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Tahar Ben Jelloun: «Los dirigentes europeos ya no pueden ser complacientes con las dictaduras»

El escritor marroquí presenta en España su nueva novela y un ensayo sobre las recientes revueltas árabes

Tahar Ben Jelloun: «Los dirigentes europeos ya no pueden ser complacientes con las dictaduras»

PATRICIA ALONSO

Tahar Ben Jelloun, nacido en Fez pero instalado en París desde muy joven, vuelve por partida doble: una novela y un ensayo. «El retorno» narra la historia de Mohamed Limmigri, inmigrante marroquí que, al igual que el propio Jelloun, está afincado en Francia, pero que a diferencia del escritor está a punto de jubilarse y volver a su país natal con el deseo de que su familia le siga. Pero la visión tradicional del padre choca contra la de los hijos, creando un conflicto generacional a la vez que cultural.

Por otro lado, en «La primavera árabe. El despertar de la dignidad», el marroquí hace un repaso de todos los países implicados en esta oleada de revoluciones y analiza brevemente la situación actual, sus líderes y sus víctimas. Una interpretación esclarecedora de este reciente acontecimiento histórico.

—En su libro «El retorno» habla de un marroquí emigrado a Francia. Se suele escribir de lo que se conoce, ¿es la historia en algún punto autobiográfica?

—No, no es en absoluto autobiográfica, pero conozco muy bien la situación, porque conozco mucha gente de 60-70 años que vienen a hablar conmigo. Cuando llega el momento de la jubilación están en estado de shock , porque no han preparado nada para este momento. No están acostumbrados para prepararse para la jubilación como los europeos, para ellos la vida es trabajar hasta la muerte.

—Para Mohamed, su hogar sigue estando en Marruecos, mientras que Francia es algo así como un lugar de paso. ¿Cómo se siente usted respecto a este tema?

—Para mí la inmigración es un paréntesis en mi vida, no es un estado. Por eso no nos nacionalizamos en Francia.

—Tengo entendido que empezó a escribir el libro entre 2005 y 2008, ¿cambiaría en algo la historia si la hubiese escrito en 2011, tras la revolución árabe?

—Empecé, lo dejé a medias, volví a él... Pero eso es otra cosa. Las revueltas árabes no tienen nada que ver con la inmigración, que es de lo que habla el libro.

—¿Qué significa para usted la primavera árabe?

—Es un momento absolutamente histórico, imprevisto e inesperado. Y es un momento que todavía no ha terminado.

—Su ensayo sobre «La primavera árabe» está subtitulado «El despertar de la dignidad». ¿Qué ha cambiado para que esto ocurra por fin?

Lo que ha cambiado, fundamentalmente, es que los pueblos árabes ya no quieren vivir bajo la dictadura, porque la dictadura es la negación de su dignidad y de los valores fundamentales de su persona. Ellos no hacen manifestaciones para reclamar dinero, sino para recuperar la dignidad.

—Hablamos de que la gente ha salido a la calle a reclamar sus derechos, su humanidad, pero eso no es una quimera. En «La primavera árabe» hace un análisis de la situación de estos países, ¿qué hay que hacer ahora?

—No hay una solución general, cada país tiene su estructura particular y es diferente. Cada país ha hecho su revolución de una manera diferente. Lo que es seguro es que Túnez y Egipto están en trámites de crear un estado nuevo, un estado de derecho basado en las leyes de la democracia.

—¿Y sobre la situación de Marruecos? El personaje de Mohamed, en «El retorno», dice del rey Mohamed VI que «es un buen tipo, lo contrario de su padre», ¿es su opinión?

—Es una opinión muy extendida, muy popular en Marruecos.Y es también mi opinión, porque Mohamed VI ha hecho unas reformas fundamentales incluso antes de la primavera árabe. Es por eso que marruecos está cambiando sin violencia, creando unas nuevas instituciones, porque el que ha tomado la iniciativa ha sido el mismo rey, no ha esperado a que el pueblo se lo pida.

—En «El retorno» hay un cambio entre el principio, en Francia, realista, y el final, en Marruecos, que parece más un cuento. ¿Por qué ese cambio?

—Son dos países muy diferentes que no tienen la misma percepción del tiempo y del espacio. Francia es más conocida por su racionalidad y los países del mediterráneo, como Marruecos, tienen más fantasía, como un poco de magia.

—«En cuanto a los países europeos, deben pensar en la posibilidad de que su juventud (...) golpeada por un paro del 45 por ciento vea en el viento de libertad árabe un llamamiento a levantarse». Esta es una frase de «La primavera árabe». ¿Se refiere con ella a movimietos como el que hay por ejemplo ahora en España, el 15M?

—La primavera árabe ha cogido de imprevisto a todo el mundo, pero todo el mundo comprendió a los árabes. Es como un viento, un viento que ha ido más allá del mundo árabe y ha ido a China, África, India... Los europeos han sido tocados también por la primera árabe porque tienen relaciones importantes con los países del norte de África.

—¿Entonces usted cree que lo que está sucediendo en Europa es un contagio de lo que empezó en el mundo árabe?

—Contagio no es la palabra. Es una consecuencia. Europa tendrá que cambiar su forma de establecer relaciones con estos países, no sólo en el mundo árabe, en todas partes. Los dirigentes europeos ya no pueden ser complacientes con las dictaduras.

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