca, en hechos históricos acaecidos a mediados del siglo XIX.
Recuerdo haber leído que Cormac McCarthy realizaba extensos viajes por las regiones donde se desarrollaban sus novelas a fin de documentarse, pero quiero decir esa documentación sensorial que es la marca del verdadero novelista: los olores, las texturas, los paisajes, el clima. Meridiano de sangre, hoy en día considerada su obra maestra, fue bien recibida por la crítica, al igual que Suttree, quizá su obra más extensa, que trata de un hombre de Tennessee, Cornelius Suttree, que abandona a su mujer, a su hija y su vida acomodada y se compra una barcaza en la que se instala para convertirse en pescador y vivir en el mundo del río, lleno de vagabundos, prostitutas y parias de la tierra.
No tiene el hechizo demoníaco de 'Meridiano de sangre' (o de 'No es país para viejos', otra historia de violencia desatada), pero encarna, quizá, el gran tema americano, que trata de un personaje solo en mitad de un paisaje infinito y que explora los límites y los abismos de la libertad. El gran éxito le llegó a McCarthy con 'Todos los hermosos caballos', primera parte de una Trilogía de la Frontera, y que tiene uno de los principios más bellos de la historia de la novela, páginas que pueden recordarnos a Faulkner, a Twain, al Capote de El arpa de hierba, al Hemingway de la prosa fascinante, pero que poseen un lirismo y una dureza absolutamente personales y únicas. Las novelas de McCarthy poseen, junto con su altísima exigencia literaria, una peculiar ligereza. Están llenas de diálogos que el autor escribe sin las comillas que son habituales en inglés (nosotros usamos guiones), lo cual da un aspecto único a las páginas y un ritmo muy especial a la lectura. Siempre rehuyó las fotos y las entrevistas. Concedió muy pocas y existen pocas fotos suyas, ese poder extraño que tienen los escritores americanos de esconderse y seguir presentes, de huir y resplandecer al mismo tiempo. En 'El problema Kekulé' analizó un sueño del químico alemán del siglo XIX August Kekulé para investigar el origen del lenguaje y su relación con el inconsciente, en el que afirma, misteriosamente, que todos los animales tienen inconsciente. Quizá es así como McCarthy veía a los seres humanos: como animales. Altamente desarrollados, increíblemente sofisticados, dominados por fuerzas incontrolables, finalmente incomprensibles.