Adiós a Lagun, la librería que sobrevivió al franquismo y a ETA pero no ha podido con Amazon
La mala situación económica le obligará a echar el cierre antes de que termine el verano
Un lugar de civilización contra la barbarie. Por Fernando Savater
San Sebastián
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Iniciar sesiónAunque Ignacio Latierro conocía hace unos días que el cierre era irremediable, no puede evitar que se le quiebre la voz cuando le preguntan por el fin de Lagun. «Es mi vida», resume visiblemente emocionado. En su cabeza no solo retumban las anécdotas de ... más de cinco décadas entre libros, también los nombres de Ramón Recalde, María Teresa Castells, o de su amada Rosa Cuezva, fallecida el pasado mes de noviembre después de una larga enfermedad. Ellos, los dos matrimonios, fueron «el alma» de un referente de la cultura donostiarra que logró plantar cara a los fanáticos, pero que no ha podido hacer frente a los nuevos hábitos de consumo.
Latierro confiesa que la situación económica antes de la pandemia ya era «muy ajustada». En los tiempos que corren, tener «un buen fondo» como el de Lagun no es suficiente para competir contra las grandes superficies y la venta online. «Nuestros medios no tienen nada que ver con los de las grandes plataformas», lamenta Elena Recalde, hija de Ramón y María Teresa y ahora al frente del negocio. Apunta también al daño que les han hecho las descargas ilegales. «Los alumnos universitarios ya no compran libros», lamenta. Pone como ejemplo el caso de un cliente, profesor de Filosofía, que no hace mucho le contó que su libro estaba disponible de manera ilegal en Internet apenas una semana después de publicarlo.
«Tenemos que ser conscientes de lo que estamos haciendo al darle un botón», insiste Recalde, que tampoco puede ocultar la «sensación de tristeza» que le invade desde que se ha hecho público el cierre. Para ella, Lagun es mucho más que el legado de su madre. Es «parte de su vida», el lugar donde pasó tantas y tantas tardes leyendo libros infantiles.
Más de medio siglo
No solo para ella. La vida cultural de San Sebastián no puede entenderse sin la librería Lagun. Abrió sus puertas hace 55 años, en un convulso 1968, y pronto se convirtió en un referente contra el franquismo. En su trastienda se podían conseguir algunos de los libros prohibidos por la dictadura y pronto se convirtió en un lugar donde poder opinar en libertad. Recalde recuerda de aquellos años las «charlas entre clientes» o el mes que su madre, María Teresa Castells, pasó en la cárcel porque se negaba a pagar la multa por haber cerrado durante una huelga.
Porque Lagun fue desde sus inicios un símbolo de la lucha por la libertad. Por eso no dudó en cerrar sus puertas para protestar contra el proceso de Burgos contra 16 miembros de ETA. Ya en democracia, paradojas de la vida, su defensa de la libertad la llevó a convertirse en objetivo del hostigamiento etarra. «Recuerdo llegar del colegio y ver el escaparate pintado de amarillo y rojo», recuerda Elena Recarte, que todavía no ha olvidado cómo varias huellas de pintura indicaban que los violentos se escondían en el bar de enfrente. «La Ertzaintza nos decía que no podían entrar en el bar porque era peligroso», añade.
Atentado
El acoso continuo de los violentos y el atentado que sufrió Ramón Recarte, uno de sus fundadores, en el año 2000 obligaron a cerrar su emblemático local de la Plaza de la Constitución en San Sebastián. Pudo reabrir en su emplazamiento actual, en la calle Urdaneta, gracias al apoyo de sus clientes incondicionales, que nunca la abandonaron.
Latierro tiene grabado cómo se volcaron los donostiarras con ellos en 1996. Las dos familias estaban disfrutando de la Nochebuena, cuando en plena madrugada una llamada de la Ertzaintza les alertó de que habían atacado la librería. «Llegamos a las dos o las tres de la madrugada y la imagen era desoladora», recuerda. Un grupo de radicales había roto los cristales del escaparate y habían llenado todo de pintura roja y amarilla. «Pensamos que no tendría remedio», asegura.
Sin embargo, sus incondicionales les dieron el mejor regalo de Navidad que nunca pudieron imaginar. Los clientes llegaban por decenas e insistían en comprar los libros manchados de pintura y hasta trozos de cristal roto. Fue esa «solidaridad» espontánea la que les hizo no tirar la toalla. «Hemos tenido siempre una gente que nos ha ayudado y nos ha sostenido», confiesa Latierro.
Todos los nacionalismos son iguales
«La similitud de los nacionalistas, cualquiera que sea su nación, no acaba en esta afición a traducir al castellano el apellido de las personas de bien a las que desprecian porque no padecen su misma enfermedad (mental, por supuesto). Se prolonga, como es natural, a la lengua, a su lengua, cuya coexistencia con la común, que también conocen, toleran en una primera etapa hasta que estén en situación de imponerla a todos sin excepción»
Y es que Lagun en euskera significa 'amigo', y como tales eran tratados allí los que llegaban en busca de un nuevo libro que echarse a las manos. «Para mí la librería ha supuesto un ejemplo de civismo», se enorgullece Elena Recalde. Esos clientes habían logrado hasta ahora evitar su cierre a pesar del constante acoso de los violentos. Pero los hábitos de consumo ya no son los que eran, y si nadie lo remedia Lagun echará el cierre definitivo antes de que termine este verano.
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