Siri Hustvedt: «No puedes reducir la mente a un lugar pequeño del cerebro»

La escritora estadounidense, premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, indaga en su último ensayo, 'Los espejismos de la certeza', en la compleja e intrincada relación entre cuerpo y mente

La escritora estadounidense Siri Hustvedt ESPENCER OSTRANDER

Ya lo dejó claro Paul Auster en un libro de conversaciones con la profesora danesa Inge-Birgitte Siegumfeldt: «Siri es una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida. Ella es la intelectual de la familia, no yo». Y así es. ... Siri Hustvedt es un ser extraordinario, es decir, que se sale 'del orden o regla natural o común'. Lo lleva años demostrando, escribiendo novelas magníficas, como 'Todo cuanto amé', 'El verano sin hombres' o 'El mundo deslumbrante', y ensayos soberbios con el noble propósito de acercar el mundo de las artes y el de las ciencias , condenados a un divorcio incomprensile desde que el mundo es mundo. Su nombre, hoy en día, tras aguantar la losa del desprecio de género durante décadas, es incuestionable en ambas disciplinas, y el premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 supuso el reconocimiento público de su enorme valía. En su último libro, 'Los espejismo de la certeza' (Seix Barral), Hustvedt vuelve a enfrentarse a un reto mayúsculo: explorar la intrincada relación entre la mente y el cuerpo.

- Me fascina el título: 'Los espejismos de la certeza'. ¿Por qué eligió esa construcción?

- Bueno, creo que cuanto más mayor soy, y cuanto más leo, más convencida estoy de que aquello que consideramos verdades universales o descubrimientos definitivos al final resultan no serlo, y siempre ha sido así en la Historia. El conocimiento es un proceso en curso, que no se detiene. Está claro que podemos saber cosas, pero la certeza es, en realidad, una forma de bloquear otros pensamientos. Fíjese en todos los ‘espejismos de la certeza’ que menciono en el libro, incluyendo el camino por el que hemos llegado hasta la certeza. Se trata de una idea que ha perseguido a la cultura occidental desde hace siglos, y que se ha convertido en parte central de cómo abordamos el problema del cuerpo y la mente. Creo que eso encapsula los problemas de no cuestionar los paradigmas en los que tus pensamientos descansan, porque siempre hay algo debajo.

- Hablemos del abismo que separa nuestro cuerpo de nuestra mente y al que se enfrenta este libro. ¿Por qué le interesaba atravesar ese abismo?

- Creo que la parte más dura del libro no es que las cosas no pueden ser explicadas de manera clara, sino que estamos tan acostumbrados a pensar en la mente y en el cuerpo como entidades distintas, como algo que está separado, que el único modo en el que podemos hablar de ello es planteando cómo interactúan. De hecho, estoy cuestionando toda esa idea. Lo que digo es que somos sujetos encarnados, no puedes hacer esa distinción que se lleva haciendo desde Grecia, la idea de materia y forma en Aristóteles. No es que yo crea que puedes reducir lo que llamamos mente a sistemas cerebrales. Somos sujetos encarnados que están situados en un mundo, en una cultura, con otros, y si miras al cerebro de manera aislada y te preguntas lo que sucede cuando, por ejemplo, tienes miedo, el cerebro puede decirnos algo interesante, no digo que no, pero la pregunta es cómo esos procesos cerebrales están influidos por lo que no puedes ver, tu vida en una determinada cultura, tu historia personal… todo eso influye en ti como sujeto encarnado.

- Basta con fijarse en la memoria.

- ¡Claro! Hay una parte biológica, pero todas esas imágenes mentales que de pronto aparecen también están relacionadas con la psicología, cómo recuerdas a tu abuela, a tu tía… Esas imágenes mentales están formadas dentro de una cultura determinada y tus recuerdos pueden cambiar, por supuesto, con el paso del tiempo. ¿Y cómo cambian? Cambian porque el presente está trabajando con esa memoria. Estamos hablando de sistemas socio psicológicos. Trazar una gran línea entre el cuerpo y la mente es algo falso. Eso no quiere decir que todo esto sea fácil. Pero creo que si empezamos a cuestionarnos esas distinciones automáticas puede ser más interesante, más misterioso, sí, pero mucho más riguroso.

- Creo que el problema es que en muchas disciplinas, entre ellas la literatura, la gente pasa mucho tiempo cavando túneles que van siempre en la misma dirección, sin mirar a uno y otro lado. Y creo que eso una pena y también un error, porque podemos aprender mucho unos de otros.

