Alfonso J. Ussía, escritor: «Hay que ensuciarse la mirada para tener algo que contar»
El autor de 'Vatio' aborda el drama del suicidio, «la gran lacra silenciosa» en su nueva novela, 'El Puente de los suicidas'
Alfonso J. Ussía, en el Viaducto de Segovia
'El Puente de los suicidas' (Círculo de Tiza, 2023) no es una novela de suicidas. Hay tipos que se tiran desde lo alto del Viaducto de Segovia, claro, cuando el mundo se les hace insoportable, pero esencialmente es la historia de gente anónima que ... pasa por la vida y coincide en el Bar Esperanza a deshora de forma muy fugaz, cada uno con sus cosas, sus problemas y buscando aliviarlos a finales de los años noventa. Y sobre todas las cosas Madrid. Siempre Madrid en la obra de Alfonso J. Ussía (Madrid, 1983) Madrid como telón, Madrid como personaje. Madrid, Madrid, Madrid. «Es la historia de esa gente que tenemos cerca y las pequeñas cosas que hacen que la vida no sea tan perra», como dijo David Summers durante la presentación del libro en el Café Varela. Para esta entrevista llega el protagonista al Viaducto de Segovia por la mañana y se va alejando de él para hablar de la vida más que de la muerte. «Porque la peor de las elecciones es saltar, sin ninguna duda. Excepto la muerte, todo se puede solucionar, de cualquier caída te puedes levantar, de cualquier crisis, todo… menos salir del hoyo», señala.
—Ha dicho en alguna ocasión que hay que ensuciarse la mirada para escribir.
—No soy un escritor rico en el sentido de que pueda hacerte creer que estás en cualquier sitio por mis recursos. Yo necesito olerlo, probarlo y tocarlo casi, si me apuras. Y desde ahí puedo transmitir de una forma mucho más descriptiva en mi narrativa lo que veo y lo que siento y lo que me gustaría abordar. Pero el primer paso es ensuciarse la mirada para tener algo que contar.
'El Puente de los suicidas'
- Autor A. J. Ussía
- Editorial Círculo de Tiza
- Número de páginas 220
- Precio 22 euros
—¿Y en qué momento miró hacia el Viaducto de Segovia?
—El puente de Segovia, creo, siempre ha estado presente en todos los gatos. Es un sitio que tiene muchísima tristeza, pero es ese punto insalvable por el que tienes que pasar en esta ciudad. Está intrínseco en todos los que hemos nacido aquí. Eso sí, me fijé en él, literariamente, a través del suicidio, que es la gran lacra silenciosa, el mayor problema que tiene nuestra sociedad. Date cuenta de que es la primera causa de muerte no accidental en España, por encima de maltratos, de violencia de género y de cualquier otra razón. El pasado año hemos superado los cuatro mil muertos por suicidio. La novela se desarrolla en 1998, cuando se morían tres mil personas al año, así que si en estos veinticinco años se mueren mil personas más de media cada trescientos sesenta y cinco días hay algo que no estamos tratando bien. Hay que perderle miedo al tema y destinar los recursos necesarios a la salud mental. A mí hay una cosa que me produce mucha paradoja, y es que nadie está a favor de la violencia contra las mujeres o de género, es más, yo caparía a los violadores, pero me parece muy llamativo que en cuatro años se hayan destinado dos mil millones de euros a una lacra que supone cuarenta muertes o cincuenta al año cuando al día se suicidan once personas en España. No hay recursos, es todavía un tabú. Se ha puesto un teléfono, como un logro… En cuarenta años de democracia sólo hemos avanzado eso.
—Este nuevo libro no tiene nada que ver con su obra hasta ahora, que por otro lado ha tenido bastante éxito.
—No puedo dejar de pensar en la ciudad nunca cuando hago literatura, pero no me acomodo en ningún tema. El reto es ese, cambiar de tema y no encasillarme como un autor que sólo hace novela sobre músicos o sobre maquis o sobre lo que sea. Me gusta salirme de la seguridad de algo ya conocido.
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—¿Y cuál es el próximo reto?
—ETA y la Guardia Civil. Llevo un año trabajando en una novela muy fuerte, es un tema salvaje. Sobre todo para la gente de mi generación, que llegamos a estar acostumbrados a que hubiese un atentado cada poco tiempo. Había sesenta bombas al año. Al final lo que no se puede, ahora que está tan de moda la memoria democrática y todas estas historias, es olvidar que había unos tíos que pegaban tiros y otros que no. ETA se acabó porque la Guardia Civil terminó con ellos, no por otros motivos. La Guardia Civil fue especializándose desde los años ochenta, desde que llegó el general Galindo a Inchaurrondo y acabaron descabezando a la organización terrorista. Pero el relato ahora se está blanqueando de una forma que no es justa. Estos hijos de puta ponían bombas y mataban críos y de aquello no hace cincuenta años, como del franquismo, esto lo he visto yo. Por eso creo que esta parte de la historia no debería ni tocarse ni blanquearse.