La Salpétriére, un sanatorio para mujeres rebeldes en la Francia del siglo XIX
La escritora Victoria Mas recupera, en su primera novela, «El baile de las locas», la historia de este hospital parisino en el que se internaba, muchas veces contra su voluntad, a todas las jóvenes que fueran «distintas»
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Iniciar sesiónLa última vez que el lector español se topó con La Salpétriére en un libro fue, seguramente, en «El colgajo» (Anagrama), la obra que Philippe Lançon escribió tras sobrevivir al atentado terrorista contra «Charlie Hebdo» . En ese hospital público, ubicado ... en el distrito XIII de París, pasó el periodista y escritor parte de su convalecencia como consecuencia de las graves secuelas que, sobre todo en el rostro, le provocó el ataque yihadista . Y en ese mismo escenario ubica la acción de su primera novela la autora francesa Victoria Mas , pero en una época y en un contexto bien distintos.
Para ello, se traslada hasta finales del siglo XIX, durante los años en los que el prestigioso médico Jean-Martin Charcot , considerado el padre de la neurología moderna, sometió a las mujeres allí internadas a estudios, hipnosis y demás experimentos que hicieron que la ciencia avanzara, sí, pero en ocasiones generaron un tremendo daño a las pacientes. Muchas de ellas, además, acababan con sus huesos en ese sanatorio sin padecer dolencia psíquica alguna y obligadas por sus padres, hermanos o maridos, que les ingresaban en cuanto veían en ellas algún comportamiento fuera de lo común y corriente, como asistir a clases de cocina para trabajar en un restaurante . Pero el asunto venía de lejos. A finales del siglo XVII, se empezó a recluir allí a las mujeres denunciadas por sus padres o sus maridos e, incluso, llegó a haber una zona carcelaria para prostitutas . Y en la triste noche del 3 al 4 de septiembre de 1792, en plena Revolución Francesa , fueron asesinadas una treintena de internas de La Salpétriére .
Hacia 1883 empezó otra cuestionable costumbre en el sanatorio: la celebración, con carácter anual y siempre durante la Cuaresma, del conocido como «El baile de las locas» , un festejo al que acudía toda la alta burguesía del París de la época con el único propósito de divertirse a costa de las mujeres ingresadas, a las que el resto del año no querían ver ni en pintura, pues las despreciaban. De este festejo toma, precisamente, el título la novela de Victoria Mas , que en España publica Salamandra después del éxito cosechado en Francia, hasta el punto de que Amazon prepara ya una película basada en el libro , la primera de la plataforma en francés.
En ella, inspirada en ese hecho real en concreto, pero repleto de personajes ficticios –uno de los pocos reales es Charcot–, la escritora narra la historia de Geneviève , una abnegada enfermera; Thérèse , una prostituta que lleva años internada en el sanatorio por haber arrojado a su proxeneta al Sena; Louise , una joven maltratada por su tío y a la que el médico exhibe en sus experimentos, y Eugènie , ingresada por su padre y su hermano cuando su familia descubre que tiene el don de comunicarse con los muertos.
Origen
Hace tres años, Mas visitó La Salpétriére con un amigo y descubrió la majestuosidad de un lugar que, hasta ese momento, sólo conocía de nombre. «Me impresionó mucho su arquitectura, su estructura, la inmensidad del espacio», rememora la escritora, en conversación, a través de la plataforma Zoom, con ABC. Amante de esas piedras antiguas que encierran los secretos de la Historia, Mas empezó a preguntarse qué habría pasado dentro de esos muros, comenzó a investigar y así descubrió el triste pasado del sanatorio. Incapaz de quitárselo de la cabeza, arrancó a escribir el libro «de manera inmediata». Para ello, se apoyó en la mucha documentación existente: recortes de prensa, fotografías, manuales de historia... Y se dio de bruces contra una «estructura social y moral que, realmente, estaba muy afianzada en ese momento y hacía que las mujeres estuvieran sujetas a la autoridad de los hombres ».
Desde el principio, Mas tuvo claro que no quería centrar el tiro en Charcot, porque «ya se ha hablado mucho de él». A ella le interesaban las mujeres, todas esas mujeres gracias a las cuales la medicina progresó, pero también aquellas a las que se internó, algunas a la fuerza, y que eran exhibidas, como si fueran monos de feria, en un escenario. La autora reconoce que en ningún momento ha tenido que forzar la narrativa para contar tal o cual historia que añadiera dramatismo a la historia. «Las cosas funcionaban así. Las mujeres que eran demasiado melancólicas después de la muerte de sus maridos eran internadas por sus suegras. Hay un caso, que no menciono en el libro, pero que es bastante conocido, y es el de una pianista cuyo hermanastro la encerró allí para quedarse con la herencia. Muchas mujeres no tenían ningún trastorno psíquico, no necesitaban tratamiento médico, simplemente molestaban a sus maridos, alteraban un poco el orden, y no querían verlas, sin más. Y es interesante observar que algunas de las que salían volvían, porque, al final, ese lugar era un espacio de protección, ese hospital tan terrorífico también aportaba esa cúpula de seguridad para mujeres que habían sufrido mucho fuera».
Quizás, la parte más esperpéntica de tan dolorosa historia sea la del baile. «No quieren verlas en sociedad, pero sí en un contexto muy concreto, muy definido, en el que ya no son sujetos que se encierran, sino sujetos de diversión. Esa relación ambigua con estas mujeres a las que se menosprecia, pero que se exhiben, provoca repulsión y fascina al mismo tiempo. Al baile no asisten médicos, son hombres de la alta burguesía parisina . Es algo absolutamente incongruente, porque junta el horror y lo más grotesco de ese evento». Aunque la escritora hace hincapié en que, también, hay otra manera de ver el baile en cuestión:«Con la perspectiva del tiempo nos parece vergonzoso, y lo es, pero para esas mujeres era un momento dulce, agradable, porque entraban en contacto con un mundo “exterior”, y en las semanas anteriores y posteriores al baile había menos crisis de histeria, porque, al menos, tenían alguna esperanza».
Victoria Mas confiesa que, mientras escribió la novela, sintió «una profunda empatía» hacia sus protagonistas. «Era como si descubriera a antepasadas que desconocía. Pasaron por algo doloroso, duro, reprobable, no ético, y evitaron que nosotras, las mujeres de hoy, lo sufriéramos, porque se cambió el enfoque respecto a las pacientes. Fue espantoso descubrir lo que sucedió, saber que existieron tantas mujeres que no fueron escuchadas porque no podían expresarse». Mujeres a las que hoy, por fin, se ha dado voz.
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