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César Antonio Molina: «La cultura es un reto al paso del tiempo»

El poeta y exministro publica un nuevo poemario: «Cielo Azar»

César Antonio Molina: «La cultura es un reto al paso del tiempo» ERNESTO AGUDO

MANUEL DE LA FUENTE

Sobre las ruinas del mundo, siempre atento al rumor del tiempo, César Antonio Molina dibuja una nueva estancia saqueada por el estrago de los segundos, quizá nuestra vieja Humanidad, en su nuevo libro, «Cielo Azar» (Pre-Textos), un poemario que es un viaje por las geografías de nuestra civilización, por la sugerencia de lo que las generaciones venideras pensarán cuando nos vean como pasado, por el arte como desafío ante el milenario e inexorable tic-tac de la existencia del ser humano.

—Un nuevo hijo se incorpora a su ya numerosa familia poética.

—Los libros son como un mojones del camino de la vida que uno va haciendo y además, a medida que pasa el tiempo, para unos escritores este paso resulta más fácil que para otros, porque con el tiempo lo que uno teme más es repetirse, ésa es la preocupación mayor de un escritor, sobre todo de un poeta que maneja más descarnadamente las palabras.

—¿Con este devenir del tiempo que usted nombra, ante el folio en blanco, el ímpetu juvenil va dejando paso a la reflexión, a la pausa?

—Creo que en mi poesía hay una gran coherencia desde el principio, aunque por supuesto ha ido evolucionando en la medida en que se van cumpliendo años. Creo que mi obra se ha ido haciendo menos metafórica y más de pensamiento, hoy es una poesía de reflexión sobre la existencia, sobre la vida, sobre el destino final del hombre, pero dentro de una coherencia de mundos y referentes que han permanecido

—Con los años y los libros, la mayoría de los poetas tienden a desvestir, a desnudar, a quitarle ropaje a sus versos...

—Sí, uno se hace, creo que vale la definición, más científico, mas investigador, y trata de examinar más las palabras a través de la lupa del entendimiento.

—Y hoy, qué papel le está reservado a la poesía?

—Vivimos en un mundo repleto de palabras, de información, pero toda esta sobreabundancia se ha llenado de elementos vacíos, sin significado, y la poesía tiene que recuperar la esencia, el origen, la raíz de esas palabras y volverlas colocar en su sitio para que signifiquen la verdad que está siendo tan menospreciada por el mundo contemporáneo, una verdad poética que busca una belleza en sí misma, además de ser una reflexión sobre este mundo en que vivimos.

—¿La poesía puede tener un as en la manga frente a otros géneros?

—La poesía es el género que le da mayor libertad al lector, y ese lector en un libro de poemas es un elemento fundamental para interpretar dicho libro. En la novela, el teatro, el ensayo, el autor ordena todo y pocas veces deja al albur del lector la posibilidad de interpretación total de una obra. Sin embargo, el poeta le deja gran parte de la interpretación de lo escrito al lector que tiene la capacidad de ordenar esos textos como si también fueran una reflexión propia. El poeta necesita al lector como cómplice.

—Las nuevas tecnologías pueden incluso potenciar esa libertad.

—Internet es un mundo nuevo, el del futuro, pero todavía estamos en su prehistoria, y no sabemos muy bien los vericuetos que va a seguir. Creo que sin lugar a dudas va a propiciar el nacimiento de nuevos géneros literarios, de la misma manera que lo hizo la imprenta con la novela.

—¿Quizá se diluyan los versos en la tormenta de la Red?

—Internet es un instrumento bueno y valioso, pero nunca debemos olvidar que la poesía en su esencia es la palabra. La red también es útil para que el poeta aporte más datos y que el lector haga lo propio, de suerte que ambos se enriquezcan, y bienvenido sea, pero insisto, la poesía es fundamentalmente palabra, palabra y palabra.

—Una cita de Nietzsche abre su libro. ¿Además de la filosofía, qué es lo que nunca falta hoy en su equipaje poético?

—Por supuesto, a estas alturas de mi vida, son fundamentales la experiencia vital y la experiencia lectora. Y también el conocimiento de espacios geográficos distintos y culturas diversas, así como la emoción y un sentido de acercarme poéticamente al principio y el fin de la existencia y cómo uno se debe enfrentar a ella.

—Poesía con aliento de trascendencia...

—Siempre he querido buscarla, siempre he pensado que estamos unidos con la Naturaleza y con algo espiritual que tratamos de identificar, porque pienso que no solo somos materia fungible, sino que hay algo más allá de nuestra experiencia terrena que queda como huella de nuestro paso y eso es también la poesía: dejar constancia de que hemos pasado por una geografía dejando nuestras huellas y tratando de haber dialogado con los maestros del pasado que nos ayudan en nuestro camino, y claro, también, ayudar de alguna manera a las nuevas generaciones que llegan. Porque a pesar de los siglos y los milenios transcurridos en la evolución del ser humano y el hombre, hoy por hoy, esencialmente, las preguntas e inquietudes son las mismas.

—¿Cuándo el hombre del futuro nos contemple como pasado, qué verá?

—En los últimos cincuenta años, en nuestro mundo hemos asistido a un cambio no ya de cultura, sino de civilización. Creo que nuestra época será recordada por este cambio de ciclo, por este cambio en la manera de entender el mundo y relacionarse con él. Creo que se nos verá como el principio de una nueva edad, aunque nosotros estamos tan metidos en la espiral de cambios que no hemos podido reflexionar sobre ello. Hay y habrá siempre problemas y conflictos, que nunca van a desaprecer de la faz de la Tierra, pero la vida del ser humano ha mejorado sustancialmente, se ha hecho más dueño, más copartícipe de la «Creación».

—Si pudiéramos dejar a un lado el dramatismo de la pérdida de vidas humanas, ¿la caída de las Torres Gemelas tiene el mismo carácter simbólico que la caída de Roma o Bizancio?

—Sí. Mi primer poema recrea algo que dicen en Egipto, que la esfinge teme al tiempo y el tiempo le teme a la esfinge, aunque en estos miles de años hagamos hecho trampa y la hayamos retocado. He querido escribir ese poema sobre el miedo de la Humanidad al tiempo y viceversa. A lo largo de su historia, la Humanidad no ha conseguido parir un individuo que perdure por los siglos, pero sí han perdurado muchos objetos que ha construido y que el tiempo no ha podido destruir. Ese poema se refiere también a la soberbia del hombre moderno que piensa que puede construir sus esfinges. El poema es un canto al desafío del hombre ante lo que no puede controlar que es el paso del tiempo, algo que nos vence, ya que aún no hemos llegado a entender el porqué de nuestro devenir, el porqué de nuestra oxidación. En el fondo, la cultura es un desafío al tiempo, la obra de arte es un desafío al tiempo, la belleza es un desafío al tiempo, la verdad es un desafío al tiempo, y eso está muy presente en este libro.

—¿Le valió de algo la poesía cuando se sentó en el despacho del político?

—A mí sí. Creo que he sido un político atípico y heterodoxo. Y lo pagué. Salvando las distancias y las diferencias de época fui como Azaña, un intelectual metido en la política. Pero sí me valió la poesía. Para tener mas saber, conocimientos, experiencia y también para saber irme con dignidad y con honor, y con la alegría de haber hecho grandes cosas. Personas como Azaña, como yo, sufrimos más en la política, porque no estamos amparados del cinismo de la política. Pero estoy my satisfecho y además el tiempo cada vez me dará más la razón.

—¿Y ese cinismo no caló en su literatura?

—No, nunca he sido un cínico, y quizá ese haya sido mi principal defecto en mi paso por política.

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