- Esa idea de la especialización... es que ni existía. Si nos retrotraemos hasta el siglo XVII, la filosofía natural era ciencia y entonces lo abarcaba todo. Pero en el siglo XIX surgieron debates en Alemania sobre exactamente eso, y lo que salió fue la convicción de que la mejor ciencia la hace gente que está centrada sólo en un pequeño aspecto, y no deben ser molestados con todas esas grandes preguntas filosóficas. La ciencia está realmente anclada en esa raíz. Y creo que es un modo fallido de pensar en la mente. Aunque creo que está cambiando un poco ahora, porque el problema de la mente y el cuerpo, particularmente en la neurociencia, ha empezado a estallar en las caras de los científicos, incluso más ahora que hace cinco años.

- Sé que no es una pregunta fácil de responder, de hecho es casi imposible, pero no puedo evitar planteársela: ¿qué es la mente, y dónde está exactamente situada en nuestro cuerpo?

- En la última parte del libro hablo del cuerpo como sujeto, de Maurice Merleau-Ponty y de la intersubjetividad. Es decir, no estamos hechos en solitario. Al comienzo del libro, menciono la placenta, que está entre la madre y el feto, y creo que ese modelo orgánico es muy válido para pensar en un proceso de desarrollo. La placenta muere, se tira tras los nueve meses de embarazo, pero lo que sucede después del nacimiento es que un espacio social se abre donde la placenta estaba, y ese espacio social, ese espacio entre la gente, es muy importante para el desarrollo del cerebro, del cuerpo. No creo que puedas reducir la mente, lo que pensamos que es la mente, a un solo sistema del cuerpo, ni siquiera a un neurosistema. Sabemos que si no tenemos cerebro, no hay mente, pero también sabemos que muchos otros sistemas del cuerpo están involucrados en lo que entendemos como mente. No puedes reducir la mente a ese lugar pequeño de tu cerebro, también está involucrada en el ambiente. Incluso algo tan simple como un bolígrafo puede ser pensado como una mente extendida.

- Algunos científicos y filósofos que se enfrentaron al problema de la mente y el cuerpo fueron ignorados porque su pensamiento se acercaba demasiado a Dios. Siento curiosidad por su propia relación con lo espiritual.

- Creo que en este punto debo mencionar a un pensador muy difícil, al que me refiero también en el libro, pero que en este aspecto es muy relevante, que es Whitehead. Él desarrolla lo que denomina la 'filosofía del proceso', que es extremadamente difícil de entender en algunos momentos. Pero me interesa mucho, porque lo que Whitehead promueve es una especie de dinamismo sin fin, y que todo está relacionado, no hay nada fuera del sistema. No soy de ninguna manera una persona religiosa; crecí en la Iglesia luterana, había aspectos de esa vida espiritual con los que me sentía muy conectada, y no soy una atea absoluta. Llegó un punto en el que Whitehead, que era hijo de un ministro protestante, se dio cuenta de que no había nada en su sistema filosófico que impidiera la presencia de un Dios, aunque el Dios de Whitehead no es realmente el Dios de la Iglesia cristiana tradicional.

- ¿Cree que hay un aspecto trascendente de la experiencia humana?

- Sí creo que siempre estamos trascendiendo lo que pensamos de nosotros mismos de manera individual. Esa conectividad orgánica que tenemos con otros… Si piensa en que todos hemos nacido de dos personas… Qué cosa tan extraña y extraordinaria. A veces, en la ciencia, la cosa más valiosa que puedes descubrir es qué es lo que falta. Mi postura, con respecto a la certeza, no es argumentar que no sabemos nada. Si piensas en las ciencias en el mundo moderno, en la bomba atómica, en los antibióticos, en las vacunas actuales, son logros extraordinarias y cosas terribles, pero lo que está claro es que los modelos de la ciencia tienen un poder tremendo sobre el mundo natural, y sería realmente estúpido negarlo. Esto es lo que ha producido lo que se conoce como Antropoceno, lo que está sucediendo ahora en el planeta se debe más a la intervención humana que a causas de la evolución natural.

- ¿Y qué me dice del coronavirus?

