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«Vacío perfecto»

Stanislaw Lem Traducción de Jadwiga Mauricio. Narrativa. Impedimenta (Madrid, 2008) 328 páginas

«Vacío perfecto»

Este viernes 27 de marzo se cumple el tercer aniversario de la muerte del gran escritor polaco de ciencia-ficción Stanislav Lem. En vida, fue un gran amante de la obra de Borges y un gran odiante de la ciencia-ficción norteamericana. En muerte, y con libros como «Vacío Perfecto», conseguirá que su nombre aparezca emparejado con frecuencia al de Borges y bien lejos de nefastos narradores estadounidenses de sci-fi. No son palabras vacías.

«Desvarío empobrecedor el de componer vastos libros: el de explayar en quinientas páginas una idea, cuya perfecta exposición oral cabe en unos pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario». Esta cita extraída de «Ficciones» de Borges parece la chispa que encendió el ingenio de Lem para acometer este «Vacío Perfecto», porque el libro que nos traemos entre manos (maldito, perdido y descatalogado hasta la reedición de Impedimenta) es un muestrario de esas simulaciones que proponía (y nunca llevó hasta las últimas consecuencias) el maestro argentino: una colección de reseñas de libros que no existen.

Divertimentos literarios

«Ars Longa, Vida Brevis» que decían los medievales. El propio Lem reconoce en la introducción que no tuvo tiempo para afrontar algunas de las novelas que reseña (algunas de ellas, como veremos, son literalmente imposibles de escribir). Otras en cambio, no son más que divertimentos literarios en los que Lem critica mordazmente ciertas corrientes de escritura y pensamiento, llevando los planteamientos tan a rajatabla que las novelas acaban convertidas en esperpentos y sus autores en locos de la colina.

Es el caso de Gigamesh, de Patrick Hannahan, en el que el análisis semiótico exhaustivo de cada letra, de cada fonema del relato de los veinte minutos que separan a un reo de la prisión a la horca, sirven al autor para hablar de todo lo ocurrido, lo que ocurre y lo que ocurrirá a la humanidad. Como muestra un boton: como se puede observar altera el título de GILGAMESH, a GIGAMESH. un asunto ni mucho menos baladí. La «L» hace referencia a Lucipherus, Lucifer, Príncipe de las Tinieblas, presente en la obra a pesar de no aparecer en ella en persona. En cuanto al Logos, «L» indica al Principio; a través de Laokoon, el Fin (el fin de Laokoon fue causado por unas serpientes que lo estrangularon , igual que el protagonista de Gigamesh muere estrangulado en la horca). Y así hasta 97 conexiones más sólo con ese L ausente.

No todos los libros falsos tienen esta densidad. En Perycalipsis, Joachim Fersengeld expone que la única manera de salvar al mundo de la saturación de obras de arte, científicas y del espíritu que han ido acumulándose a lo largo de la historia, es cobrar a los intelectuales por cada libro que escriban o por cada cuadro que pinten. Así, únicamente los artistas que sientan una auténtica necesidad fisiológica por expresarse a través de cauces artísticos, continuarán añadiendo obras a esta “biblioteca de Babel” del conocimiento humano.

Parámetros borgianos

Y en otros, Lem se aleja de los parámetros borgianos para dar rienda suelta a su desbordante fantasía futurista. Es el caso de “Being Inc.”, un grupo de empresas que vende lo que hasta el momento no había podido ser comprado: la buena suerte, el amor de los demás (no el simulado, sino el real), la larga vida... Poco a poco estas empresas fueron determinándolo todo, incluso en la vida de los más humildes. Y en un futuro cercano, nadie en la Tierra sería capaz de experimentar ninguna emoción, ninguna sensación que no hubiese sido prevista por los gigantescos ordenadores de la compañía.

O como en Odis de Ítaca, donde un ciudadano americano decide emprender la búsqueda, extendida en los dos ejemplos de tiempo y espacio, de aquellos seres humanos extraordinarios que no serán reconocidos ni en su tiempo ni en el futuro, uy rescatarlos para el bien futuro de la humanidad. El problema surge cuando Odis descubre que esos “genios ocultos” son inherentes al sistema y es imposible detectarlos, y mucho menos, sacarlos de su oscuro nicho.

«Vacío Perfecto» es un libro extraordinariamente subversivo, notablemente bien escrito y tan estimulante como algunos de los mejores títulos de Lem. Mitad por despiste, mitad por su status de rareza no ha recibido el reconocimiento de la crítica que, definitivamente, se merece. No dude en leerlo

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