La verdad tras las falacias sobre la revolución española de 1917: «Alfonso XIII no bloqueó la democracia»
En su nuevo ensayo ('1917. El Estado catalán y el soviet español'), Roberto Villa destruye mitos sobre la crisis de 1917 y la revolución que hizo tambalearse a la Restauración
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Iniciar sesiónLíbrenos aquel que deba librarnos de un fenómeno tan conocido como popularizado en nuestra, a veces, abigarrada sociedad: la Leyenda Negra –estoy seguro de que les suena– que otros países han ayudado a extender a lo largo y ancho de España en beneficio propio. Pero, ... por piedad, cuidémonos más de las falacias del pasado nacidas en el corazón de esta misma península. Esas que arriban para no marcharse, cual invitado molesto. Roberto Villa, historiador de vocación, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos de profesión y divulgador (de los buenos) de corazón, tiene clara esta máxima. Y si ya desempolvó más de un archivo para agitar las tesis tradicionales con '1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular , ahora hace lo propio con su flamante '1917. El Estado catalán y el soviet español' (Espasa).
Según narra Villa en una conversación telefónica a ABC (cosas de la pandemia), empezó este ensayo con una idea diferente. Anhelaba acercar al lector otros temas más relacionados con los años veinte y sospechaba que no podría aportar mucho a un periodo algo manido como era el de las revueltas sociales. Ese tiempo que, décadas después, pasó a los libros como la crisis de 1917. Sin embargo, pronto descubrió que la historiografía tradicional se había limitado a reproducir, década tras década, los mismos errores. Como una letanía, en los ensayos se insistía, por ejemplo, en que una serie de revueltas independientes habían hecho tambalearse a la monarquía constitucional. Y eso, solo para empezar.
Revueltas interesadas
Aunque la obra resulta inabarcable en el mejor sentido de la palabra –más de 700 páginas de análisis–, el nervio de la misma son las mencionadas revueltas populares. Tres desafíos simultáneos para la monarquía y para el tradicional sistema de turnos como fueron las huelgas revolucionarias , el hastío de las Juntas de Defensa (asociaciones de militares descontentas) y el movimiento independentista impulsado por la Lliga Regionalista desde Cataluña. Según Villa, hasta ahora se creía que habían sido compartimentos estancos. Craso error. «Siempre se había interpretado que habían fracasado por esa división tripartita. En realidad, hubo un frente único, compuesto de distintos protagonistas, con una acción común», afirma.
Sí. Es cierto que «cada uno tenía sus objetivos independientes», de eso no hay duda. Pero Villa establece el pilar que sustentaba a todos: Francisco Cambó , líder de la Lliga. «Fue el inspirador intelectual de Benito Márquez, líder de las Juntas Militares y, a su vez, el nexo de unión con el Frente Republicano Socialista y con determinados mauristas (personas que se habían escindido del Partido Conservador , que empezaban a tener ribetes autoritarios y que intentaban elevar al poder a Antonio Maura bajo la tutela de los militares )», sentencia. Igual de doloroso le resulta que «el proceso revolucionario se haya interpretado como la ruptura con un régimen antidemocrático sostenido en el famoso lema de Joaquín Costa, 'oligarquía y caciquismo'». Tópicos.
Esa, quizá, sea otra de las mayores falacias. Porque la realidad es que, aunque «había una serie de aspectos que abordar para que se diera una democracia plena», eran nimios. «La mayoría de las estructuras políticas eran liberales y la Constitución de 1876 era compatible con una democracia. El nuestro era un régimen homologable a cualquiera de Europa. Lo mismo que las instituciones, equiparables, por ejemplo, a las británicas», añade. Duras palabras para la historiografía tradicional, pero sustentada en datos página a página. ¿Qué buscaban entonces los sindicalistas? Según Villa, no precisamente beneficios sociales, pues hasta el PSOE había asumido por entonces que nuestro país se había puesto al día en este ámbito. «Necesitaban la desafección de las masas para tomar el poder», concluye.
Monarca vilipendiado
Pero los mitos nunca vienen solos. Raro era, según explica, mojarse el dedo para pasar una página y no ver lanzazos contra Alfonso XIII . Que si «desleal germanófilo» por aquí, que si «incitador de la dictadura» por allá. «Todo falso», en sus palabras. «La explicación tradicional nos dice que España no pudo transitar a la democracia liberal por culpa del rey. No es cierto. El monarca era una persona y, como tal, cometía errores; pero no fue desleal, no se salió de la Constitución y fue honrado con sus gobiernos en momentos muy difíciles. Hasta evitó una dictadura militar en marzo de 1918 con un gobierno de concentración nacional», añade.
Si a esto le sumamos que Villa indagó en una infinidad de archivos hasta encontrar documentación inédita, el resultado es este libro. Una obra que rompe mitos, aparta velos y busca demostrar que, aunque a muchos les cueste creerlo, al régimen de la Restauración que los revolucionarios decían querer destruir en pos de una democracia plena era homologable a otros como el de Gran Bretaña. No solo eso, sino que estaba a un suspiro de derivar en un sistema de libertades plenas que se esfumó por culpa, «precisamente, de esas revueltas». « La Restauración se parece más a nuestro sistema político actual que todo lo que vino después . Nuestra democracia no tiene nada que ver con las dos dictaduras militares que se establecieron ni, evidentemente, con la Segunda República», finaliza.
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