- Todo lo que ha sucedido ha afectado al clima y al número de especies que están con nosotros, y hay gente que argumenta que esa pérdida de biodiversidad ha hecho que los virus lo tengan más fácil para pasar de los animales a los humanos. Creo que tenemos razones de sobra para respetar algunos de los modelos de trabajo en la ciencia. Sabemos que el trabajo de los científicos en las últimas cuatro décadas ha hecho posible que puedan crear ARN artificial, lo que es increíble, y que eso ha jugado un papel significativo en todas las vacunas, una de las cuales yo ya he recibido, la Moderna, ya estoy vacunada, soy parte de los ‘inoculados’, así es como nos llaman (ríe). Pero eso no quiere decir que los científicos entiendan todo sobre los virus. La biología está en su infancia, y hay grandes áreas de desconocimiento, nubes de desconocimiento en la historia científica. Y creo que la gente tiende a olvidar realmente lo que es la ciencia, que es mirar a un gran muro de desconocimiento.

- Recuerdo que una vez me dijo que a menudo encontraba científicos más abiertos que algunas personas en el mundo literario. Más generosos, en cierto modo, más tolerantes.

- Creo que una de las razones es que los científicos ocupan un nivel superior, más alto que los artistas. En general, recurrimos a los científicos para las cosas serias. Creo que es más fácil ser generoso cuando ocupas una posición más alta en la cultura. Otras disciplinas, como las humanidades, al menos en Estados Unidos, han adoptado una postura más defensiva, es como si sintieran que deben estar constantemente argumentando por qué deben existir. La filosofía, la historia, la literatura, todas las humanidades son extremadamente importantes y no deberían ser relegadas a un nivel bajo, porque si olvidamos esas cuestiones… La filosofía se plantea preguntas fundamentales: qué somos, qué es el mundo, son como las cuestiones que preguntan los niños una y otra vez. O la literatura, que es contar historias sobre vidas particulares; si no tienes esas vidas particulares creo que pierdes mucho, terminas dando vueltas alrededor de abstracciones.

- En ese sentido, teniendo en cuenta que usted es principalmente conocida por ser novelista, ¿cómo es recibida por los miembros de la comunidad científica cuando publica artículos en revistas científicas?

- Estoy segura de que hay una mezcla de actitudes. La gente a la que soy cercana en la ciencia respeta mucho lo que digo, mi trabajo. Estoy segura de que hay gente que me desprecia, pero no es la gente con la que estoy en contacto, ni la gente que me conoce. Creo que la ventaja de ser una 'outsider' es que tienes una perspectiva que no tiene la gente de dentro, no la pueden tener. Quizás mi papel como 'outsider' es obviamente estudiar y pensar por mí misma, pero también señalar lo que puede no ser obvio para la gente de dentro.

- Y, como mujer, ¿cómo es recibida?

- Es realmente interesante, porque el público literario es mayoritariamente femenino y el científico masculino. Recuerdo una vez que di una charla y había un tipo entre el público que estaba realmente enfadado, inapropiadamente hostil, muy enfadado con algo tan poco amenazante como una conferencia. Y la verdad es que he aprendido a ser capaz de esperar hasta que se apacigüe, de algún modo. Porque la cuestión con la gente enfadada -y se da más en los hombres que en las mujeres, porque los hombres son generalmente más atrevidos, se sienten más seguros con su ira, con mostrarse enfadados en público-, ahora he entendido que no es personal, es sobre el hecho de que hay una mujer allí arriba que, de algún modo, cuestiona su autoridad. Hay gente que está enfadada y creo que no sabe por qué. Ante ellos, lo mejor es mantener la calma, porque lo que quieren es molestarte, que respondas.

- Para terminar, ¿cree que hemos aprendido algo del año pasado, de las experiencias que hemos vivido?

- Sí, lo espero. Creo que hay definitivamente una parte del mundo que ha aprendido, porque esta es una situación global. Ese cliché de que estamos juntos en esto... ¡pues sí, lo estamos! Y la única manera de empezar a pensar en esta pequeña y frágil tierra es como seres profundamente implicados en la dinámica de la naturaleza. Somos naturaleza y debemos actuar como una colectividad humana para abordar lo que está pasando. Es fácil caer en un estado de ánimo apocalíptico, pero tenemos que creer que podemos actuar, que podemos poner las energías de los seres humanos en repensar algunas de nuestras prácticas que podrían significar la desaparición de todas las especies.

- Así que tiene esperanza…

- Sí, tenemos que tener esperanza. La desesperación no conduce a la acción. Las emociones que conducen a la acción son la esperanza y la ira, así que tenemos que equilibrar esas dos emociones.

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