Teju Cole: «Todas las ciudades tienen fantasmas, sólo hay que escarbar un poco»
El autor de origen nigeriano, una de las revelaciones de la temporada, recorre minuciosamente Nueva York en «Ciudad abierta»

Acaba de ganar el prestigioso Pen Hemingway Award, galardón que reconoce la valía de una primera novela, y el New York City Award For Fiction, pero Teju Cole (Kalamazoo, Michigan, 1975) sigue sin verse como un novelista al uso. «Más bien soy un escritor de ciudades, y ya que estoy aquí quizá escriba algo sobre Barcelona», señala este joven autor de origen nigeriano convertido en una de las grandes revelaciones literarias de la temporada.
Y sí, quizá escriba sobre Barcelona, pero poco o nada tendrá que ver con «Ciudad abierta» (Acantilado), minucioso e hipnótico recorrido por Nueva York que Julius, protagonista de una novela en la que todos los focos apuntan a la ciudad, anda y desanda en busca de fantasmas. «Todas las ciudades tienen fantasmas, huellas que solo son visibles parcialmente. Solo hace falta escarbar un poco para encontrarlos. El tópico dice que hay que buscarlos en ciudades como París o Madrid, lugares con una gran historia y edificios del siglo XVI, pero creo que Nueva York tiene una historia muy apropiada para la creación literaria», explica Cole.
El duelo neoyorquino
«Para hablar en serio del 11-S tienes que hablar de otra cosa, y una novela te permite ahondar más»
Y para encontrar a esos fantasmas, nada mejor que meterse en el pellejo de un joven psiquiatra nigeriano que empieza a dar largos, larguísimos paseos por la ciudad para sacudirse la tensión laboral, explorar rincones desconocidos y guiar al lector por esta hipnótica letanía con la que Cole busca reproducir el estado de ánimo de los neoyorquinos tras los atentados del 11-S. «Aunque estaba en Nueva York cuando se produjeron los atentados, no quería hacer una memoria, ya que no tenía una experiencia personal que explicar, y para hablar en serio del 11-S tienes que hablar de otra cosa. Una novela te permite ahondar un poco más en un trauma como este», aclara un Cole para quien «Ciudad abierta» es, más que una ficción espléndidamente tejida a la realidad o una guía secreta de Nueva York, «un libro sobre el duelo».
De ahí que, añade, las no pocas referencias musicales que salpican el libro deambulen siempre por el umbral de la música clásica, de Purcell a Shchedrin pasando por un omnipresente Mahler. «En un funeral no van a poner hip hop, así que la presencia continua de, por ejemplo, Mahler, ayuda a sostener ese sentimiento», señala Cole. Un sentimiento que, para este historiador del arte y fotógrafo permanece, aún en el ambiente, enrareciendo el clima de la ciudad y atenazando sus relaciones. «Sigue ahí, sí, sobre todo porque enseguida se le quiso dar una finalidad política, Y creo que permanecerá durante décadas, afectando a la gente y al modo en que viven», apunta.
Ni trama ni sorpresas
Normal que a la hora de desentrañar «Ciudad abierta», Cole destaque que lo importante aquí no es la trama, sino todo lo demás. La voz. El tono. El ritmo. «Estuve tres años escribiendo el libro, y cada vez que me acercaba a él tenía que intentar no perder ese ritmo. No hay una trama ni sorpresas para el lector, por lo que lo más importante era encontrar la voz, una voz formal, sin tópicos y sin estridencias».
Una voz que, parece decir Cole, le ayudase a recorrer todos esos paisajes por los que Julius avanza y retrocede reflexionando, entablando conversaciones con desconocidos y, sobre todo, desenterrando los fantasmas. «Si alguien quiere ver este libro como una guía turística es que quizá tiene una imaginación un poco oscura», bromea un Cole que, nacido en Estados Unidos pero hijo de padres nigerianos, prepara actualmente un nuevo libro de no ficción sobre la ciudad de Lagos. Será que, al fin y al cabo, no es un novelista, sino un escritor de ciudades.
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