Así será la Feria del Libro más incierta de la historia
La 80 edición comienza mañana en el parque del Retiro entre la ilusión y la expectación de libreros y editores
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Iniciar sesiónEn Madrid hay ganas de Feria del Libro . Muchas. Y mañana mismo abrirá sus puertas en el Retiro, después de que la Reina la inaugure oficialmente a las once de la mañana. Pero esa sensación, casi de ansiedad, ante la celebración de la 80 ... edición, la primera presencial desde 2019 –el ‘experimento’ online del año pasado resultó un tanto fallido–, se mezcla con la incertidumbre, con la falta de certezas en cuanto a público y, sobre todo, facturación se refiere ante la limitación del aforo al 75%. Porque lo cierto es que, por primera vez en su historia, la Feria está vallada y su acceso, limitado.
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El recorrido, a lo largo del Paseo de Coches del parque, se ha reducido y esa falta de metros frente al despliegue de otros años, todos los anteriores, es algo que el paseante habitual de la Feria, aquél que recorre las casetas deleitándose ante sus ‘escaparates’, nota. Se han establecido dos entradas, al norte y al sur, presididas por sendos medidores del aforo en tiempo real. En el momento en el que se supere el límite permitido, la Feria quedará cerrada y los visitantes que quieran acceder deberán esperar a que salgan otros, haciendo cola o paseando por el parque. Ese aforo estará actualizado, minuto a minuto, en la página web de la Feria ( www.feriadellibromadrid.com ), que deberán consultar todos aquellos que quieran acudir con garantías de poder entrar.
Apenas veinticuatro horas antes de que todo ese despliegue organizativo comience, el director de la cita, Manuel Gil , charla, apoyado en una de las vallas amarillas que delimitan el perímetro de la Feria, en la entrada que linda con la Biblioteca Eugenio Trías , con uno de los muchos vigilantes de seguridad encargados estos días de que todo marche como debe. Hablan, claro, de cómo proceder ante la por otro lado deseada afluencia masiva de visitantes. Les interrumpe una curiosa que, bajo un paraguas para resguardarse del sofocante calor septembrino de Madrid, les pregunta cómo llegar a otro lugar del Retiro. Es difícil que los paseantes ubiquen la Feria del Libro en estas fechas –lo habitual es que se celebre a partir del último fin de semana de mayo– y los hay que se sorprenden al ver las 320 casetas de libreros, editores, distribuidores y organismos oficiales que este año la componen.
El paseo arranca con el pabellón del país invitado este año, Colombia , tan colorido como el Carnaval de Barranquilla, que también estará presente en la cita, aportando la dosis justa de extravagancia más allá de la literatura. A uno y otro lado del paseo se acumulan las cajas vacías, hasta hace nada llenas de todos los libros que ahora se acumulan en las casetas, desinfectadas en los días previos. El gel, las mascarillas y todos los demás componentes del ‘protocolo Covid-19’ forman parte también de esta cita, y se acumulan junto a los libros. En cada caseta sólo puede haber dos personas, guardando la pertinente distancia de seguridad, incluso cuando dentro esté un escritor firmando.
Uno de los libreros de Tipos Infames confiesa que el optimismo va y viene. «Depende del día, de cómo me levante. Hay dudas del aforo, a ver qué va a pasar con las firmas, sobre todo con las grandes. Veremos. Septiembre es un mes raro, con la vuelta al 'cole' y todo eso. Confiemos». En la caseta de la editorial Pre-Textos aseguran que «es una mezcla de ilusión y, a la vez, de cierta contención, porque nadie sabe qué puede salir de esta Feria. El público tiene ganas de Feria y los autores también. Pero es la Feria ‘cobaya’. A diario hay menos gente, pero el fin de semana se monta el pelotón y si la gente empieza a ver que no puede entrar pues no sé si volverá». En Blackie Books , por su parte, sostienen que «habrá un poquito menos de gente, pero se van a gastar más. Ya pasó en Sant Jordi, y había ‘tickets’ de 200 euros».
Es cierto que la experiencia de Sant Jordi el pasado 23 de abril fue muy positiva, más que satisfactoria, pero hay quien, también, se acuerda de lo que pasó en la Feria del Libro de Zaragoza , celebrada entre finales de mayo y principios de junio y en la que hubo momentos en los que los libreros, ante el cierre debido al aforo, terminaron vendiendo a la gente mientras hacía cola para poder entrar. «Va a ser un lío… Yo ya me veo vendiendo libros a través de los cubos de basura», dice, entre bromas, la editora de Renacimiento , feliz, eso sí, ante el número de autores que vendrán a firmar este año, el doble que en las ediciones anteriores.
Pequeños lectores
En la editorial infantil Kalandraka afrontan la cita en esta fecha tan atípica «con mucha ilusión», pero «expectantes también por el aforo, sobre todo para nuestro público». Tienen dudas de que las familias que acudan con niños pequeños vayan a esperar cola para poder entrar. Al lado de lo que denominan ‘caja Covid’, llena de productos desinfectantes, está la escalera que colocan fuera de la caseta para que los niños se puedan subir y ojear los libros. Son los lectores más apasionados y valiosos, aquellos llamados a asegurar el futuro del sector. Y Kalandraka, premio Nacional a la Mejor Labor Editorial en 2012, los cuida mejor que nadie. «Esta mañana ya hemos tenido que decirle a una madre que estaba con su hija que no podíamos vender», cuentan, entre sonrisas. Y se despiden con un deseo mediático: «A ver si la gente se entera ahora que lo inaugura la Reina, porque la gente no lo ubica aún, la gente no sabe que se celebra la Feria estos días».
Uno de los libreros de la Alberti hace fotos a su caseta. Todo está ya en orden, salvo sus pensamientos, arremolinados en su mente entre la alegría y el realismo. «Esta edición va a ser más floja. A ver qué pasa. Septiembre es un mes raro, la gente no está acostumbrada a comprar libros, nos pesa más la conciencia que en junio, porque nos hemos gastado más en las vacaciones. Y la gente de fuera no sabemos qué va a pasar con ella. Yo tenía dos clientas que venían todos los años a la Feria, desde Sevilla, y se quedaban una semana. Reservaban un hotel, aprovechaban para ver exposiciones… Y este año no vienen». Ay, este año.
Esa anécdota agridulce contrasta con el «optimismo» y la «alegría» de Ramiro y Cristina, editores, respectivamente, de Sílex y Tres Hermanas . «Va a ser una Feria extraña, pero va a ir bien. Seguro que habrá más gente entre semana, como ya ocurrió el último año», dice él. Lo hace emocionado, con los ojos vidriosos. A finales del año pasado, enfermó de Covid-19 y estuvo muy grave. Llegaron a sedarle. Sobrevivió, pero padece secuelas, sobre todo en una pierna que mueve con dificultad. «Todavía me vienen imágenes a la mente… Ver a gente morir a tu lado es… Pero ella me salvó», dice, mirando a Cristina, su mujer. La pareja se despide al borde de las lágrimas. Sólo por ellos, para ellos, esta Feria debería ser un éxito.
Menos espacio
Unos metros más allá, en la caseta de Anagrama , ultiman la colocación de los títulos. «Estamos muy contentos y con muchas ganas, pero a ver cómo sale. Es un error que hayan reducido el espacio y metido tantas casetas, porque de esa manera va a ser más difícil que no haya aglomeraciones. Entiendo que lo habrán hecho porque así es más fácil controlar el aforo, pero es un error. A ver qué pasa...». Sin parar de caminar, en esa misma hilera de casetas, alguien está grabando una nota de voz destinada a la organización de los días venideros: «En la caseta sólo puede estar el autor firmando, los acompañantes no pueden entrar en la caseta, y nada de maletas que ya poco espacio tenemos. Quiero que lo recordéis». Es un mensaje bastante parecido al que sólo unos minutos después se escucha dentro de la gran caseta que incluye a todos los sellos de Penguin Random House .
La última caseta, la 320, es la de la Librería Cervantes y Compañía . «Nosotras ya tenemos callo con la feria, pero este año estamos nerviosas. No sabemos cómo se va a gestionar. Estamos como los maestros el año pasado con el primer día de ‘cole’ o las gentes del teatro. A ver qué pasa», cuenta una de sus libreras. A los pocos segundos, un matrimonio en edad de jubilación se le acerca. «¿Cuándo empieza?», le pregunta él. «El viernes», responde ella. «Vendrá Letizia a inaugurar», añade la mujer. Y así será. Todo.
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